La manifestación en Madrid salió de Atocha, donde confluyeron nueve columnas. En la cabecera podía leerse la misma consigna que marcó el 22M: «Pan, trabajo y techo». Olmo Calvo
La concentración, muy heterogénea, arrancó hacia el Paseo del Prado pasadas las cinco de la tarde. Se sumaron hasta un centenar de organizaciones, formaciones políticas, agrupaciones y los dos sindicatos mayoritarios.
Aunque la delegación del Gobierno había autorizado todas las marchas, se desplegó un amplio dispositivo policial a lo largo un recorrido que terminó sin incidentes.
Una de las columnas, reunida con el resto en Atocha, estaba formada por representantes de la plataforma contra la impunidad del franquismo.
La lluvia no lastró las ganas de miles de personas de salir a la calle ante lo que consideran una situación de «emergencia social»
No faltaron a la cita los trabajadores y trabajadoras de Coca Cola, convertidos en un símbolo de la lucha obrera.
A pesar de que la concentración no fue tan multitudinaria como la del 22M, los manifestantes ocuparon con sus pancartas la plaza de Cibeles y buena parte de la calle Alcalá.
Entre las reivindicaciones, las más escuchadas fueron el impago de la deuda «ilegal, ilegítima y odiosa», un empleo «digno con derechos», una renta básica, el derecho a una vivienda y servicios públicos para todos.
Los no tan jóvenes, convertidos en el colchón económico de muchas familias, también salieron a la calle.
A su llegada a Sol, la marcha coincidió en espacio y tiempo con la multitud que hacía las primeras compras navideñas.
En una Puerta del Sol abarrotada, se procedió a la lectura de un manifiesto, al que le siguió la actuación de la orquesta Solfónica.
El momento de mayor tensión se produjo cuando dos personas con el rostro cubierto golpearon una de las cristaleras de la tienda Apple e hicieron algunas pintadas sobre ella.
Los no tan jóvenes, convertidos en el colchón económico de muchas familias, también salieron a la calle.