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Instantáneas de un acompañamiento a la Caravana Migrante

Caravana Gilberto Bosques Saldívar

Para Francesca Gargallo Celentani,

caminadora de la Patria Grande, y porque la queremos

Fotos: Alfredo López Casanova

I Los riesgos

La Caravana Gilberto Bosques Saldívar salíó el jueves 11 de noviembre a las 5 de la mañana de la Ciudad de México. Tras 16 horas de viaje, después de entrar a Oaxaca y pasar por la población María Lombardo, en el tramo Tuxtepec Palomares, la camioneta y el carro en el que se trasladaba fue detenido en un bloqueo por un grupo de campesinos de la comunidad San Juan Mazatlán Mixe. Un plástico largo colgado entre dos árboles hablaba de sus demandas. Eran las 9:30 de la noche y la carretera estaba totalmente oscura. Los hombres sacaron pistola y obligaron a la caravana a retroceder. Un hombre cubierto del rostro alumbró la camioneta y les dijo : “Váyanse rápido, váyanse ya. No queremos retenerlos. Por su seguridad es mejor que se vayan”.

La Brigada retrocede y pernocta en Tuxtepec para continuar al día siguiente su camino. La información que se obtuvo fue que los campesinos levantaron el bloqueo de la Carretera Federal 147, Palomares- María Lombardo y entregaron al Tesorero Municipal, que tenían retenido desde el 6 de noviembre, a cambio de la entrega los recursos federales del ramo 28 y 33 adeudados desde hace cinco meses.

II El encuentro con la Caravana Migrante

Eran las 12:20 del viernes 1, cuando la Brigada de Acompañamiento logró encontrarse con la Caravana Migrante en la Carretera Transístmica. El sol estaba a todo lo que da y el asfalto caliente quemaba la planta de los pies de quienes llevaban sandalias. Las mujeres y los niños estaban totalmente agotados y pedían agua, sólo agua. Una mujer que llevaba una naranja la peló y la repartió gajo a gajo a sus hijos, esposo y compañeros cercanos. Las botellas y garrafones de agua estaban vacías en medio de esa llanura sofocante, donde hasta los vientos llegan calientes. La camioneta de la Brigada se fue al poblado de Niltepec a comprar garrafones de agua y bolsas para repartirlos al contigente, pues la gente se amontonó desesperada a pedir agua y comida. Otros pedían zapatos porque sus chanclas ya estaban totalmente rotas. Otros pedían gorras para cubrirse del sol que les quemaba la piel.

III Dos bloqueos de la Guardia Nacional en un día

Desde que la caravana salió de Tuxtla Gutiérrez, el gobierno federal se planteó disolverla a como diera lugar, y ordenó y ha mandado en todo momento a la Guardia Nacional, al Grupo Beta y al Instituto Nacional de Migración a que usen todos los medios de disuasión o presión, ya fueran legales o ilegales. El objetivo es desarticularla lo más pronto posible.

¿Y la CNDH? Bien gracias. Mientras la Guardia Nacional instalaba su segundo bloqueo del día, a 34 kilómetros de La Ventosa, para que las familias se bajaran de los camiones de largas plataformas a los que generosa y solidariamente sus choferes dejan subir y ayudan a acortar distancias en el camino, una parte de los funcionarios de la CNDH se encontraba encerrada en sus carros, chateando y jugando con sus celulares a puerta cerrada y con los vidrios en alto, dando la espalda a los sucesos.

Pareciera que las instrucciones son la inacción y la omisión frente a la violacion de derecho al libre tránsito. Sólo salen de sus cómodos carros visiblemente molestos, cuando de plano los migrantes les gritaron para que fueran a mediar. Hay preocupación porque han pasado dos horas de bloqueo de la Guardia y por las tardes empieza el viento fuerte, ese que en esta región es capaz de voltear carros y trailers. Por las noches, en esta región se suelta un viento helado y el cambio de temperatura agravará los problemas de salud que de por sí ya tren decenas de niños y mujeres.

La negociación de estira y afloja entre la GN y los migrantes se da en medio de periodistas, fotógrafos Medios Libres y la Brigada de Acompañaminento. La Guardia acusa de ilegalidad el traslado de personas en camiones y trailers y reitera que abrirá el paso sólo si se bajan de ellos y siguen su camino a pie. Por su parte la caravana migrante acusa a la GN y al Grupo Beta que es ilegal la obstrucción del derecho de tránsito. Los funcionarios sienten la presión. Se alejan, hablan por teléfono y vuelven con el mismo argumento de ilegalidad. Presionan a los choferes para que los bajen, los amenazan con sancionarlos por tráfico ilegal de personas y les toman fotos a sus placas.

Las familias se desesperan y tratan de contener a los hombres para evitar la violencia. La Guardia forma un muro compacto con cerca de 120 elementos en la carretera. Hay testimonio de que en la segunda fila traen armas largas. Montan una provocación, y se desplaza a los lados. Hacen un movimiento para intentar encapsular, pero comete el error de aventar la primera piedra. Un grupo de jóvenes migrantes enojados responde. Se hacen esfuerzos por contener. La prensa documenta, se mueve a distintos lugares para buscar señal de internet y mandar información a sus medios de lo que sucede en esos momentos. Las familias no quieren la violencia y están claras de que esto es el pretexto que busca la Guardia Nacional para disolver la caravana.

Cristobal Sánchez y Ana Enamorado, integrantes de la Brigada de Acompañamiento Gilberto Bosques Saldívar, se preocupan de que esto no llegue a la violencia y establecen un puente de diálogo con las autoridades. Van a buscar al representante de Migración y al jefe inmediato de la Guardia Nacional. “Vamos a buscarlos”, recuerda Ana, “pero no nos damos cuenta que nos encapsularon. “Oigan, por favor, -les dice- hay que buscarle una solución a esto, déjenlos pasar, ustedes saben que están violando el derecho al libre tránsito, la gente viene muy mal de salud, tienen sus pies llagados, déjenlos avanzar”. El jefe inmediato de la Guardia Nacional responde que eso no se puede permitir. Mientras, en ese momento se dan conatos de violencia a unos metros fuera de la carretera. Ana y Cristobal presionan. El jefe de zona de la Guardia Nacional les pide unos minutos para hablar por teléfono y vuelve para decidir. Mientras eso sucede, Ana Enamorado logra salir del encapsulamiento, se va hacia el grupo de migrantes que estaban ya listos a responder la agresión, y les pide que bajen los palos y se deshagan de la piedras para no caer en provocaciones. Los migrantes, en su mayoría jóvenes, responden que sí, pero que se retiren los miembros de la Guardia que han provocado y que se desbloquee la carretera lo más pronto posible.

El Jefe de zona de la Guardia Nacional le pide a Ana y Cristobal que se acerquen, les explica que ya hay orden de que sigan su camino hasta Matías Romero.

La gente se sube de nuevo a las plataformas, sin embargo, la Guardia incumple nuevamente su promesa de llevarlos a su destino y los deja cinco kilómetros antes de Matías Romero. En medio de la noche y el frío, la gente camina dos horas hasta llegar al Auditorio al aire libre. Ahí se instalan, se organizan como pueden para pasar la noche.

Mientras algunos buscan cartones para evitar el frío, otros se lanzan a las calles a buscar leña y preparar el café, otros más hacen largas filas a la camioneta y el carro de la brigada, ahí los doctores instalan su consultorio sobre ruedas. Los doctores de la Brigada, Guillermo Selvas y Adolfo Martínez, confirmaron que la salud de los integrantes de la caravana estaban a punto del colapso: la constante fue encontrarse a la mayoría con los pies llagados, otros con infecciones estomacales, quemaduras de la piel, deshidratación, diarrea y bronquitis agudas y crónicas por las condiciones climatológicas, y un montón de cosas más. Una señora le había dicho a un integrante de la Brigada que ayer ya quería quedarse de tantos dolores que tenía, otra más se había desmayado en medio del camino.

Cabe destacar que, aunque vienen observando tanto Migración como CNDH, éstos no se comprometen a atender los casos de salud, salvo si ese integrante se entrega a las autoridades de Migración y deserta de la caravana. Así lo confirma gente de la caravana. “Quieren que reventemos, pero no lo lograrán”, dicen los migrantes soltando un leve sonrisa.

IV Migrantes: Historias de gloria, desesperanza y violencia

Hubo un tiempo en que México sentía orgullo por su política diplomática y de refugio a personas que estaban en peligro de muerte. El gobierno de Lázaro Cárdenas arriesgó todo su prestigio, su política diplomática y puso toda su audacia para responder a una crisis humanitaria después de la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial. Hubo un tiempo y ese tiempo le tocó vivir al canciller y diplomático Don Gilberto Bosques Saldívar, quien usó toda su pericia, toda su inteligencia y uno que otro artilugio mágico para salvar a miles de personas que huían de la guerra y la violencia para llevar a buen puerto europeo y de allí a México. Aquí llegaron en barcos miles de personas que encontraron cobijo, comida, casa y un futuro para tranquilidad de sus familias, que emigraron por distintas razones. Esa política de Estado se mantuvo en los años cruentos de las dictaduras militares. Aquí llegaron argentinos, uruguayos, chilenos, paraguayos. De igual forma, estábamos orgullosos por la respuesta clara y nítida del gobierno mexicano. En los años 80, nuestro país dio refugio en Chiapas y Campeche a miles de familias salvadoreñas y guatemaltecas, cuando fueron expulsados por los ejércitos de esos países que libran cruentas batallas contra los movimientos guerrilleros de liberación nacional.

Pero eso se acabó. La mirada gubernamental frente a la crisis de migración actual está más cerca de la percepción que tiene Estados Unidos. Nuestro país y el vecino del norte ven con los mismos ojos que son los del complot, la manipulación y las amenazas externas de los enemigos y los conservadores.

Ni sus ojos ni sus oídos están puestos en la vida y las razones de cada familia que migra. No sabrán, porque sus miradas están puestas arriba, no abajo del lado de las personas que sufren, por eso no leerán estas historias.

Los nombres no importan ni la nacionalidad, lo que importan son los hechos y las razones irrefutables por las que salieron.

“Salí de Honduras, de Nicaragua, Guatemala, El Salvador, Colombia, Venezuela. Salí de Brasil, de Cuba, de Chile, de República Dominicana, de Haití. Salí huyendo por la inseguridad, por la violencia política, porque mataron a mi padre, a mi hermano, porque violaron y descuartizaron a mi hermana, mataron a mis tíos y primos, violaron a mi hija y lo denuncié, golpearon a mi hijo, me tienen amenazado, amenazada. Salí por hambre, porque no hay trabajo. Salí porque aquí no hay futuro, no hay nada. No quería salir porque me gusta mi país, pero ya no aguanto más. Por eso salí”.

La entrada al país no fue nada fácil ni nada hospitalaria. La historia de la que nos sentíamos orgullosos de México quedó atrás. La llegada masiva de migrantes viene acompañada de extorsiones. La migra, como le llaman en Tapachula al Instituto Nacional de Migración, tiene tras de sí un largo rosario de denuncias que se acumulan y amontonan frente a los ojos de todos: “La migra entregó a familias al narco. Funcionarios del INM cobraron miles de pesos por entregar documentos falsos. La Migra torturó. La Migra pidió dinero para que familias continuaran su camino. La migra tiene lugares donde nos secuestran y torturan… La migra, la migra”.

Lo mismo sucede con las denuncias que hacen los migrantes de la Guardia Nacional, pues la estructura es la misma que tenía la policía federal y tiene un largo currículum de denuncias de desaparición forzada, de migrantes, de asesinatos y colusión y colaboración con el narcotráfico. Ahí están los antiguos jefes militares y su cadena de mando sigue intacta.

Alejandro Encinas, responsable de la Subsecreraría de Derechos Humanos de Gobernación, de quien depende el Instituto Nacional de Migración, sabe de todo esto, pues en su escritorio se acumulan múltiples carpetas de denuncias de esas dos dependencias, pero él no mueve un dedo ni le quita el sueño.

VII De Matías Romero a Acayucan, Veracruz

Eran las 10 de la mañana del domingo y las familias estaban desesperadas por salir y avanzar hacia Veracruz, pues el sábado fue día de descanso. A las 11 circularon rumores confusos. Se decía que habría plataformas y camiones para su traslado, lo cual resultó todo lo contrario. La Guardia Nacional se instaló a 100 metros de la entrada de Matías Romero y empezó a parar a todos los trailers y camiones con plataforma para impedir que las familias migrantes se trasladaran en ellas hasta Acayucan, Veracruz. Fue entonces cuando la caravana replanteó su destino: llegarían primero a Palomares. El traslado fue cansado y lento. Muchos se movían con lo que tenían para llevar a sus hijos pequeños: triciclos, carreolas, bicicletas, sillas de ruedas para los que venían enfermos o enfermas.

Otros tantos vienen con los pies vendados por la ampollas, unos más comentan que ya se les hicieron cayos y que llegarán hasta donde puedan.

Después de tres horas de caminata, la caravana paró en un pequeño paraje. La mayoría se fue a reguardar a la sombra de los árboles a la orilla de la carretera, pero varias familias se apostaron en la peligrosa línea amarilla, en medio del asfalto para pedir apoyo a los vehículos que pasaban. La mayoría se solidarizaba y entregaba unas monedas, agua, fruta o lo que tuvieran. Ya antes varios vehículos habían parado para entregarles agua, dulces y naranjas.

Por la noche, un muchacho llegó al carro de la Brigada. Buscaba un doctor, estaba golpeado de la rodilla, tenía un gran raspón y empezaba a hinchársele la pierna. De inmediato un doctor lo atendió. El chico habló nervioso de un intento de secuestro. Dice que unos hombres intentaron subirlo a un carro junto a tres de sus compañeros que iban con él, pero forcejearon y lograron zafarse.

El lunes la caravana salió de de Palomares a Donaji, un poblado pequeño de Oaxaca, que colinda con Veracruz, donde los niños encontraron juegos de metal: resbaladillas, columpios. Increíblemente, tuvieron energía para jugar, como si fueran a un día de campo, a pesar de haber caminado cerca de 28 kilómetros.

Este martes, la caravana entró a zona veracruzana, llegando a las cuatro de la tarde a Jesús Carranza, un municipio que colinda con Oaxaca. En total habrían caminado cerca de 50 kilómetros entre el lunes y el martes.

Veracruz no los recibe nada bien con las declaraciones del gobernador y del director de Atención al Migrante del estado, quien asegura que no permitirán que transiten por tierra veracruzana.

De Jesús Carranza a Acayucan les esperan 70 largos kilómetros a pie, y quién sabe cuántos bloqueos y agresiones de la Guardia Nacional, del Instituto Nacional de Migración y del Grupo Beta. Mientras eso sucede, AMLO aseguró que nadie, que ninguna persona de su gobierno los ha agredido, ni les han impedido el paso.

Apenas llegando el lunes, Ana Enamorado, integrante de esta Brigada de Observación y madre de Oscar Antonio López Enamorado, hondureño y desaparecido cerca de Puerto Vallarta, Jalisco, en enero de 2010, estaba en el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín PRO, frente a la Comisión contra las Desapariciones Forzadas, denunciando la impunidad gubernamental que impide dar con el paradero de Oscar. Ahí aprovechó para también denunciar el trato la violación de derechos humanos y el trato degradante y racista que el gobierno mexicano da a la caravana, caravana que aún tiene un largo recorrido por nuestro país.

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