En Movimiento

Raúl Zibechi

La nueva esclavitud seña de identidad del capitalismo

En diversos diálogos con personas que trabajan las migraciones y en el encuentro por los 50 años del Congreso Indígena en San Cristóbal de las Casas, se mencionó cómo el llamado crimen organizado secuestra personas -tanto migrantes como mexicanos- para que realicen trabajo en condiciones de esclavitud. Aunque la modalidad haya sido puesta en práctica por bandas criminales, es el modo como el sistema viene actuando en la “cuarta guerra mundial” y acumulación por despojo.

En referencia a los migrantes, un miembro de Voces Mesoamericanas aseguró que muchos de ellos son secuestrados por grupos de traficantes para que realicen trabajos forzados de empaque de droga o limpieza, para luego ser desaparecidos si no consiguen fugarse de la esclavitud. Por supuesto, no reciben paga y sus condiciones de vida son miserables.

Algo similar escuché en boca de seminaristas de Chicomuselo, donde se asienta la minera canadiense Blackfire Exploration que explota el mineral barita de forma ilegal. Jóvenes de la población fueron secuestrados y esclavizados por las bandas armadas, probablemente en acuerdo con la minera ya que sería el modo de frenar las protestas de la población, y ante la pasividad del ejército que tiene un batallón en la zona y cuando interviene lo hace contra la población.

La población de Chicomuselo señala que “desde el año 2017 la empresa canadiense realizó un cambio en el título de concesión para ahora llamarse “Barita de Chiapas” y, con ello, reiniciar la explotación ilegal del mineral en el ejido Santa María” (radiozapatista.org, 10 de enero de 2023).

Los grupos paramilitares, imposible diferenciarlos del crimen y el narco, decidieron expulsar cientos de familias ante la resistencia creciente a la minera. Los pobladores “acusaron que las fuerzas armadas entraron al ejido “quitando las cercas” que instalaron sus pobladores “para evitar el ingreso de los cárteles” y como forma de resguardarse “por la creciente violencia” del crimen organizado” (desinformemonos.org, 17 de enero de 2024).

Más aún, los habitantes de los municipios de Chicomuselo, Socoltenango y La Concordia denunciaron que “se encuentran huyendo por el ingreso de las fuerzas armadas”, y criticaron que los militares violentan a la sociedad civil en lugar de actuar contra los grupos criminales: “La población señala que por qué no resguardan los lugares donde se encuentran los grupos criminales y liberan las carreteras que mantienen bloqueadas desde hace más de dos años, pero sí entran a las comunidades donde la gente está organizada para cuidar sus ejidos”, subrayó el pueblo en un comunicado.

En suma, los hechos son muy claros para quien quiera entenderlos. Una minera es protegida por las fuerzas armadas del Estado y por los grupos paramilitares/crimen organizado, actuando contra la población para facilitar el despojo.

De aquí pretendo sacar un par de conclusiones.

La primera es que no existen ni el crimen organizado, ni el narcotráfico, ni las bandas paramilitares, que todas ellas son una sola con el aparato armado del Estado-nación. Claro que hay matices y diferencias, pero todas las bandas trabajan para el capitalismo, en este caso para la minera. Trafican con personas o con drogas, o con lo que sea, forman parte de la acumulación por despojo a tal punto que estamos ante un “Estado mafioso” o “Estado para el despojo”.

Toda la publicidad mediática sobre los diversos carteles enfrentados (que existen realmente y se enfrentan), así como que el ejército vigila y pacifica, encubre la realidad de un negocio y de un sistema que no puede existir sino asesinando, desapareciendo y desplazando familias y comunidades enteras, en muchas áreas y regiones de este planeta.

En segundo lugar, lo que sabemos de Chicomuselo (y de muchos otros lugares donde el capital se ha quitado el disfraz democrático), no es muy distinto de lo que sucede en Gaza y en otras partes del mundo. Cambian las geografías y los nombres de las empresas depredadoras; otros son los Estados y los nombres de las fuerzas en armas; pero es la misma guerra de despojo contra los pueblos.

La esclavitud a la que son sometidas miles de personas, en particular jóvenes, es el modo como el capital está dispuesto a relacionarse con las y los de abajo, porque son un estorbo para su modo de acumulación. Así como se pretende despoblar Gaza, Cisjordania y parte de Líbano a través de un genocidio para instalar colonias israelíes, en nuestro continente se asesina para liberar territorios a los diversos modo de despojo, ya sea minero, de grandes obras o del tráfico de personas y drogas.

En tercer lugar, no son guerras distintas sino una sola con diferencias de intensidades y de quienes las perpetran sobre el terreno. Una de las tareas urgentes es quitar el velo que encubre los crímenes del capital. Uno de esos velos es no hablar de la esclavitud realmente existente. Otro es mentar progresismo cuando debería decirse capitalismo, guerra contra los pueblos, o contrainsurgencia arropada en votos. Es imprescindible la solidaridad con Gaza, sin olvidar lo que sucede en Chicomuselo, en toda la zona fronteriza de Chiapas, en buena parte de América Latina, para que esa solidaridad no sea unilateral y puntual, sino un modo de ser anti-sistémico de nuestras organizaciones.

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