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Tengo 46 años y desde los cuatro vivo en la periferia sur de Sao Paulo. Recuerdo que cuando era niña tenía un sueño recurrente: soñaba que unos hombres encapuchados, como aquellos del Ku klux Klan, perseguían a los niños por las calles del barrio. Me despertaba asustada y sólo conseguía dormir de nuevo en la seguridad que sólo me podía brindar la cama de mis padres.
Hoy, además de vivir, también trabajo en el mismo barrio. Soy profesora de la red pública y en los últimos días me doy cuenta de una situación que asusta: la muerte de los jóvenes en esta misma periferia y en otras de la ciudad. En la escuela tuvimos el toque de queda por algunos días. No sabíamos qué hacer, cómo actuar. La población estaba en pánico y asustada. Los padres llamaban a la escuela preguntando si habría clases, porque escucharon que alguien dijo que el toque no era para no salir a la calle, que era para cerrar los comercios. Nadie sabe dónde surge el toque de queda, el hecho es que en pocos minutos, con el uso de las tecnologías, todos ya están enterados y hablaban.
Un ex-alumno de la escuela fue uno de las víctimas. Todos dijeron que era un buen muchacho, que no estaba envuelto en nada, comenzó la Facultad este año. Entonces, ¿por qué?
Todos los días la televisión nos informa el número de muertos de la noche anterior, pero no veo a nadie diciendo que alguna de las muertes fue esclarecida o que la policía tiene alguna pista de los asesinos. El gobernador Geraldo Alckimin dice que la situación está sobre control. ¿De quien?, me pregunto. El programa Fantástico de la Red Globo dice que la muerte de los policías podría haber sido evitada ¿Y la muerte de los jóvenes? Se tiene la impresión de que sólo están matando a los policías, ¡pero eso es mentira!
Nadie se pasea ya en las calzadas por la noche, ni para conversar. Los niños ya no juegan y no corren más por esos lugares. El comercio cierra temprano. No da más para salir de noche y comprar un café.
Nadie logra decirnos si la pelea es entre la policía y el Primer Comando de la Capital – PCC, o entre la policía y la milicia. El hecho es que están matando la vida de nuestra periferia y nadie está haciendo nada para resolver eso.