El salvaje copyright en las Olimpiadas: Un panadero es obligado a no vender sus panes en forma de aros

Lionel Maurel (Calimaq) Traducción: Arthur Lorot

Francia. Como si de una pesadilla cyberpunk se tratase, durante los pasados Juego Olímpicos de Londres, las limitaciones a las que fueron sometidos los ingleses y los espectadores en nombre de la propiedad privada coartaron las libertades esenciales de los ciudadanos para someterlos a la ley de las corporaciones. Gracias a los derechos otorgados por el Estado inglés a las grandes marcas, los bienes públicos más básicos como las palabras del lenguaje, la información, el espacio urbano, los transportes públicos, la gastronomía y los códigos indumentarios fueron «temporalmente privatizados».

El cyberpunk es un subgénero de la ciencia ficción, conocido por su enfoque en la «alta tecnología y bajo nivel de vida», que mezcla ciencia avanzada, como las tecnologías de la información y la cibernética, junto con algún grado de desintegración o cambio radical en el orden social.

A primera vista, hay poca relación entre los Juegos Olímpicos (JO) de Londres y las distopias del cyberpunk que fueron imaginadas desde los años ochenta en las novelas de William Gibson, Bruce Sterling, Philip K. Dick o John Brunner.

Pensándolo bien, el doping –cuyo espectro rondó sin sorpresa los últimos Juegos Olímpicos– es un primer elemento que hace pensar en el cyberpunk. Esta actividad hace referencia a los humanos que buscan mejorarse artificialmente gracias a implantes biónicos o a la absorción de sustancias químicas.

Sin embargo la analogía con el cyberpunk parece aún más pertinente a través de la gestión de los derechos de propiedad intelectual hechos por el Comité Internacional Olímpico (CIO). A medida que se descubrió el espantoso arsenal instalado para proteger los copyrights y las marcas relacionadas con los Juegos Olímpicos, se empezó a ver hasta dónde podrían llevar las consecuencias de la propiedad intelectual.

De hecho, una de las características menos conocidas de los universos cyberpunk es la importancia que toman las grandes corporaciones en la vida de los individuos. Un artículo de Wikipedia explica este rasgo particular:

«Las multinacionales, más potentes que los Estados, tienen sus propias leyes, poseen territorios y controlan la vida de sus empleados desde su nacimiento hasta su muerte. Sus dirigentes suelen no tener sentido moral. La competencia para elevarse en la jerarquía es un juego mortal.

Los personajes de las novelas cyberpunk son insignificantes en comparación con el poder casi divino que tienen las mega-corporaciones: son ante ellas granos de arena en el engranaje».

En los universos cyberpunk, las firmas privadas más potentes absorbieron ciertas prerrogativas de los Estados, como el mantenimiento del orden a través de la policía o el ejército. Las corporaciones cyberpunk controlan territorios y los empleados que trabajan para ellas se vuelven en cierto modo «ciudadanos» de estas firmas, cuyos derechos están condicionados al poder de la empresa a la cual pertenecen.

Acta de los Juegos Olímpicos

Para los JO de Londres, el CIO obtuvo del Estado inglés la transferencia de varios derechos soberanos, pero los novelistas de la ola cyberpunk no habían previsto que sería a través de la propiedad intelectual que se operaría esta transferencia de potencia pública.

Para defender sus marcas y sus derechos de autor, pero también para poder garantizar exclusividad real a sus generosos patrocinadores como Coca-Cola, Mac Donald’s, Adidas, BP Oil o Samsung, el CIO obtuvo del Parlamento inglés el voto en 2006 del Acta de los Juegos Olímpicos, que le otorgó poderes exorbitantes. La Autoridad Olímpica de Entrega dispuso de una armada de 280 agentes para aplicar la reglamentación en materia de comercio alrededor de los 28 sitios donde se desarrollaron los juegos. El Comité de Organización de Londres (LOCOG, por sus siglas en inglés) dispuso de una cuadrilla de protección de las marcas que vigiló las calles de Londres con gorras moradas para asegurarse del respeto de la Política Olímpica de Marcas. Este comité tuvo el poder de entrar en los comercios y también en locales privados y pudieron llevar a los infractores ante la justicia para aplicar multas de hasta 31 mil libras, a través de procedimientos de excepción acelerados.

El Acta de los Juegos Olímpicos estableció una verdadera policía del lenguaje, que influyó sobre la libertad de expresión durante los Juegos. Por ejemplo, estuvo prohibido usar en la misma frase las palabras «juegos», «2012», «veinte doce», «oro», «bronce» o «medalla». Tampoco se pudieron usar, modificar, desviar, connotar o crear neologismos a partir del vocabulario de los Juegos. Varios comercios como el Olympic Kebab, el Olympic Bar o el London Olympus Hotel fueron amenazados con multas para cambiar sus nombres.

El uso de los símbolos de los Juegos, como los aros olímpicos, estuvo estrictamente reglamentado. Un panadero fue obligado a quitar de su vitrina panes en forma de aros; a una florista le ocurrió lo mismo con ramos y una abuela fue acosada porque había tejido, con los colores olímpicos, un suéter para una muñeca destinada a una venta de caridad.

Esta regla se aplicó también de manera estricta a los medios de comunicación, que debieron comprar los derechos para usar los símbolos y términos relacionados con los Juegos. Por ejemplo, la cadena de televisión francesa BFM sólo pudo hablar de «juegos de verano». No obstante, existió una derogación legal en nombre del derecho a la información para que los periodistas pudieran relatar los eventos, pero la aplicación de esta excepción fue delicada y la revista The Spectator tuvo problemas por haber expuesto los aros olímpicos en su portada para denunciar los riesgos de censura consecuentes a este uso del derecho de las marcas. Un artículo de la página Scotman.com indica que varias firmas inglesas prefirieron autocensurarse de manera preventiva y decir «La palabra de la O» en lugar de «Olímpicos». ¡No estamos lejos de Lord Voldemort en Harry Potter, «El-que-no-debe-ser-nombrado»!

Censura

El derrape hacia la censura fue sin duda tramado por el CIO. El blog inglés Free Speech relata que las cuentas Twitter de activistas que protestaban contra la ubicación de los Juegos en Londres fueron suspendidas porque contenían los términos «JO 2012». Medidas excepcionales fueron establecidas para dispersar las manifestaciones y patrullar en más de 90 zonas de exclusión. Más caricaturesco aún: sólo fue permitido hacer un hiperenlace hacia la página de los JO 2012 si lo que se decía de ellos era positivo. Hasta Barack Obama y Mitt Romney fueron afectados por la política de lenguaje del CIO: éste exigió la retirada de videos de campaña con alusiones a los Juegos por violación de copyright.

Para los espectadores que fueron a los estadios, el control fue más drástico aún y fueron comprometidos con cláusulas contractuales extremadamente precisas, detalladas sobre los boletos de entrada. Estas medidas prohibieron, por ejemplo, difundir videos o fotos en redes sociales para proteger las exclusividades otorgadas a los medios de comunicación. Células de vigilancia fueron instaladas para espiar páginas como Twitter, Facebook, Youtube o Instagram.

Las reglas de los juegos dictaron también a los espectadores lo que pudieron comer. Fue imposible, por ejemplo, escapar a las papas a la francesa de Mac Donald’s en los lugares de las competencias porque obtuvo la exclusividad sobre este platillo, salvo como acompañamiento de los fish’n chips, especialidad nacional inglés, que consiguió una excepción. La propiedad intelectual dictó de igual manera la manera de vestirse: las autoridades olímpicas toleraron la marca Nike aunque el patrocinador oficial fue Adidas, pero los espectadores no pudieron usar playeras Pepsi, pues fue Coca-Cola quien pagó para ser patrocinador. Tampoco se pudo llevar un router 3G o un WiFi bajo amenaza de confiscación: British Telecom logró obtener una exclusividad sobre el acceso WiFi, y los espectadores tuvieron que pagar para tener derecho a este servicio, pero sólo con tarjeta Visa, patrocinador de los Juegos.

Se podrían multiplicar este tipo de ejemplos dignos de la literatura de Kafka, pero me parece que la demostración es ya bastante elocuente. Estos Juegos de Londres nos hicieron entrar de plano en la era cyberpunk. Una increíble transferencia de potencia pública hacia firmas privadas fue realizada a través de los derechos de propiedad intelectual. Medimos así toda la fuerza de los «derechos exclusivos» ligados a las marcas y al copyright, cuando se ejercen de manera desenfrenada en un ambiente saturado de signos y símbolos. El Tumblr (plataforma web que permite subir imágenes) OpenOlymPICS documentó la manera en la que la ciudad de Londres se transformó con el evento y como los lugares se cubrieron de alusiones a los JO: cada alusión es una «marca» que dio poder al CIO sobre el espacio.

Más allá del ACTA o de SOPA

El detonante que más hizo pensar en el universo cyberpunk, fue un atleta decidió rentar su hombro para hacer publicidad salvaje a una marca que no había pagado derechos al CIO, a través de un tatuaje. Este corredor subastó su propio brazo en eBay (página de subasta en línea), y se vendió a una agencia de publicidad por 11 mil dólares. Se trata de la sumisión de un individuo a una corporación que se hace, como en las novelas cyberpunk, gracias a modificaciones corporales que inscriben ese vasallaje en la carne.

Estas desviaciones son extremadamente graves y dibujan, sin duda, los contornos de un futuro negro para nuestras sociedades. Durante la lucha contra ACTA, SOPA o PIPA (leyes internacionales y estadounidenses que buscaban restringir las libertades de los usuarios en Internet), uno de los puntos que recibió más críticas por parte de los colectivos de lucha en defensa de las libertades fue justo el hecho de que estos textos transferían a operadores privados (proveedores internet o titulares de derechos) poderes policiales para aplicar derechos de propiedad intelectual.

Lo que obtuvo el CIO del gobierno británico supera mucho todo lo que estaba en el ACTA o SOPA en términos de delegación de potencia pública. Cuesta trabajo creerlo, pero un artículo del 29 de junio publicado en TheGuardian afirma que el Ministro de Defensa inglés planeaba, a petición de las autoridades olímpicas, instalar baterías de misiles sobre los techos de edificios habitacionales para proteger los sitios olímpicos de eventuales ataques terroristas. ¿Qué hay más cyberpunk que esto?

Una dictadura o un país ultraliberal”

En un artículo publicado en la página web de Le Monde el 27 de julio, Patrick de Clastre, historiador especializado en los Juegos Olímpicos, afirma que el nivel de control nunca ha sido tan fuerte como lo fue para los Juegos de Londres, donde huno mucho más control que para los Juegos de Pekin, en 2008. Añade que para imponer este tipo de reglas, el CIO necesitó «una dictadura o un país ultraliberal». Esta frase es terrible.

Imaginemos un minuto que un partido político, por ejemplo, tenga la posibilidad de controlar a los medios de comunicación, establecer una censura, levantar un ejército privado, cerrar comercios, imponer a la población reglas acerca de la comida y de la indumentaria, etcétera. ¿No gritaríamos al fascismo con justa razón? ¿El nivel de censura y de control experimentado en Londres fue tan diferente del que pesaba sobre las poblaciones árabes antes de sus revoluciones?

¿Tenemos que diferenciar el uno del otro porque se trata de firmas y marcas y no de un partido? En este sentido, veo un paralelismo entre los Juegos de Londres de 2012 y los funestos juegos de Berlín de 1936. Dirán tal vez que gano un punto Godwin (puntos que se atribuyen por referencias no pertinentes al nazismo), pero en términos de vulneración de las libertades públicas, ¿estamos tan alejados de lo que pasó en Alemania entre las dos guerras mundiales?

El 24 de julio, Jérémie Nestel, del colectivo «Libre accès» escribió un artículo muy fuerte intitulado «La desaparición de los bienes comunes cognitivos anuncia una sociedad totalitaria». Estaba de acuerdo con su argumento, aun cuando el uso del término «totalitario» me pareció discutible, pero los párrafos siguientes suenan como un eco directo a las desviaciones jurídicas de los Juegos Olímpicos:

«La voluntad de las multinacionales de privatizar a los bienes comunes cognitivos es una vulneración de la esfera pública. La esfera pública, hasta ahora designada como un espacio abierto accesible a todos, dentro del cual podemos circular libremente, puede extenderse a los espacios cognitivos. […]

Impedir la transformación de una obra, y crear artificialmente una frontera dentro de ‘los espacios comunes del conocimiento’ es un acto propio a una sociedad totalitaria».

Las reglas establecidas por el CIO para proteger sus derechos de propiedad intelectual perjudican gravemente a la esfera pública y desembocan en la destrucción de bienes comunes esenciales. Hannah Arendt explica muy bien que el totalitarismo opera a través de la destrucción de la diferenciación entre esfera pública y esfera privada. En el caso de los fascismos de entreguerras o del estalinismo, es la esfera pública que desbordó y tragó a la esfera privada hasta devorarla por completo.

Las derivas de la propiedad intelectual que constatemos durante estos Juegos Olímpicos funcionan en sentido contrario. Esta vez es la esfera privada quien sumerge el espacio público y lo destruye para someterlo a su lógica exclusiva. El efecto desastroso sobre las libertades individuales es sensiblemente idéntico, y es justo este proceso de corrupción el que habían anticipado los autores del cyberpunk con sus corporaciones soberanas, con la diferencia de que no habían imaginado que sería la propiedad intelectual quien sería la causa del advenimiento de esta pesadilla.

Publicado el 27 de agosto 2012

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