Eólicas ya afectan a pueblos indígenas y su territorio

Renata Bessi y Santiago Navarro F. Fotos: Santiago Navarro F.

Juchitán de Zaragoza, Oaxaca. Las aves de corral corren entre los platanares del rancho de don Celestino Bartolo, un campesino que seca el sudor de su frente después de sembrar la que puede ser su última cosecha de maíz. Rosalino, su hijo, ordeña sus vacas y nos señala con tristeza el lugar donde antes encontraban todo tipo de peces para alimentarse, ahora ocupado por uno de los 117 aerogeneradores instalados por la empresa Gas Natural Fenosa –que utiliza un nombre en zapoteco, Energía Biío Hioxo, en un intento por identificarse con los indígenas.

El parque, en proceso de construcción en el municipio de Juchitán de Zaragoza, forma parte del corredor eólico del Istmo de Tehuantepec – región sur de México que abarca los estados de Oaxaca, Chiapas, Tabasco y Veracruz. La característica geográfica de esta franja estrecha, ligada al Océano Pacífico y al Golfo de México, y la constante velocidad del viento (entre 20 y 30 metros por segundo) justifican los 28 parques proyectados para esta región, de los cuales 15 ya están terminados.

Las tierras de la familia Bartolo están a apenas 150 metros de las obras del parque Biío Hioxo. Los campesinos ya resienten las afectaciones al  medio ambiente y pesa la incertidumbre sobre los impactos en el suelo, el agua, la fauna y la flora.

Rosalino, un joven de 24 años, sin ser biólogo ni ambientalista habla con mucha seriedad sobre los impactos ambientales y sociales que provocará este proyecto de “energía limpia” en un mediano plazo. “Las investigaciones que hemos hecho dicen que los aerogeneradores crearán un campo magnético, por lo que deben estar a mas de un kilómetro de distancia de donde hay personas, pero vemos que a escasos 150 metros tenemos uno”.

El estudio de impacto ambiental realizado por la URS Corporation México, en 2008, a cargo de la empresa Gas Natural Fenosa, advierte que la ciudad de Juchitán tendrá que almacenar los restos de substancias peligrosas resultante del proceso de generación de energía:  “Durante el mantenimiento de los aerogeneradores se realizarán cambios de aceite. El aceite gastado se enviará al almacén de residuos peligrosos para su posterior traslado a un sitio de confinamiento autorizado”. De la misma forma, sostiene que todos los residuos serán almacenados dentro del área del proyecto en áreas específicas.

 Avanzando sobre los caminos de tierra se puede ver que en los pequeños ranchos ya están de pie los aerogeneradores, mientras que en otros terrenos de cultivo donde aún hay maíz, las aspas y los motores están tirados en medio de la siembra esperando a ser armados. La compañía Gas Natural Fenosa, considerada la mayor en ventas de gas y energía en México, ofrecerá durante tres décadas – tiempo de vida útil del proyecto – la cantidad de 6 mil pesos por año a los campesinos que cuenten con una o seis hectáreas de tierra. Esta empresa contará con el tercer parque eólico más relevante de Latinoamérica.

Invisibilidad de las tierras comunales

El estudio de impacto ambiental destaca las características excepcionales climatológicas del istmo, afirmando que algunos parques poseen un desempeño superior a las instalaciones similares a las de Dinamarca, líder mundial en generación de este tipo de energía.

Por un lado, se hace apología de la energía eólica y su importancia para el desarrollo sustentable, y por el otro se ignora el costo social, cultural y económico para las comunidades que reciben estas obras. El estudio no refleja datos consistentes sobre el uso que los pueblos originarios hacen de sus tierras, ni menciona sus espacios sagrados, de cultivo ni de convivencia. No obstante, es categórico en afirmar que estas comunidades no serán afectadas de forma significativa “El proyecto no generará un impacto sobre los indígenas, sobre sus comunidades o su vivienda. Tampoco sobre sus recursos arqueológicos existentes, paleontológicos, históricos, religiosos y culturales dentro del área del sitio del Proyecto”.

Contradiciendo la posición de la empresa, Carlos Sánchez, miembro de la Asamblea Popular de los Pueblos de Juchitán (APPJ), sustenta que el impacto hacía a los indígenas es directo, pues las obras ignoran los derechos de propiedad comunal. “De los 15 parques que ya se construyeron en el Istmo, 10 están en tierras comunales, un total de 68 mil hectáreas. Solamente en el parque Biìo Hioxo hay siete sitios sagrados en 2 mil hectáreas de tierras comunales”.

La APPJ interpuso un amparo agrario en Salinas Cruz, Oaxaca, todavía sin respuesta alguna, para lograr el reconocimiento de sus tierras indígenas. «Reclamamos el reconocimiento de nuestras tierras comunales y señalamos que los 10 parques en Juchitán son ilegales, porque son tierras comunales. Las comunidades no tienen información sobre estos proyectos. Las obras no tienen autorización de la comunidad de Juchitán para ser ejecutadas», afirma Sánchez. Las tierras de Juchitán siguen la lógica del resto del estado, en el que, según datos del 2003 de la Secretaría de Asuntos Indígenas de Oaxaca, 80 por ciento del territorio es comunal. «El Estado mexicano, principalmente en los últimos 35 años, por medio de la Secretaría de Reforma Agraria otorgó títulos de propiedad de tierras que eran comunales», explica Sánchez. «Estamos viviendo alteraciones de caminos cosecheros, de espacios agrarios, de canales de irrigación, e invasión de nuestros lugares sagrados. Estamos preocupados por nuestra soberanía alimentaria y nuestra salud. Estos proyectos atentan contra nuestra forma de vida, nuestra tierra, nuestro mar y nuestra agua».

En Juchitán viven 50 mil 860 personas de habla indígena, lo que representa el 60 por ciento de la población del municipio, de acuerdo con datos del Segundo Conteo de Población y Vivienda del 2005. «A diferencia de otras regiones del estado, en donde hablar la lengua autóctona es resultado de la marginación, Juchitán es de las pocas áreas consideradas como urbanas en las que una lengua indígena es de uso común», afirma el propio estudio. A pesar de esto, toda la comunicación acerca del proyecto con las comunidades indígenas se ha hecho en castellano. «Muchos campesinos firmaron los contratos con las empresas para ceder sus tierras sin saber sus implicaciones», sostiene Sánchez.

El agua, detenida

El parque Biío Hioxo está asentado sobre una área acuífera, un ecosistema de tierra húmeda. La cimentación para los aerogeneradores requiere una excavación con una profundidad de 2.8 metros. Debido a que es posible que se encuentre agua subterránea a esta profundidad, se tendrá cuidado especial en no contaminar dicha agua, recomienda el estudio. De la misma forma considera que no habrá impacto ambiental si no alteran ni afectan el flujo de agua subterránea hacia la Laguna Superior. Empero, no existen garantías de que eso ocurra en la realidad. «Sabemos que las empresas encontraron venas de agua; las están clausurando con los cimientos y están utilizando un liquido especial para frenar el flujo de agua, que no sabemos exactamente de qué tipo de substancia se trata y de qué forma actúa», denuncia Sánchez.

Cambios en el paisaje

En tierras planas, las plantaciones, el ganado y las casas se mezclan en un ecosistema que se puso a disposición del parque BÍI Hioxo, que construye 117 aerogeneradores de tres aspas con una altura de buje de 55 metros y un rotor de 44 metros de diámetro, distribuidos en 14 líneas dentro de 2 mil hectáreas, con una separación media entre ellos de 150 metros. La visión queda aturdida por el horizonte cercado por los aerogeneradores y el movimiento de sus aspas.

El ruido es otro problema minimizado por el estudio. Cuando las aspas rotan al encontrarse con la turbulencia creada por el viento, se genera ruido de banda ancha. Un receptor ubicado a una distancia de 350 metros del parque eólico percibirá un nivel de ruido similar al de una habitación en silencio. Según los datos del estudio, en los predios que conforman el parque no existen receptores humanos que perciban el ruido provocado por los aerogeneradores a una distancia menor a 350 metros. No obstante, hay campesinos que habitan por algunos días sus ranchos en tiempos de siembra y cosecha, o hay quienes tienen ganado y acuden todos los días para ordeñar y dar de comer a sus animales a una distancia de menos de 100 metros de los aerogeneradores.

Como añadido está el enmarañado de postes, cables y torres de alta tensión, una contaminación visual digna de las grandes ciudades y considerada por el estudio de impacto ambiental como significativa, inevitable y acumulativa, ya que sucederá en todo el Istmo de Tehuantepec.

Suelo, flora y fauna, alterados

 “El componente suelo se verá afectado durante estas etapas del Proyecto por el retiro de vegetación y las actividades de despalme, por la apertura de caminos, zanjas y excavaciones y por la acumulación de residuos. Estas actividades modificarán las características del suelo, tanto en su composición por la pérdida de material orgánico y modificación del pH, como por los cambios en cuanto a la granulometría derivados de los trabajos de ingeniería”. Estos son datos que contempla el estudio, lo que no desvela es que el impacto será directo a la agricultura y la ganadería.

El retiro de vegetación en la zona por la apertura de caminos, instalación de aerogeneradores e infraestructura temporal provocará la fragmentación del hábitat y eliminará zonas de alimentación y refugio de la fauna silvestre. Esto fue previsto también por el estudio. Además, las aves y los murciélagos son las principales especies afectadas: morirán por el ruido, colisiones y fragmentación del hábitat.

Pasaron ya 20 años desde que se instalaron los primeros siete aerogeneradores en el Istmo de Tehuantepec con el llamado “Proyecto Piloto La Venta I”, un proyecto experimental de la empresa Iberdrola ejecutado por la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Éste buscaba justificar la viabilidad del corredor eólico en el año de 1994 como parte de lo que hoy se conoce como Proyecto Mesoamérica.

El corredor mantiene en funcionamiento 15 de 28 parques eólicos proyectados para la región, es decir, más del 50 por ciento de 5 mil aerogeneradores que ya saturan el paisaje del Istmo. Los efectos del impacto ambiental hacen sentir ya su presencia.

04 de mayo 2014

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