En el Altiplano boliviano, a más de 4.000 metros de altitud, la comunidad Puñaca Tinta María del pueblo uru Murato lucha por no desaparecer. Durante siglos, los uru Murato han vivido en islas del lago Poopó, de ahí que se les llame “gente del agua”.
Sin embargo, desde 2015, el lago se ha secado por completo, transformando radicalmente su modo de vida. La desaparición del Poopó se debe a varios factores, tales como las explotaciones mineras de zinc y estaño, que consumen grandes cantidades de agua, el cultivo de quinoa y el calentamiento global, el cual está reduciendo las precipitaciones y favoreciendo la evaporación en el Altiplano. Además, la comunidad se enfrenta actualmente a una intensa sequía, y solo queda un pozo para todos los habitantes.
Las fotografías de este reportaje forman parte de una exposición fotográfica realizada por Sara Aliaga Ticona, artista y periodista. En colaboración con la comunidad, realizó esta exposición fotográfica y un corto documental, titulado Urus, del agua vengo, que retrata la cosmovisión, la lucha y la resiliencia de este pueblo ancestral que más que nunca corre el riesgo de desaparecer, lo que significaría una pérdida irreparable para Bolivia.
“No tenemos agua, no podemos sembrar y cultivar porque no tenemos territorio para eso”, se lamenta Erasmo Zuna, jefe de la comunidad de 33 años. Las diez familias que aún viven en Puñaca Tinta María se enfrentan a un doble reto: por un lado, desarrollar actividades económicas para seguir viviendo en su territorio ancestral y, por otro, conseguir preservar historias y recuerdos para que la identidad y cosmovisión del pueblo uru Murato no desaparezcan por completo.
“Más antes vivíamos del lago, de sus peces, cazábamos aves del Poopó. Vivíamos en islas del lago y poquito íbamos en la tierra”, cuenta María Choque, una artista de la comunidad. En sus lienzos bordados, relata la antigua vida lacustre de su pueblo.
Una vida entre los juncos era posible gracias a la abundancia del lago. “Hoy estamos abandonados, nadie nos recuerda, no hay agua ni lugar para cultivar, ninguna autoridad nos ayuda”. Muchos de los habitantes se han marchado a otras partes de Bolivia o al extranjero, ante la imposibilidad de vislumbrar un futuro para Puñaca Tinta María.
Los uru Murato también tienen que lidiar con la industria minera, muy importante en esta zona rica en zinc y estaño, una actividad que ha contribuido a secar el lago Poopó, contaminando el territorio de la comunidad y, en particular, su único pozo. “Miren el pozo, ¿les dan ganas de tomar el agua de allí?”, pregunta Erasmo Zuna mientras enseña el lugar en el que vive la comunidad. Entre dos tablones de madera, puede verse el agua con visos grasientos. Los análisis realizados hace unas semanas revelaron la presencia de metales pesados como plomo y mercurio. “Sin ayuda exterior para comprar agua, todos tenemos que tomar de este pozo, no hay otra forma”, continúa con un dejo de resignación el líder de la comunidad. Las demás comunidades cercanas también se ven afectadas por este problema.
Sin embargo, no todos se dan por vencidos, y ahora se están poniendo en marcha varias actividades económicas. En concreto, la comunidad quiere centrarse en el turismo local y cultural como forma de dar a conocer a los visitantes el modo de vida y la cosmovisión uru Murato.
Abdón Choque, un joven de la comunidad, ha estudiado turismo comunitario. Es quién está detrás de la apertura de un pequeño museo en Puñaca Tinta María que enumera las 38 especies de aves que solían vivir en el lago Poopó. “Cada especie tenía su función”, explica, “unas eran para la carne, otras para los huevos, ciertas nos guiaban en zonas del Poopó donde había peces”. Con el tiempo, también le gustaría identificar las distintas plantas utilizadas tradicionalmente por los uru Murato y abrir un pequeño establecimiento de alojamiento para turistas.
También se están desarrollando otras dos actividades: la producción y venta de sal, fomentada por la creciente salinización de la zona en torno al antiguo lago, y la venta de artesanía a nivel local y próximamente en Oruro, la ciudad más grande del departamento.
En la comunidad persiste la esperanza de que el lago Poopó retorne algún día. No es la primera vez que el lago desaparece. Entre 1939 y 1944, el Poopó se secó por completo, y en otros períodos del siglo XX, su nivel bajó drásticamente, como en 1969 y 1973.
Los jefes uru Murato realizan periódicamente un ritual sagrado para que caiga la lluvia y vuelva el agua. Erasmo Zuna, Félix Mauricio Zuna, el anciano de la comunidad, y Pablo Flores van hasta el cerro Jututilla, un lugar espiritual importante para su pueblo: “Ese cerro es como un dios para nosotros”, indica Erasmo Zuna, “así que le pedimos que vuelva el lago. En su época, mis abuelos decían ‘de diez años va a volver’, y funcionaba. Por eso seguimos esos usos y costumbres”.
Este artículo ha sido traducido del francés por Patricia de la Cruz
Publicado originalmente en Equal Times