¡Felipe Quispe Huanca volverá y será millones!

Víctor Ávila, Nasly Cruz, Andrés Arévalo, Camilo Medrano, Yamile Rojas, Daniel Montañez

Foto: Felipe Quispe en la ceremonia de su elección como candidato del Movimiento Indígena Pachakuti (MIP) a la gobernación de La Paz, El Alto, Bolivia, enero de 2016 (Andrés Arévalo)

Una de las estrellas más brillantes ha retornado al profundo firmamento de la Pacha Mama, dejando en la retina de los pueblos oprimidos de la América/Abya Yala el “volveré y seré millones” ya anunciado por Túpac Katari desde el siglo XVIII.

Con la partida del Mallku, Felipe Quispe Huanca, este 19 de enero de 2021, se cierra y se abre un ciclo histórico del indianismo-tupakatarista en América/Abya Yala. Felipe Quispe será recordado en la memoria popular como uno de los más grandes seguidores de los ideales de Túpac Katari, tanto por su radical anticolonialismo como por su decidida acción política que inspiró y movilizó a millones de aymaras y bolivianos/as contra la más férrea ola neoliberal, recordándole al continente que las dignas fuerzas del Tahuantinsuyo siguen vivas bajo las repúblicas criollas herederas del colonialismo.

Felipe Quispe nació en 1942 en el cantón de Ajllata Grande, Achacachi, comunidad aymara de la Provincia de Omasuyos, Departamento de La Paz. Formó parte de una familia de cinco hermanos criados por su padre, Gabino Quispe Caiyante, y su madre, Liantra Huanca Masías, todos/as aymaras. Cuando era niño cuenta que “iba a pie por el cerro dos horas, bajo la lluvia, el frío, el calor, teníamos que cumplir con esa educación colonial, nos abrieron el cráneo para hablar español, yo hablaba aymara. Además, en ese lado vivían los hijos de los patrones, quienes nos odiaban, nos decían: ‘ustedes indios a qué vienen aquí, es que acaso van a ser doctores, acaso van a ser licenciados, ustedes han nacido para servir al blanco y tienen que seguir sirviendo, para qué van a aprender’, había constante pelea”.

En una conferencia de prensa preguntaron a Felipe Quispe: “¿Por qué escogió el camino del terrorismo?”. La respuesta fue simple: “porque no quiero que mi hija sea su sirvienta, ni que mi hijo sea su cargador de canasta”.

Después de terminar la educación básica, pronto hará conciencia de la miseria con la que obligan a vivir a su pueblo, pasando a formar parte del incipiente movimiento indianista, que era en gran medida una reacción al indigenismo, movimiento político oficial del Estado para modernizar a los indios y licuarlos en la identidad nacional mestiza. En el año de 1970 participa en el congreso indianista de Potosí, donde conoce a uno de los más importantes fundadores del movimiento, Fausto Reinaga, comenzando seriamente su militancia política durante la dictadura de Hugo Banzer Suárez (1971 y 1978) como parte del Ejército de Liberación Nacional (ELN), experiencia que no prosperó por la desconexión entre las células y la dirigencia. A finales de los setenta e inicio de los ochenta viaja a Perú, Cuba, Libia y Centro América, recibe formación político-militar, conoce mejor las realidades del mundo colonizado, interpreta la realidad más allá de las fronteras y regresa a su país. Pasa a la clandestinidad a finales de los ochenta, fundando el Ejército Guerrillero Túpac Katari (EGTK).

El EGTK fue el primer movimiento insurgente plenamente indianista del siglo XX, inspirado por la experiencia histórica anticolonial del movimiento dirigido por Túpac Katari y Bartolina Sisa en 1781-1783, y el pensamiento indianista de Fausto Reinaga. Felipe Quispe estableció las bases históricas y teóricas de este movimiento en su influyente obra Túpac Katari ¡VIVE y vuelve… carajo! (1988), donde sitúa la continuidad de sus luchas con los ideales de la revuelta liderada por Túpac Katari y Bartolina Sisa, convirtiéndose hasta nuestros días en una obra de referencia fundamental para el movimiento indianista. La historia del EGTK fue brillantemente narrada por su hijo, Ayar Quispe, intelectual y activista indianista asesinado en 2015, que publicó importantes obras como Los tupakataristas revolucionarios (2005) e Indianismo-Katarismo (2014). La guerrilla fue desarticulada en 1992, Felipe Quispe fue capturado y encarcelado por cinco años.

Cuando cae prisionero es torturado. Una vez apresado recuerda un momento de su captura: “al amanecer más o menos hacia las cinco llega un telefonazo y el policía que me estaba investigando alza el teléfono y se pone el auricular y el otro preguntó ‘¿De dónde es?’ y le dice ‘de Estados Unidos’ y comienzan hablar ‘Anoche hemos capturado…’, entonces me han mirado y dan la orden ‘sáquelo afuera’. No he escuchado toda la conversación, pero la inteligencia de Bolivia estaba conectada directamente con los Estados Unidos… Nosotros como políticos tenemos que vivir en el confinamiento, en el exilio, vivir en la cárcel, y eso es casi a diario, como un padre nuestro que el cura siempre repite”.

A sus cincuenta años y sin que el proceso judicial terminara, fue entrevistado memorablemente como uno de los grandes líderes del movimiento indianista. Sus contundentes respuestas fueron televisadas, mientras mascaba hoja de coca, vestía su poncho y chullo, con la mirada fiera de quien está decidido a enfrentar el poder a cualquier costo. Cuando le preguntaron sobre su lucha como guerrillero tupakatarista respondió con orgullo: “¿Por qué el indio siempre tiene que ser maltratado? ¿Por qué siempre están trapeando el suelo con el indio? ¿Por qué tiene que ser siempre el barredor? ¿Por qué tenemos que ser siempre un cargadorcito, siempre cuidando al opresor?”. La periodista, al ver su ímpetu, lo interpeló: “todos estamos en desacuerdo con las injusticias, ¿pero se van a acabar con una bomba?”. Felipe Quispe recuerda su respuesta: “Amalia Pando en una conferencia de prensa me preguntó: ‘¿Por qué escogió el camino del terrorismo?’ Mi respuesta fue simple: ‘porque no quiero que mi hija sea su sirvienta, ni que mi hijo sea su cargador de canasta’”.

El Mallku se definía como marxista e indianista: “creo que intelectualmente tengo dos mitades grabadas en mi cabeza, una mitad es el marxismo y en la otra palpita y vibra el indianismo, pero más uso el indianismo, he caído más de ese lado”. Reconocía así al indianismo como una ideología propia diferenciada de las de izquierda que habían invisibilizado y marginado históricamente las luchas de los pueblos indios. En la cárcel escribió una breve pero influyente obra, Mi captura (1992, publicada en 2007), donde, además de narrar el proceso de persecución y torturas que sufrió por participar en el EGTK, dejó expuesta su clara visión crítica sobre la articulación de raza y clase y la comprensión del lugar estructural que ocupa el racismo en el proceso de acumulación de Capital: “somos nosotros los indios que garantizamos la comida, la ropa y el techo de estos represores; o sea, nuestro trabajo bajo la lluvia, el frío y el calor, sirve para mantener a estos aparatos represivos en contra del pueblo. ¿Qué pasaría si no existiéramos? Estoy seguro que se morirían de inanición, pues gracias al indio labrador de la tierra, tienen el privilegio de ser valientes y así cuidar los intereses de los ricos y del imperialismo”.

El indianismo consecuente de Felipe Quispe se preocupó por la liberación del indio desde su propia experiencia y cosmovisión. Su crítica a los sistemas de dominación y explotación incluyó experiencias progresistas como la de Evo Morales.

A diferencia de su maestro Fausto Reinaga, quien abandonó completamente en su última etapa amáutica la perspectiva de clase, Felipe Quispe siguió teniendo en el marxismo un apoyo fundamental, si bien crítico, complejo y adaptado a la realidad propia de los pueblos aymaras. Por ello, tomó como una de sus fuentes de inspiración el pensamiento de la Tradición Negra Radical y de los marxismos negros, inspirándose en la obra y acción política de Frantz Fanon, el movimiento del Black Power o los Panteras Negras, donde el análisis de la articulación de raza y clase era fundamental. Podemos así poner su obra, acción y legado en conexión con el amplio universo de los marxismos del Sur Global, anticoloniales y no-eurocéntricos, contribuyendo a la descolonización del marxismo, en diálogo con grandes figuras revolucionarias como Mariátegui, Dolores Cuacango, Ernesto Guevara, Mao, Ho Chi Minh o Anuradha Ghandy.

Por las exigencias permanentes de las organizaciones de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB) y la Federación Departamental Única de Trabajadores Campesinos de la Paz Túpac Katari, Felipe Quispe gana nuevamente su libertad a finales de los noventa, iniciando, insospechadamente entonces, uno de los capítulos más brillantes de la movilización india del Abya Yala. La profunda movilización entre los años 2000 y 2005, conocida como la Guerra del Agua y la Guerra del Gas, recordará el significativo papel jugado por Felipe Quispe como dirigente aymara de la CSUTCB. Acciones valerosas y de un gran talante político terminaron por expulsar a la oligarquía criolla boliviana encargada de implementar las medidas neoliberales. El Mallku se volvió uno de los personajes más mediáticos y reconocidos al develar la Bolivia profundamente desigual, racista y clasista, que consideraba que los aymaras eran “su mano de obra esclava al servicio de sus amos”, aún en el siglo XX. Estos hechos históricos del nuevo milenio cambiaron Bolivia para siempre, abrieron un nuevo ciclo político en el que las diferentes fuerzas políticas indias desarrollaron un proceso constituyente y refundaron el Estado como Plurinacional.

En este contexto, el indianismo coherente y consecuente de Felipe Quispe se preocupó por la liberación del indio desde su propia experiencia, interpretación, cosmovisión y conocimientos. Su crítica implacable a los sistemas de dominación y explotación incluyó experiencias progresistas como la del Movimiento al Socialismo (MAS) de Evo Morales, al interpretar que no materializaban una verdadera y profunda descolonización, lo cual, por otro lado, no le impidió tener altura de miras y criticar, paralelamente, el reciente golpe de Estado ultraderechista de 2019 como un retroceso para las reivindicaciones de los pueblos indios.

Para nosotras y nosotros el Mallku Felipe Quispe, luego de años de conocerle, compartir experiencias, sueños, palabras, alimento y por supuesto hoja de coca, es la figura de un mayor del territorio, del que aprendimos y con quien construimos ilusiones y utopías que no solo atravesaban esa Bolivia que resiste, sino que siempre nos conducían por los senderos de toda Abya Yala. Al hermano Felipe, y lo decimos con todo el sentido que ello significa, le debemos esa creencia firme en el proyecto político indianista que también sentimos nuestro, le debemos las ansias de cruzar Nuestra América en su búsqueda y en la búsqueda de horizontes de lucha autónomos, llenos de fuerza; le debemos esas utopías con las que nos hicimos hermanos, cuando nos estrechamos las manos y nos abrazamos por primera vez, fuera en La Paz, en el Alto, en Achacachi frente al imponente lago Titicaca. Tenemos aún en el corazón su fuerte mirada, su mano firme, su hospitalidad, así como tantas y tantas palabras con las que fuimos hilando sueños colectivos que permanecen en nosotras y nosotros, cuando fuimos testigos memorablemente de uno de sus tantos esfuerzos por bajar el poder político a las bases, a los pueblos, pelea en la que estuvo hasta sus últimos días con su actual candidatura a la gobernación de La Paz.

La estela de Felipe Quispe tendrá, sin duda, todos los fuegos. Amigos y enemigos reconocen en estos días que su militancia política deja una huella y una obra inconmensurable, que entra a la memoria de las grandes luchas por la descolonización y el antiimperialismo de la América/Abya Yala contemporánea desde el horizonte indianista. No cabe duda de que, como Túpac Katari y Bartolina Sisa, volverá y será millones.

Buen Camino y larga vida Jilata Mallku en la ancestral memoria de la madre tierra que es también la nuestra.

¡¡¡Jallalla!!!

Sobre los y las autoras

Andrés Arévalo y Yamile Rojas (Universidad Libre, Colombia), Víctor Ávila y Camilo Medrano (Universidad Distrital, Colombia), y Nasly Cruz y Daniel Montañez (UNAM, México), son estudiantes y profesorxs de Colombia y México que, reunidxs bajo el influjo de la revista Jícara de la Universidad Distrital, acompañaron durante los últimos años parte del sendero de reflexión y acción del Mallku Felipe Quispe.

Este material se comparte con autorización de El Salto

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