En Guatemala, las organizaciones campesinas e indígenas no olvidan un hecho sangriento, que sin embargo refleja la disposición de lucha de los campesinos, de los pueblos indígenas y de la población que no ha sido tomada en cuenta por el sistema político y económico del país. Hace 34 años, el 31 de enero de 1980, 37 personas campesinos indígenas, estudiantes y personal de la embajada española-murieron durante la recuperación policiaca de la sede diplomática, ocupada por los manifestantes para denunciar la política de tierra arrasada contra los pobladores del Quiché.
Carlos Paz, integrante del Comité de Unidad Campesina que junto con estudiantes organizó la ocupación de la embajada española, que fue quemada durante el asalto policiaco- considera que el evento fue también un salto de calidad en el planteamiento de reivindicaciones de los campesinos y reflejó la disposición para enfrentar al sistema, aun sabiendo que se enfrentaban a un régimen sanguinario.
A finales de los setentas la lucha social y guerrillera estaba a la orden del día en Centroamérica: los sandinistas derribaron a Somoza en Nicaragua; la lucha popular en El Salvador estaba por todo lo alto con la ocupación de instituciones; en Costa Rica había movimientos guerrilleros; y todo esto, considera Paz, tuvo una gran influencia en el contexto político guatemalteco.
La acción de ocupar la embajada fue la culminación de un proceso organizativo del Quiché, en un momento de nivel de confrontación muy alto y con organizaciones conscientes de que cualquier cosa podía pasar, pero no había otra alternativa, explica el dirigente campesino.
Los campesinos y estudiantes estaban decididos a hacer valer sus reivindicaciones por todos los medios que fueran posibles, recuerda Paz, pues estaban agotados los medios de participación popular. Para el CUC fue un golpe duro, pues cayeron varios dirigentes. No sólo afectó las estructuras, sino que la organización estaba en la primera línea de confrontación con fuerzas militares y policiacas legales e ilegales-, que iban a encaminar todas sus baterías a atacar al CUC.
Después de la represión, en la que murió, entre otros, Vicente Menchú, el Comité pudo sostenerse. Ese mismo año llevó adelante una huelga de cortadores de caña en la que participaron cerca de 80 mil trabajadores y, pese al golpe, se granjeó simpatías y contribuyó al desarrollo de organizaciones comunitarias en otras partes del país, explica Paz.
Treinta y cuatro años después, los movimientos campesinos no sólo se mantienen, sino que han fortalecido sus propuestas y sus estructuras en medio de todas las dificultades existentes, considera el entrevistado. Pero hay algunas diferencias en la lucha social de entonces y de ahora.
En Guatemala, como en otros países de América Latina, no se puede hablar de campesinos sin la otra cara de la moneda, los pueblos originarios. En ese sentido hay un salto de calidad. Si bien en los años ochenta ya se empezaba a hablar, a decir, a analizar, a tomar en cuenta todo lo que los pueblos originarios pueden aportar, era muy poco. Actualmente, los pueblos originarios han ganado no sólo en espacios económicos, políticos, sociales y culturales, sino que están presentes a nivel de propuestas. Las comunidades indígenas son los sujetos políticos que hoy predominan en el país, cosa que no sucedía antes.
Hoy ya no es el movimiento campesino con sus reivindicaciones salariales solamente, sino el movimiento campesino y los pueblos originarios en defensa de la vida, de la tierra, de los recursos naturales. Hay grandes posibilidades de organización y articulación, valora Carlos Paz.
Batalla por la verdad
Lo sucedido en la embajada español es parte de la represión y criminalización que han sufrido los movimientos sociales en distintas épocas de la historia, considera el dirigente del CUC: No es algo que es la primera vez que pasa. Recuerda la serie de masacres contra indígenas ocurridas a finales de los setentas, lo que recuerda que el sistema que gobierna Guatemala no está dispuesto a asumir un papel donde quepamos todos, indígenas, ladinos, campesinos, y que busque el bienestar de la sociedad. Más bien privilegia sus intereses particulares y se olvida de todo lo demás. Van a reprimir a todo lo que se les oponga.
Pero no es la única lección el que los gobernantes reprimirán a quien se les oponga. Lo sucedido también es un ejemplo de voluntad, decisión y disposición de que la lucha debe continuar, independientemente de que caigan unos u otros. La defensa del bienestar, la felicidad y la dignidad no puede claudicar aunque las condiciones sean duras.
Paz denuncia que hay en Guatemala una tendencia a olvidar episodios como la mencionada quema de la embajada en la que hubo solamente dos sobrevivientes, el embajador y un campesino que fue torturado y asesinado unos días después. Aun así, en algunos sindicatos, organizaciones de derechos humanos, estudiantes, campesinos y comunidades trabajamos para resguardar esto. Hay reflexiones de todo lo que ha pasado. Es una guerra que se libra entre quienes intentan olvidar el pasado porque no les conviene y usan a su favor todos los medios de comunicación, la iglesia, la educación, y nosotros, que en medio de todo tratamos de mantener esa relación entre el pasado y el presente.
Para ganar la batalla por la verdad histórica, los movimientos sociales deben fundamentar su presente haciendo un recordatorio del pasado. Los valores que las luchas pasadas nos dejaron deben mantenerse vivos. Para el dirigente, no se trata sólo de recordarlos en las fechas o mencionar su nombre, sino de tenerlos presentes por su trabajo cotidiano.
Publicado el 17 de febrero de 2014