Madrid, España. Pan, trabajo y techo para todos y todas, reclaman miles de manifestantes desde todos los rincones de la geografía española, dando cuenta así de la precariedad de la situación para toda la ciudadanía. Haciendo realidad el grito que proclama que de norte a sur, de este a oeste, la lucha sigue, cueste lo que cueste, el día 22 de marzo de 2014 entraron a Madrid miles de personas organizadas en diferentes columnas, que salieron desde seis puntos geográficos de este país en los primeros días del mes.
Apenas una jornada antes, el 21, llegaron a la ciudad de Alcobendas, desde el norte, las columnas que bajaron por la geografía de La Rioja, País Vasco y la provincia castellano-leonesa de Burgos; a Getafe llegaron desde el sur los caminantes que iniciaron su marcha en Granada el 28 de febrero, recorriendo Andalucía. A Rivas-Vaciamadrid lo hicieron quienes iniciaron su andadura en el País Valenciano y en Murcia, y al madrileño barrio de Carabanchel llegaron los que caminaron desde Extremadura y Castilla La Mancha. La columna del noroeste llegaba a Aravaca desde Asturias, Galicia, Cantabria y Castilla- León, mientras que la nordeste lo hacía a Coslada desde Cataluña, Nafarroa y Aragón. A esta se le unió también, en su origen, la columna exterior, la de los migrantes, que partió desde Perpignan, Francia. Y en Madrid, miles de personas se organizaron para recibirles, acogerles y marchar juntos al día siguiente.
Desde esos lugares, todos ya en las cercanías de Madrid, iniciaron la última etapa de su caminar el día 22 de marzo, entre las 9 y las 12 de la mañana, para confluir a las cinco de la tarde en Atocha, junto a la estación de tren, y avanzar por el Paseo del Prado y Recoletos, hasta la Plaza de Colón.
El origen de estas marchas estuvo en una reunión celebrada en julio del pasado año 2013 en Córdoba, en la que entre otros, participaron miembros del Sindicato Andaluz de Trabajadores, el SAT; allí se comenzó a pensar en la idea de realizar una marcha hacia Madrid, con salidas desde distintos puntos del país, como una forma más de visibilizar las luchas y los anhelos de los que siempre acaban asumiendo las políticas económicas insolidarias que se imponen desde el poder, y enfrentar así cualquier atisbo de resignación social. La idea se fue madurando en los meses siguientes y ya en septiembre se hicieron consultas con diversos grupos y movimientos que acogieron la idea con entusiasmo.
Decidida la celebración de la marcha, se eligió como fecha para llegar a Madrid el 22 de marzo. Y considerando que la crisis también consiste en intentar arrebatarnos la dignidad, a la hora de dar un nombre a la movilización se escogió el de Marchas por la Dignidad.
En el manifiesto de las Marchas, que se inicia reclamando el no pago de la deuda y el fin de los recortes y de los gobiernos de la llamada Troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional), así como Pan, trabajo y techo para todos y todas, se expresa la difícil situación en que nos encontramos en estos momentos: millones de personas sin empleo, cientos de miles de familias que han perdido su hogar a causa de los desahucios, empresarios que, apoyados por el gobierno, bajan los salarios y empeoran las condiciones laborales de sus trabajadores, haciendo los empleos cada vez más precarios, recortes en educación, en investigación, en salud, etcétera.
Lo que padece la ciudadanía es la imposición de políticas públicas que dañan el bienestar y la calidad de vida de los ciudadanos; políticas a todas luces ilegítimas que, además, no figuraban en los programas electorales con los que los últimos gobiernos acudieron a las elecciones, porque aunque piden el voto en base a esos programas y luego se escudan en que, como les votamos, ellos son nuestros representantes, sólo responden ante los grupos económicos que, con la inestimable ayuda de los mediáticos, gobiernan en la práctica el país.
Pretenden, además, afianzándose en el sistema patriarcal, arrastrarnos hacia el pasado y quitarnos el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y la capacidad de determinar si las mujeres queremos o no ser madres. Y mientras recortan los presupuestos para salud (y hacen que ésta deje de ser universal), en educación, en agua, energía, transportes y comunicaciones, privatizan todo lo que es rentable, haciéndonos pagar doblemente por ello, primero a través de los impuestos, y luego a través del pago de los servicios. Y eso lo hace, además, uno de los gobiernos más corruptos de nuestra historia.
Con la exigencia, en definitiva, de una democracia real y del desarrollo de instituciones realmente representativas y no apoderativas de la voluntad popular como las que existen ahora, las distintas columnas comenzaron su andadura, representando, ellas sí, a la España real, a la España de los distintos pueblos.
Mientras los caminantes apuraban los kilómetros, mientras se preparaban autobuses y trenes que traerían hacia Madrid a un buen número de personas, muchas de las cuales lo hacían con la intención de quedarse varios días, esta ciudad se preparaba para facilitar el apoyo necesario para que durante el tiempo que permanecieran aquí, pudieran dormir en algunos locales y en casas particulares.
Y así, el sábado 22 de marzo a las cinco de la tarde, la mayoría de las columnas habían confluido ya en Atocha y se preparaban para iniciar la marcha hacia la plaza de Colón. Una multitud de gente, posiblemente más de un millón de personas, comenzó a avanzar en apretada marcha. Había banderas de algunos partidos políticos y de algunos sindicatos, pero sobre todo, había multitud de pequeñas pancartas, pequeños textos escritos con plumón sobre hojas de papel y cartones, que expresaban los diferentes sentires de la gente y que se han convertido en algo común desde que surgió el 15M: desde el ya clásico No nos representan al No a los recortes o Su rescate es tu desahucio, la gran marea avanzaba muy lentamente, como una gran demostración de los deseos de la mayoría social y con vocación de continuidad.
A las 8:30 de la tarde, cuando aún no se había cerrado el acto y la Solfónica entonaba El canto a la libertad, del cantautor José Antonio Labordeta (Habrá un día / en que todos / al levantar la vista, / veremos una tierra / que ponga libertad…), un insignificante altercado en una de las calles que desembocan en la plaza ocasionó una carga desproporcionada de la policía contra la gente que allí estaba. Un grupo de personas quiso acampar en el Paseo de Recoletos, frente al Museo del Prado, pero los antidisturbios se lo impidieron.
Los enfrentamientos, muy duros, se sucedieron durante horas y no faltaron las voces que, desde los medios de comunicación comerciales, difundieron sus versiones de violencia inusitada realizada por una parte de los manifestantes sin hablar, claro, de una violencia policial que llegó a incluir el lanzamiento de gases lacrimógenos, altamente irritantes. La jornada se saldó con varios heridos y detenidos, a uno de los cuales le fue decretada prisión provisional y al momento de escribir este texto, aún continuaba preso.
Días después, la policía difundió unas incontestables pruebas de esa violencia: la imagen de un punzón pegado a una muleta y de una riñonera con bolas de acero que, desde un programa de televisión, aseguraron que habían sido utilizadas por los manifestantes aquella noche; pero pronto se descubrió que ambas imágenes ya habían sido difundidas con anterioridad: la riñonera con bolas de acero, en abril de 2013, y el punzón en el interior de la muleta fue requisado a un hombre que trató de entrar con ella en los Juzgados de Plaza de Castilla. Una vez más, se intentó sembrar pruebas en lo que parece ser una práctica que va en aumento en este país.
El domingo 23 de marzo por la noche se inició una acampada en Sol que fue desalojada por la policía en la mañana del martes, pero como bien dijo un hombre en un Asamblea esa misma tarde, un desalojo no acaba con la Acampada Dignidad. Vamos a seguir encontrándonos en las calles.
31 de marzo 2014