Trabajadoras y trabajadores de las grandes cadenas de comida rápida hicieron huelga el jueves cuatro de septiembre, en 150 ciudades de EE UU en demanda de aumentos salariales y de derechos sindicales. Las protestas culminan un proceso de dos años de campaña por la organización sindical en un sector especialmente fragmentado en el que dominan las franquicias y en el que la fuerza de trabajo es predominantemente de color y de origen migrante. El paro afectó a restaurantes de cadenas como McDonalds, Burger King, Wendys o KFC. Las manifestaciones y sentadas se saldaron con 465 personas detenidas
La huelga demanda una paga de 15 dólares la hora, un aumento de más del 100% con respecto al salario mínimo. Desde 2009, éste se encuentra fijado en 7,25 dólares la hora, y es una referencia muy usada en las cadenas de comida rápida según denuncia la campaña sindical promotora de la huelga. Parte de la batalla tiene que ver precisamente con las dificultades para establecer negociaciones colectivas debido al sistema de franquiciado que suelen usar las marcas para implantar estos establecimientos.
Tal y como informa E. Tammy Kin en la edición estadounidense de Al Jazeera, la cuestión de la responsabilidad de las marcas sobre las condiciones salariales y laborales en sus establecimientos franquiciados está empezando a llegar a los tribunales. A finales de julio, la oficina federal de Relaciones Laborales dictaminó que McDonalds debía ser responsable, y no solo la propiedad local de sus restaurantes, de las reclamaciones por represión sindical y otras conductas ilegales. Entre ellas, las prácticas de robo de salario (wage theft) como las horas extras no pagadas o la obligación de asumir el coste del lavado del uniforme.