Henry encontró la muerte en México, huyendo de esta en Honduras
Henry Adalid Díaz Reyes llegó a la frontera de México con la segunda Caravana de Migrantes desde Honduras. Tiene 26 años de edad y decidió formar parte del éxodo de su pueblo. Decidió abandonar lo poco que tenía para conseguir una vida mejor, lejos de la violencia política, la represión y el hambre.
El domingo, 29 de octubre, en la tarde, recibió el impacto de una bala en la cabeza. Algunos afirman que fue de goma, lo cierto es que le quitó la vida en la frontera con México. El asesino fue un policía federal, trabajador estatal que recibió la orden de un superior de no dejar pasar a ningún migrante.
Henry es uno de las 20 mil integrantes del éxodo que inició desde el 12 de octubre, resultado de una crisis económica y política que tienen su raíz en el golpe de Estado del año 2009.
Caminó durante muchas horas durante el día y la noche, sorteó la militarización de la frontera de Agua Caliente en Honduras. También logró burlar los puestos de registro y extorsión de la Policía Nacional Civil en Guatemala. Finalmente junto a miles de sus compatriotas, logró romper el cerco policial y militar en la frontera de Tecún Umán en el departamento de San Marcos.
Pero no pudo sortear el disparo certero de la intransigencia del gobierno de Enrique Peña Nieto.
Su cuerpo será repatriado a Honduras, tierra de la que fue desplazado de manera forzada para encontrar una vida mejor en los Estados Unidos, un sueño cortado de tajo.
El recurso tradicional de la represión
Para el gobierno mexicano, dirigido por una clase política corrupta, la respuesta para las demandas sociales de sus propios ciudadanos han sido la represión. Atenco y los normalistas de las comunidades indígenas del sur de Chiapas dan cuenta de esta política.
Con esa misma herramienta busca contener a las decenas de miles de hombres y mujeres que caminan en la Caravana de Migrantes desde Honduras, que a cada paso se va nutriendo de más hondureños y centroamericanos.
El domingo 28 de octubre, la policía federal mexicana reprimió el avance de una segunda caravana de migrantes hondureños sobre el puente internacional. La prensa y cientos de testigos dan cuenta de cómo la policía federal disparo las balas de goma. El riesgo era latente para los migrantes y los periodistas, todos con la única protección del propio cuerpo, de los cuerpos de los otros.
Estando sobre el puente, no hay para donde correr; la única opción es saltar desde lo alto e intentar salir a nado de la hondura del río. Pero la acción policial, las balas de goma y los gases lacrimógenos y de gas pimienta duran apenas segundos.
De ese ataque policial varios migrantes resultaron heridos. Cuando Henry Días cayó herido, sus compañeros lo levantaron y sacaron cargado, luego los bomberos voluntarios guatemaltecos intentaron darle asistencia médica e intentaron trasladarlo a un hospital en el municipio de Ayutla, San Marcos, pero Henry no logro sobrevivir.
El periodista Jeff Abbott, colaborador de Prensa Comunitaria y amigo, se encontraba a un metro de distancia de Henry Díaz cuando fue herido en la cabeza.
Las imágenes del cuerpo de Henry le dieron la vuelta al mundo. Esas escenas de terror sólo eran superadas por el helicóptero Black Hawk desde el cual lanzaron gases y disparos en contra de la humanidad de cientos de refugiados sobre el puente.
Esta máquina militar fue vendida por los Estados Unidos al Ejército mexicano y ahora es usada para golpear y detener a los migrantes centroamericanos. Unas horas después el mismísimo Donald Trump amenazó a la Caravana de Migrantes con usar al Ejército estadounidense en su contra, si llegan a pasar la frontera.
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Nelton Rivera
Historiador, investigador social y fotoperiodista en Guatemala