La especulación inflamable en Sao Paulo

Beatriz Aranha y Gabriela Moncau Traducción: Brisa Araujo Fotos: EBC

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São Paulo, Brasil. La favela de Vila Andrade, situada en la comunidad de Paraisópolis (de 43 mil habitantes), en la zona sur de la ciudad de São Paulo, amaneció el 30 de noviembre en llamas. Nadie sabe el origen del incendio que devastó 40 habitaciones y dejó a más de 80 personas desalojadas.

Como si no bastara esto, los vecinos de la región – que dividen muros con la alta clase de la colonia de Morumbi y con el estadio de fútbol del São Paulo Futebol Clube – viven desde octubre bajo la represión de la policía militar, con la llamada “operación saturación”. El pretexto, como siempre, es el combate al tráfico de drogas. Esta misma justificación soporta, en el contexto de la ola de terror que cunde en la ciudad desde junio, los asesinatos de más de 500 personas por parte de los agentes del Estado (los números son divulgados en parte por la prensa, pues la Secretaría de Seguridad Pública no ofrece informaciones precisas). Las víctimas son en general pobres y negros. Con el incendio de Paraisópolis sube a 38 el número de favelas en São Paulo que se incendiaron sólo en el año 2012. ¿Es una coincidencia?

La favela de Piolho, también en la zona sur, fue incendiada a principios de septiembre, dejando a mil 140 personas sin hogar y 285 casas afectadas. El fuego se propagó rápidamente debido a la gran cantidad de basura existente en un terreno en el centro de la comunidad. Domicelo da Cunha, vecino de la favela desde hace 15 años, afirmó a la Red Brasil Actual que el gobierno municipal, con promesas vacías, dice que dará abrigo solamente a parte de las personas que ahí viven. “En período electoral, vienen aquí para engañar a la población, para construir dos edificios donde caben sólo 200 personas. ¿Y eso para qué? Estoy cansado de sufrir, ya es mi tercer incendio. Lo que queremos es vivienda digna”. La comunidad está en la lista de despojo para la construcción del Parque Linear, a la orilla de la Avenida Águas Espraiadas.

También los vecinos de la favela Humaitá, en la región de la Vila Leopoldina, zona poniente de la ciudad, relataron que a principios de este año recibieron un documento de un agente judicial solicitando que dejaran el terreno que ocupan desde 2002, propiedad de la municipalidad, al gobierno del estado y a agentes privados. El proceso no fue llevado adelante y la comunidad mantuvo sus 200 barracos. Sin embargo, el día 27 de julio, 410 personas vieron todas sus pertenencias y casas consumidas por el fuego.

La periodista Patrícia Cornils, integrante del colectivo Transparência Hacker, empezó a hacer en marzo de este año una tabla con las noticias que encontraba sobre los incendios, “para intentar hacer un mapa y ver si sería posible comprender, a partir de eso, alguna lógica detrás de ellos”. Cuando la favela del Piolho se incendió, Patricia subió la tabla a internet y empezó a pedir colaboraciones. “La gente puso muchos datos y Pedro Moraes desarrolló un software para extraer los datos que ahí estaban. Además de eso, investigó el avalúo del metro cuadrado en los barrios donde hubo incendios. Eso también se ve en el mapa”, cuenta. Así surgió la página de colaboración Fogo no Barraco.

“El resultado mostró la posibilidad de que muchas personas se sumaran a un proceso colectivo de investigación. Es impresionante estar al pendiente de este proceso”, dice Patricia. “Pero también nos enseñó que el trabajo de averiguación debe ser permanente y sensato”, pondera: “Muchas preguntas se quedaron sin respuestas. La responsabilidad por los incendios por la inexistencia de un programa de prevención abarcador, qué es lo que pasa después con las familias afectadas y con los terrenos. Creo que Fogo no Barraco ha contribuido más para hacer evidente el problema y resaltar esas preguntas sin respuesta”.

La Cámara Municipal abrió una Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) para investigar si los incendios son criminales pero, dominada por la base política del prefecto Gilberto Kassab (PSD), hasta ahora sus trabajos no han tenido resultados. Este mismo prefecto desarrolló en 2010 el Programa de Prevención Contra Incendios (Previn). De las mil 613 favelas de la ciudad registradas por la municipalidad, el Previn fue aplicado solamente a 50 y, de éstas cuatro fueron afectadas por incendios de gran proporción, con la vigencia del mencionado programa (Moinho, Piolho, Alba y Jardín Helga).

Proveniente de una familia de agentes inmobiliarios, Kassab proporcionó en su gestión 2 millones de reales en contratos para las constructoras que más financiaron su campaña electoral en 2008. “Tengo la impresión que su actuación política nace de la relación con el mercado inmobiliario. El capital inmobiliario crea políticos, sitúa a sus representantes en la maquinaria, en la estructura, para dar viabilidad a sus intereses en la ciudad. Ése es el juego, es parte de la maquinaria de crecimiento inmobiliario que los sectores privados se aprovechen de la maquinaria estatal en función de sus propios intereses”, afirma el urbanista Kazuo Nakano, en entrevista con la Red Brasil Actual. “El proyecto Nueva Luz es un ejemplo, las Operaciones Urbanas son también un ejemplo, las áreas que reciben inversiones por el mundial de fútbol son otro ejemplo”, ilustra, y completa: “Hay interés en re-elaborar esos espacios, limpiar todo lo que esté en el camino del negocio inmobiliario, ya sean edificios degradados o grupos sociales marginados, quitar eso del camino, valorar las regiones y atraer a inversionistas”.

El Moinho

La favela del Moinho es uno de los casos emblemáticos del proceso de quema de viviendas de la población pobre en São Paulo. En los últimos 12 meses, la comunidad tuvo que enfrentar cuatro incendios: el más grave fue el 22 de diciembre de 2011 y, en este año, los días 17 de septiembre, 20 de septiembre y 1 de octubre. El terreno, localizado en la región central, es tema de disputa judicial hace años, y es cotizado para recibir la futura estación de tren del Bom Retiro, prevista para 2015. De acuerdo con los datos de Fogo no Barraco, el valor inmobiliario de la región desde 2008 fue de 164 por ciento.

“A veces siento que no tengo tiempo ni para cuidarme. Porque está mi marido y soy madre de seis hijos. Pero seguimos luchando. Gracias a Dios llegaron algunos donativos”, cuenta Andréia, habitante de la favela del Moinho, que perdió todas sus cosas en el incendio de octubre. “Yo estaba trabajando cuando se quemó mi barraco”. Piel oscura, cabello hasta los hombros y rodeada por sus seis hijos, Andréia es la responsable por recibir y organizar los donativos de individuos y organizaciones sociales a la población del Moinho. “La ropa la guardé en aquella caja que ves allá, luego tengo que ver como la lavaré. También estoy durmiendo aquí”, cuenta, refiriéndose a la bodega de la Asociación de los Vecinos, abajo de un puente y bien cerca de la entrada de la favela. “Tengo que limpiar en todo momento, hacer de comer, lavar muchos trastes. Y si llega gente aquí y tenemos un poco de comida, pues para eso estamos, ¿no?, nunca la vamos a negar”.

Humberto Marques Rocha vino de Alagoas para São Paulo en 1996, a los 24 años, “para buscar algo mejor”. Fiscal de inventarios, personal de seguridad, electricista, montador de muebles. Oficios ya tuvo muchos y poco a poco pudo casarse y crear a dos hijos. Su cuñado era asesor fiscal de la comunidad y por medio de él empezó a involucrarse políticamente en la región. Hoy es presidente de la Asociación de Vecinos del Moinho. “Una persona un día llegó con una computadora vieja, toda madreada, y yo tomé un modem que donó la mamá de mi esposa, pusimos un chip y trajimos internet para acá. Y entonces publicamos en internet las necesidades que tenemos aquí”, narra Humberto.

Entre las mayores dificultades que la comunidad del Moinho pasa en su cotidiano, Humberto destaca la falta de servicios sanitarios, la mala pavimentación y la falta de energía eléctrica en algunos puntos de la favela. “Todo aquí es muy precario. Hay muchas madres solteras aquí y muchos niños se enferman porque tienen que pasar por el drenaje, que está completamente expuesto”, señala. Y sigue: “La mayoría de los vecinos aquí no tiene regaderas en sus casas. Hay una cosa que se llama ‘rabo quente’ [pequeño calentador de agua eléctrico portable], porque no tiene medios para comprar una ducha, ¿sabes?”. El presidente de la Asociación se considera afortunado, “porque conseguí estudiar un poco. Aquí, aproximadamente el 60 por ciento de los vecinos trabajan recogiendo cartones, latas, materiales retornables, y los venden para tener algo que comer al día siguiente. Si les hacen salir del centro, ¿cómo van a poder seguir haciendo este trabajo? En la periferia eso no es posible”.

Según Humberto, el primer gran incendio, que cumple un año este mes, ha desestructurado a comunidad. Cerca de 60 por ciento de la favela se quemó, llevando a muchas familias de despojados a buscar una alternativa en otros lados. Interrogado sobre el desplazamiento de esas familias, responde que muchas están demandando el “bolsa-aluguel” [auxilio financiero para quienes perdieron sus viviendas] ofrecido por la municipalidad. El monto es, sin embargo, irrisorio (este año el auxilio llegó a un máximo de 400 reales). Además, toda la burocracia impide recibir el dinero en la fecha planeada y limita su acceso: “Si te falta algún documento, automáticamente te lo quitan”, cuenta Humberto. Y encima de todo esto, cuenta, debido a las elecciones municipales de 2012, todo se detuvo: “la gente de la Secretaría de Habitación ya no viene aquí. Y de repente llega alguien de la comunidad a decirme que el dinero del bolsa-aluguel ya no llegó, fue suspendido”.

Vecino desde 2003, Humberto dice que la comunidad pasó por el Previn, en la gestión Kassab. Ofrecieron cursos de formación para agentes de bomberos civiles y hasta pusieron extinguidores en la comunidad. Sin embargo, no les dejaron equipo básico, como botas, guantes, capas, ni tampoco la manguera o las llaves de acceso al extinguidor. Los bomberos que llegaron a apagar el fuego en septiembre ni siquiera sabían de la existencia de dicha estructura en la comunidad. “[El fuego] pudiera haber sido controlado muy fácilmente, hasta por los mismos agentes de la comunidad… Si dispusiéramos de una llave, de una manguera, seguro no habría pasado todo esto”, constata Humberto.

Unos días después del incendio que afectó por lo menos a 80 barracos en septiembre, la Red Brasil Actual denunció que ya había trabajadores en la parte del terreno llamada por los vecinos “bosque” – porque poseía un área verde abierta. Esos trabajadores hacían la limpieza del lugar y la preparación del suelo, bajo pedido de la CEAGESP (Companhia de Entrepostos  e Armazéns Gerais de São Paulo). De acuerdo con el reportaje, que buscó la información con el CEAGESP, el terreno había sido rentado a una empresa que buscaba transformar el espacio en un estacionamiento para trailers. La disputa es evidente. Los vecinos representan la soga contra los intereses de la especulación inmobiliaria.

 La valoración de los inmuebles

De acuerdo a la investigación llevada a cabo por el PET (Programa de Educación Tutorial) de la carrera de Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Católica (PUC) de São Paulo, la mayor parte de las favelas existentes en el municipio de São Paulo están distribuidas en las regiones sur, oriente y norte. Si se suman los 11 últimos incendios ocurridos en favelas desde el inicio de 2012, es posible señalar que esos incendios ocurrieron en zonas que albergan apenas 7.28 por ciento de las favelas de la ciudad. Fueron afectadas las favelas São Miguel, Alba, Buraco Quente, Piolho, Paraisópolis, Vila Prudente, Humaitá, Areão, Presidente Wilson, Moinho y Aracati. Coincidentemente (o no), esas favelas se ubican en áreas que han tenido gran valor inmobiliario, según encuesta realizada por la FIPE en la ciudad de São Paulo.

La favela São Miguel, por ejemplo, está ubicada a un lado de la colonia con la más alta valoración en el periodo 2008-2012: Ermelino Matarazzo, en la zona oriente, tuvo un valor inmobiliario superior a 200 por ciento. La Penha valoró en 100 por ciento. Es el barrio donde está localizada la favela Aracati, que perdió aproximadamente 150 barracos y desalojó a más de 600 personas a principios de noviembre – la favela está cerca de un área muy cotizada, por estar cerca de una estación de metro.

Las favelas son lugares vulnerables a incendios: los barracos normalmente son hechos de materiales inflamables, como tablas y maderas. Las redes eléctricas también son en general improvisadas. Sin embargo, de los más de 38 incendios en favelas registrados este año, es muy curioso observar que las regiones con mayor concentración de estas comunidades – es decir, regiones que tienen más barracos y peores instalaciones eléctricas – no han sido afectadas, como los distritos de Grajaú (4,66 por ciento de las favelas paulistanas, o 73 favelas), Capão Redondo (5,964 por ciento o 93), Jardim Ângela (5,43 por ciento o 85). Como señala el  PET de la PUC-SP: “En un área en la cual se encuentran 114 favelas de São Paulo, hubo nueve incendios en menos de un año, mientras en una área donde existen 330 favelas, no hubo ninguno”.

“Esta limpieza por el fuego lleva a las lágrimas a muchas familias. Y abre imperceptibles sonrisas en algunos empresarios y administradores públicos que buscan la erección de bancos, salas de conciertos y exposiciones, teatros, sedes de multinacionales, oficinas de administración pública, restaurantes…y departamentos, para quienes pueden pagar por ellos, claro”. La descripción es del periodista Leonardo Sakamoto, en su ensayo “E se toda favela incendiada recebesse habitação popular?” [¿Y si toda favela incendiada recibiera habitación popular?]. “Favelas que se vuelven cenizas son un incienso quemado en nombre del progreso y del futuro”.

 Beatriz Aranha es estudiante de Ciencias Sociales y Gabriela Moncau es periodista.

Publicado el 17 de diciembre de 2012

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