El Hadj Diop, de 64 años, ejerció como fotógrafo profesional para el servicio de información de UNICEF hasta el 10 de octubre de 1999. Ese día, su hija mayor, Ami Diop, de 12 años, falleció al cabo de dos días de fiebre intensa. Diez días después, falleció su sobrino, ambos por la misma enfermedad: paludismo. “El sábado que sepultamos a Ami, estaban enterrando al mismo tiempo a otros niños. Todos muertos por la misma causa”, recuerda El Hadj Diop.
Hace veinte años, Alou Niasse, enfermero jefe del distrito de Thiénaba, a dos horas en coche de Dakar, recuerda que el 65% de los pacientes que lo consultaban sufría de paludismo, o malaria, como también se le conoce a esta enfermedad infecciosa.
“En la década de los años 1990, fallecieron decenas de personas víctimas del paludismo durante la temporada de invierno”, rememora el oficial de servicio que trabaja desde hace más de 20 años en el centro de salud comunitario.
Ante esta situación, El Hadj Diop y las mujeres de los 83 municipios circundantes fundaron la Asociación Islámica Sopey Mohamed de lucha contra el paludismo. La asociación reúne no menos de 2.600 voluntarios en las poblaciones de los alrededores del este de Thiès, la segunda ciudad más grande de Senegal. “Cuando iniciamos la asociación, todos los días tenía que caminar decenas de kilómetros para sensibilizar a los lugareños a que utilizaran el mosquitero”. De hecho, el vector principal del paludismo o malaria es un mosquito que prolifera en toda la región subsahariana de África.
Sin embargo, la distribución de mosquiteros impregnados de repelente no era suficiente, tenía que acompañarse de su difusión en los mercados y de mensajes audio sobre su utilización. Cabe mencionar que en estos pueblos y aldeas, donde el 40% de la población vive de la pesca, los lugareños utilizan los mosquiteros como redes para pescar.
El éxito del trabajo comunitario
Sokhna Niang tiene 60 años, si bien parece diez años más joven cuando la vemos en plena acción con su escoba en compañía de otras diez mujeres que se ocupan de barrer las calles de Thiénaba, una actividad que se realiza dos veces por semana. Esta actividad se debe a que, actualmente, la sensibilización también se extiende al saneamiento del entorno de vida.
La participación en estos trabajos comunitarios es obligatoria para las mujeres de la localidad con el fin de asegurar una participación más global en la lucha contra el vector principal. Si alguna vez una de ellas falla en esta labor sin causa justificada, debe pagar una multa de 50 francos CFA, el equivalente a 7,5 centavos de dólar USD. Ciertamente es una suma reducida, pero resulta importante para las familias de este pequeño pueblo, donde la población vive de la agricultura, la ganadería y la pesca.
Según el enfermero jefe del distrito local, estas medidas de saneamiento y sensibilización han conseguido “reducir los casos de paludismo fuera de la temporada de lluvias”.
Los cinco a diez pacientes registrados fuera de la temporada de lluvias estos últimos dos años eran más bien “viajeros procedentes de Malí y en tránsito hacia Dakar”, precisa el técnico sanitario, al tiempo que Alou Niasse añade “salvo estos casos, no registramos ningún otro paciente fuera de la temporada de lluvias en las 83 aldeas del distrito de Thiénaba”.
Más casos identificados, pero una menor mortalidad
La semana del 15 al 20 de abril se celebró en Dakar una conferencia panafricana sobre el paludismo, que reunió a más de 3.000 expertos para hacer un balance de la lucha contra la enfermedad responsable de 445.000 fallecimientos en todo el mundo en 2016, según la OMS. “En 2016, se registraron 216 millones de casos clínicos, cinco millones más que en 2015”, indica el último informe de la OMS, al tiempo que precisa que “el 90% de estos casos se produjo en África subsahariana”.
En el continente africano, cada dos minutos muere un niño de paludismo. “A pesar de los esfuerzos realizados, aún queda mucho por hacer para ganar esta batalla de vital importancia contra este flagelo, el cual merma el impacto de nuestro desempeño económico”, afirmó el presidente de Senegal, Macky Sall, en la ceremonia de apertura.
De hecho, según el análisis de unos veinte estudios llevados a cabo entre más de 24.000 donantes de sangre, particularmente en Nigeria, el país más poblado de África, “en algunas zonas subsaharianas casi una cuarta parte de los bancos de sangre (23,46%) contienen parásitos causantes del paludismo.
Según otros estudios de la OMS, en algunos países afectados por situaciones de conflicto, la presencia de grupos jihadistas y episodios de hambruna, se ha observado un “rápido aumento de infecciones y muertes por paludismo”, particularmente en Nigeria, la mayor potencia económica de África), en Costa de Marfil, Sudán del Sur y la República Centroafricana.
Multiplicar los enfoques y las soluciones
Durante una semana, los participantes en la conferencia de Dakar definieron las posibles formas de “acelerar la lucha contra el paludismo en el mundo, especialmente en África subsahariana, donde esta lucha se ha estancado en los últimos años”. En este sentido se mencionaron: la sensibilización al uso generalizado de mosquiteros, la experimentación de mosquitos genéticamente modificados y el desarrollo de vacunas.
Una solución consiste en desarrollar, como en la República Centroafricana, redes de trabajadores sanitarios comunitarios formados para hacer diagnósticos rápidos y equipados con mochilas que contienen lotes completos de medicamentos y que les permiten desplazarse rápidamente siempre que sea necesario.
En 2014, los investigadores del Imperial College de Londres eligieron un enfoque científicopara influir en la selección sexual de los anófeles, la familia de mosquitos que transmite el parásito que origina el paludismo. En concreto, son las hembras las responsables de las picaduras a los humanos y, por lo tanto, las causantes de la propagación.
Para eliminarlas, los biólogos ingleses han inyectado en el genoma del mosquito Anopheles gambiae, uno de los principales vectores de la enfermedad en el mundo, una enzima glotona. Bautizada como I-Ppol, esta enzima retira del ADN el cromosoma X, el que genera a las hembras, durante la producción de espermatozoides.
La cepa es completamente fértil, pero un 95% de las larvas que produce son machos. Los investigadores introdujeron en jaulas 50 anófeles machos genéticamente modificados y 50 hembras salvajes, y en cuatro de cada cinco jaulas, la población de mosquitos fue totalmente destruida en solo seis generaciones debido a la falta de hembras para perpetuar la especie.
“Creemos que nuestro enfoque innovador es un gran paso adelante y, por primera vez, hemos logrado evitar la eclosión de las hembras en laboratorio, lo que podría ayudar a eliminar el paludismo”, comenta Andrea Crisanti, del Departamento de Ciencias de la vida del Imperial College, durante una mesa redonda sobre nuevas formas de lucha en la conferencia de Dakar.
Desde el año 2000, todas estas medidas de control de las poblaciones de mosquitos y el refuerzo de la prevención permitieron reducir en un 42% la mortalidad relacionada con el paludismo en África subsahariana, reconocen diversos agentes asociativos.
La carrera por la vacuna
Entre 2016 y 2018, los ensayos de una nueva vacuna denominada PFSPZ, desarrollada por el laboratorio de enfermedades infecciosas de la Universidad de Maryland, en Estados Unidos, se efectuaron en “candidatos a la vacuna” en Burkina Faso, Mali, Kenia y Tanzania con un resultado del 38% de eficacia, según el profesor Matthew Laurens, investigador asociado.
Pero para que estas vacunas lleguen a los millones de personas que enferman anualmente de paludismo, será preciso esperar al año 2023. Este tiempo permite, por un lado, garantizar las normas de seguridad, pero también la adquisición de las licencias de explotación por otras empresas farmacéuticas.
En 2013, el Comité Asesor de Políticas de Paludismo de la OMS solicitó al Programa Mundial de lucha contra el paludismo que desarrollara una nueva estrategia para elperíodo 2016-2030 el desarrollo de una nueva estrategia para el período 2016-2030 con el objeto de reducir en un 90% las tasas de mortalidad debidas al paludismo.
Según los cálculos de la organización, se necesitaría una inversión de 100.800 millones de dólares (unos 84.000 millones de euros), hasta 2030, para lograr los objetivos, que incluyen no solo la prevención y detección sino también la investigación –para la cual deberían destinarse anualmente 673 millones de dólares (unos 563 millones de euros)–.
La coordinación de las ONG reunidas bajo la plataforma Roll Back Malaria (Erradicación del paludismo) estima que, efectivamente, el coste es elevado, pero necesario, ya que podría salvar 10 millones de vidas y generar miles de millones en retorno económico en los países más golpeados por la enfermedad.