La huerta en el barrio, otra forma de asegurarse alimento

Página 12

Foto: Flor Bustamante Arias

Asentado al pie del cerro en el acceso a la ciudad de Salta, el popular barrio Villa Floresta es quizás uno de los primeros en la instalación de huertas en la Capital. Las familias migrantes, en su mayoría de la Puna y Bolivia, que desde hace 30 años vienen asentándose en ese ámbito, parecen haberle dado ese carácter de barrio huertero. 

Muchas casas tienen sus fondos llenos de sembrados. Los frutos se usan para consumo propio, para invitar a los parientes y también para «convidar», una práctica ancestral que se replica en esta Villa, que se asienta en la Capital provincial pero no abandona las costumbres de las tierras de sus mayores. 

Salta/12 recorrió algunas huertas en esta barriada, apenas una muestra de las más de 3 mil huertas familiares que hay en toda la ciudad.

Constantina Paniagua nació en Atunmayo, Bolivia, vino a los 22 años a Salta capital y desde “siempre” vive en Villa Floresta, a donde llegó cuando el barrio era más monte que casas y gente. “Siempre” tuvo huerta. Más interesada en el trabajo que en la conversación, dejó dos frases sobre esta práctica: “Mi papá era agricultor» y «Tenemos que trabajar”.

Su huerta está en un terreno vecino al de su casa. En un espacio de 10 por 40 metros cultiva “haba, de todo”: coreanitos, cayote, papaya, acelga, higo, cebolla de verdeo, yacón, durazno, uva, morrón, esponja, choclo, lima, cedrón. Y hasta ajenjo y el picante locoto. Lo que cosecha es sobre todo para consumo propio y de la familia ampliada, y también para los vecinos y conocidos: “Yo convido mucho”. Como prueba de su generosidad, ofrece limas y uvas de fresca dulzura. 

Francisco Díaz vive más abajo, en su huerta se ven zapallos, calabazas, choclo y otros productos, pero él está más interesado en mostrar la huerta de su vecina, Argentina Ester González, cuyo fondo está conectado por un portón con el de Francisco.

Argentina tiene un patio lleno de plantas frutales. Las de vainilla de campo, palta, pomelo, limón, naranja, durazno, manzana, parra y zapallo. Hace 30 años que vive en Villa Floresta y “siempre” ha tenido huerta. “Hay que tratarla mucho a la tierra”, explicó. Para hacer espacio para las plantas hubo que sacar las piedras que hay en esa zona. Su producción es para consumo propio, y para el convido.

Ya en su huerta, Francisco tiene maíz, pimiento, acelga, orégano. También él destaca que «siempre» la tuvo. Es otro de los habitantes que estuvo desde los inicios del barrio, hace 30 años, cuando vino del departamento Anta, «del medio de la selva».

ProHuerta y agentes sanitarias 

En la promoción y continuidad de las huertas familiares juegan en este caso un papel importante las agentes sanitarias del Ministerio de Salud de Salta, que por su función conocen cada recoveco de los barrios.

Salta/12 compartió la recorrida por Villa Floresta con tres agentes sanitarias del Centro de Salud Nº 44, Villa Floresta, Nelly Pérez, María Alvarez y Romina Chaparro, y con el técnico Leonardo Fernández, del Programa ProHuerta, del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación y el INTA, que colabora el proceso de huertas familiares. Ellos fueron guías por calles urbanas, aunque salpicadas de piedras que hacen difícil el tránsito, más todavía con la pendiente de la zona, y también por caminos a duras penas abiertos entre la abundante maleza de la época estival, ya en el mismo cerro.

Ahí tiene su casa Lidia Mercedes Quispe. Vino hace cinco años desde el departamento Iruya, de la Finca Valle Delgado. Con su marido siguieron la ruta marcada por las hijas, que llegaron antes a la ciudad, en busca de trabajo más redituable que la vida en el rodeo en la zona rural montañosa: “Allá en el campo es muy orilla y es muy complicado”. Lidia es diabética y “ya no querían mis hijas que viviera aquí”, por los múltiples inconvenientes para atender su salud.

Su casa casi cuelga del cerro. Desde allá arriba, rodeada de verde, tiene una vista espectacular del valle donde se asienta la ciudad.

Lidia tiene once hijos. Su casa, hecha por el marido, a pura piedra colorada del cerro, quedó rodeada de las viviendas de sus hijos e hijas. Todas tienen huertas, algunas mantenidas por Lidia, porque la hija se fue a trabajar a otra ciudad. En Valle Delgado también tenía huerta. Ahora cultiva lechuga, morrón, coreanito, puerro, tomate, cebolla de verdeo, apio, acelga, ají balita o pulpica, y tiene plantas florales. En este lugar, donde los efectos de la poca lluvia de este año se sienten menos, la huerta tampoco está en su esplendor, porque “la oruga se lo comió todo”. Hay muchas hormigas y gusanos que atacan, dijo la huertera.

También ella produce para consumo propio y familiar, algo de lo que queda lo vende, y otro poco lo convida.

De un extremo a otro

En toda la ciudad de Salta hay 3.375 huertas. Cinco técnicos del INTA acompañan estas iniciativas, que además cuentan con el apoyo de 244 promotores, como las agentes sanitarias de Villa Floresta.

Es que la promoción de las huertas familiares está dentro de los objetivos de la Atención Primaria de Salud (APS), porque está claro que una buena alimentación previene enfermedades. Por eso, los «manuales de agentes sanitarios tiene el programa de huertas» y cuando los agentes visitan a las familias, además de pesar a los niños y vacunar, le prestan atención a los fondos de las casas. «Ver el saneamiento ambiental, qué tipo de disposición sanitaria tienen, si se proveen bien de agua y cómo se deshacen de la basura. Dentro de eso también ver si tienen un lugar para poner la huerta», contó la supervisora del Centro de Salud de Villa Floresta, Graciela Carrizo.

La supervisora tiene 37 años de trabajo en la APS y recordó que «hace mucho» trabajan con el programa ProHuerta, que capacita a promotores y huerteros, distribuyendo semillas por estación y técnicos que aconsejan mejores prácticas.

La huerta familiar es una actividad «motivadora, tanto para las familias como para nosotros como agentes, porque es una actividad que nos gusta, nos gusta hablar con la gente, ayuda en nuestra tarea educativa también, en la limpieza, y que ellos mismos puedan levantar un tomate, cortar el perejil para sus comidas, porque a veces las familias no tienen para comprar». Y es también motivador ver que, a propósito de la alimentación saludable, las familias puedan «levantar los frutos, la verdura, dentro de su propia huerta». Y es valorable, dijo Carrizo, el esfuerzo de la gente para poner sus huertas aún en el espacio más pequeño.

Con las huertas también se trata de «recordar ciertos valores que las familias tienen, porque todos se acuerdan de lo que el papá, el abuelo, hacían. Bueno, por lo menos que les quede eso de herencia para las nuevas generaciones, valorar, el recordarse como trabajaban en la tierra y que toda la familia pueda participar de esa tarea amena».

«El ProHuerta es un programa con 30 años de historia» que fue creciendo hasta constituirse «en una formidable política pública de alcance nacional», agregó el director del Centro Regional Salta Jujuy del INTA, José Minetti.

El ProHuerta, dijo, «trabaja por la seguridad y la soberanía alimentaria de familias urbanas» y «periurbanas rurales en situación de vulnerabilidad social», para eso «favorece el acceso a alimentos a través de la autoproducción de hortalizas y proteína animal con enfoque agroecológico», y promueve también «experiencias productivas, de agregado de valor y circuitos cortos de comercialización que generan ingresos para las familias».

En el país tiene el ProHuerta tiene una red de 9 mil promotores, «una trama de conocimiento y capacitación que pone en diálogo los saberes populares con el acompañamiento técnico y profesional de los equipos de la más de 300 agencias de extensión del INTA en todo el país».

En Salta en el último quinquenio se llevaron adelante 88 Proyectos Especiales ProHuerta, la mayoría de acceso al agua, pero también los hay de producción agropecuaria, comercialización y comunicación.

En la provincia hay 16.659 huertas familiares, con las que colaboran 769 promotores y 33 técnicos.

Fuente: Página 12

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