Grecia, entre el miedo y la esperanza

Gloria Muñoz Ramírez Foto: Gabriela Moncau

Atenas, Grecia. La vida cotidiana en Grecia se movió dramáticamente en los últimos años. En plena batalla por la supervivencia, en medio de una crisis económica sin precedentes, con niños desmayándose en las escuelas por desnutrición, escaso o nulo material de curación básico en los hospitales, el incremento de gente viviendo en las calles, griegos buscando trabajo en otros países o aceptando trabajar el doble por la mitad del salario, con un alarmante incremento de suicidios por agobio económico, entre otras tragedias, el pueblo helénico enfrentó un proceso electoral decisivo. “Sabemos que las cosas no cambiarán de un día para otro, pero hemos tocado fondo y en algún lado debemos encontrar la esperanza”, señala Anastasia.

Las calles en Atenas no son las mismas de hace un par de años, ni mucho las que, jubilosas, lucieron los dispendios de los Juegos Olímpicos del 2004. Hoy, señala Yorgos, un policía de 26 años entrevistado frente a la Escuela Politécnica, “una madre con su hijo ya no puede caminar sola después de las diez de la noche por el barrio Agios Panteleímonas, pues puede ser asaltada por migrantes o por griegos, que están igual de pobres”.

El mismo vigilante del parque lamenta su situación: “A los policías nos bajaron mucho el salario. Ahora estamos en los 800 euros al mes, pero sabemos que hay quienes sobreviven con menos”, dice Yorgos, quien advierte que en estas apretadas elecciones “no se prevén grandes disturbios, aunque los anarquistas salgan a las calles”.

Actualmente en Grecia todos parecen expertos en economía, no sólo en la doméstica, en la que cuentan euro por euro el dinero que se gastan, sino en la del país y el continente entero. A cualquiera que se le pregunte conoce las cifras de la crisis: 500 mil personas trabajan sin salario; el 50 por ciento de los jóvenes no tiene empleo; se han registrado 17 huelgas generales en los últimos dos años y un largo etcétera.

Todos los días los griegos pagan las consecuencias de las medidas impuestas por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional (FMI) para saldar un endeudamiento también impuesto. “Antes ganaba mil euros y ahora sólo 500”. “Antes la jubilación era a los 61 años y ahora es a los 63”. “Antes se pagaba por impuesto inmobiliario 50 centavos de euro por metro cuadrado y ahora se pagan 16 euros por metro”. “Antes la gente iba al mercado en las mañanas porque encontraba las mejores verduras, ahora van por las tardes porque todo es más barato o a recoger lo que dejan los comerciantes”. “Antes los padres eran felices si sus hijos eran aceptados en la universidad, ahora se preocupan porque si les queda un plantel fuera de su localidad no podrán enviarlos por falta de presupuesto”. “Antes los abuelos ofrecían de su pensión juguetes para sus nietos, ahora, si pueden, apoyan a sus hijos desempleados para la comida”.

Las calles que hace un año estuvieron colmadas de indignados que protestaban contra los recortes presupuestales y las políticas de austeridad, cedieron terreno a los carteles y banderas partidarias. Y aunque no se preveía el triunfo del abstencionismo, el ambiente en Grecia no es precisamente optimista, pues la realidad de la cotidianidad se impone: un reporte de Aldeas Infantiles SOS, que apoya a niños vulnerables o en situación de violencia o drogadicción, advierte que ahora estas fundaciones también enfrentan la crisis.”No tenemos para pagar impuestos ni sueldos, ni siquiera para los próximos cuatro o cinco meses”, señala Nikos Kaitsas; mientras que Socirakopoulus, obrero, confiesa: “Yo no sé lo que le espera a Grecia, pero voy a luchar porque tenga algo de dignidad, porque ahora no tiene. No se trata de dinero, se trata de dignidad”, reitera.

En los alrededores de la plaza de Omonia, zona que alberga a migrantes procedentes de Afganistán, Bangladesh, Pakistán e Irak, países de los que llega el mayor flujo de trabajadores en busca de oportunidades, muchos de los pequeños negocios han cerrado sus puertas y el interior de los locales está en ruinas. La ultraderecha representada por el partido Amanecer Dorado ha intensificado las agresiones contra ellos, incluso dentro de sus casas. El pretexto ahora es que los migrantes están agravando las crisis y son los culpables del incremento de la delincuencia.

Dhurjati, originario de Bangladesh, tiene una pequeña tienda en Omonia. Antes trabajó como albañil en Dubai, en la India, y desde hace tres años vive en Atenas. Se obstina en explicar que él no se mete en las decisiones políticas locales, pero, dice, “espero que gane el que pueda estabilizar al país y que todo mejore”, pues en los últimos años han cerrado cientos de comercios y, en su caso, las ventas han bajado en un 40 por ciento.

Con los migrantes, señala Anastasia, “los griegos tienen menos posibilidades de trabajar, pues les quitan puestos”, debido a que “ellos están dispuestos a ganar 20 euros al día en el ramo de la construcción, por ejemplo, mientras que un griego lo hace por 40 euros…pero bueno, tampoco es culpa de ellos, porque tienen hambre”.

En estos años la creatividad y la solidaridad han tenido que imponerse a la crisis. María relata que “el acompañamiento familiar en estos momentos es básico para enfrentar las medidas y eso se ve más en los pueblos fuera de Atenas, donde se comparten la comida”; mientras que Vangelis, economista, advierte que los griego deben crear “propuestas sobre los bancos, la distribución de riquezas, los mercados financieros, pero también cosas como nuevos conceptos de consumismo”. La gente en las crisis, dice, “se da cuenta de que el nuevo Ipad no debe ser lo más importante en la vida, sino tener buenas escuelas o buenos hospitales”.

Es precisamente el sector salud uno de los más afectados por los recortes presupuestales. En algunos hospitales, cuentan, “no hay medicamentos, ni material quirúrgico, bueno, ni siquiera vendas”. Stratis Bougellis, médico radiólogo, explica que “justo en la época en la que necesitamos los mejores servicios sanitarios debido a los resultados de la crisis, se están devaluando todos los servicios relacionados con la sanidad, produciendo graves situaciones en la atención médica, sobre todo a los trabajadores más pobres”.

El fantasma de Dimitris Christoulas, el farmacéutico jubilado que se suicidó en abril pasado debido a que, sentenció, “el gobierno aniquiló toda posibilidad de supervivencia para mí, que se basaba en una respetable pensión que yo había pagado por mi cuenta (sin ayuda del Estado) durante 35 años», recorre Grecia. Trascendió que tres días antes de las elecciones un músico de 60 años se quitó la vida junto con madre de 90, tirándose al vacío unidos de la mano desde la azotea de un edificio del barrio de Metaxourgeio. Al siguiente día, durante el cierre de campaña de Nueva Democracia en la plaza Syntagma, la misma en la que suicidó Dimitris, los simpatizantes del partido conservador destruyeron los mensajes de solidaridad dejados alrededor del árbol junto al que se quitó la vida, intentando borrar uno de los símbolos de una Grecia adolorida.

Las elecciones, entre el miedo y la esperanza

Con todo y la histórica jornada electoral en Grecia, en este país reina la incertidumbre. El triunfo electoral lo obtuvo Nueva Democracia, partido conservador dispuesto a seguir la línea de austeridad y recortes marcados por la Comunidad Europea y el Fondo Monetario Internacional (FMI), aunque tendrá un fuerte contrapeso con Siryza, opción de corte progresista que obtuvo el 27 por ciento de las preferencias, a pesar de la impresionante campaña de pánico infundida por los medios locales e internacionales, que propagaron los rumores de que si ganaba la izquierda se paralizaría la economía, la gente no podría sacar dinero ni de los cajeros automáticos y se impondrían “corralitos” como en Argentina.

Las marchas y concentraciones de protesta que colmaron las calles durante más de dos años cedieron por lo pronto el terreno al proceso electoral. La jornada del 17 de junio estuvo marcada por la incertidumbre y por una votación copiosa, en lo que fueron consideradas unas elecciones históricas no sólo para el país helénico, sino para el resto de la eurozona. Las calles lucieron un tanto desiertas, aunque durante el caluroso día no dejó de fluir la asistencia a las 20 mil urnas distribuidas en los centros escolares.

Sin disturbios graves, salvo el lanzamiento de una granada que no estalló, contra la emisora de televisión Skai, en Atenas, y los disparos al aire que realizó un joven con una carabina en la isla de Zakynthos, los cerrados comicios transcurrieron de manera pacífica, con los ojos del mundo centrados en los resultados y en las declaraciones de los dos principales contendientes: la derecha representada por Nueva Democracia, cuyo candidato, Antonis Samaras, es el vencedor, y el izquierdista Syriza, representado por Alexis Tsipras, quien señaló, antes de conocerse los resultados, que Grecia “derrotaría al miedo”, y se proyectaría como “un socio igualitario en una Europa que está cambiando». Horas después felicitó a Samarás por la victoria. «Ha obtenido la posibilidad de formar gobierno y nosotros lo veremos desde la oposición. No aceptaremos medidas de austeridad, haremos una política de oposición de forma constructiva», dijo.

En una de las escuelas habilitadas como centro de votación, en el céntrico barrio de Kukaki, Zisis Novis, comerciante de 56 años y partidario de Syriza, señala que estas elecciones son un laboratorio en el que un pueblo decide “si continúa el modelo neoliberal o si en este país el pueblo se hartó y por lo tanto busca otra cosa”. Pero aquí, como dice otro de los entrevistados, “la lectura no puede ser blanco y negro, pues aunque gane Nueva Democracia, el país tendrá una representación de izquierda histórica en el Parlamento, lo que pone en una situación de debilidad a sus adversarios vencedores”.

Por su parte Yordanis, de 35 años, afirmó categórico que “estas elecciones no cambiarán nada en el país, como lo quieren mostrar los medios de comunicación. Las cosas –dice- seguirán igual con uno y con otro”.

La euforia del triunfo griego en el partido de la Eurocopa, y los incendios que las altas temperaturas provocan en los bosques, son las notas que rodean las polémicas elecciones. La gente se concentró en sus casas y en bares después de las siete de la noche para seguir por televisión el conteo de los resultados y las primeras declaraciones de los candidatos. Parecía que veían un partido de futbol o algún otro evento deportivo.

Zisis Novis explica que, en efecto, ningún resultado “cambiará de un día para otro la situación económica de Grecia, pero la izquierda era la única que podía poner un freno a las medidas de austeridad impuesta para salir de la crisis humanitaria que se vive en este país”.

Con Nueva Democracia, insiste, “las cosas van a empeorarse. Seguirá la política de la medicina que mata al enfermo: Dos mil suicidios en los últimos dos años, incremento de gente en la calle; escasez de medicamentos; un millón 200 mil desempleados; cada vez más griegos saliendo del país en busca de trabajo; mientras que se incrementan de manera alarmante las agresiones a los migrantes que llegan de Afganistán, Bangladesh o Irak, entre otros, por parte de la derecha neonazi concentrada en el partido Amanecer Dorado que, por cierto, confirmó su inesperado porcentaje de votación del siete por ciento.

La campaña del miedo tuvo su efecto, incluso en los que votaron por Syriza, pues ante la amenaza de que se impondrían “corralitos”, como en Argentina, muchos griegos sacaron su dinero de los bancos. Un twit se refería, con humor, al estado de pánico creado: “no quiero sembrar el pánico pero fui a diez cajeros automáticos y todos me dieron dinero”.

Algunos pronostican que con el triunfo del partido conservador la gente volverá a tomar las calles “cada vez que se anuncie una nueva medida, pues no se pueden soportar más la carga de los recortes y el plan de austeridad”; otros opinan que “hay mucho desgaste entre los griegos por todas las movilizaciones del año pasado, así es que no será tan fácil pensar en retomarlas”.

Una partidaria de Nueva Democracia argumentó su voto de la siguiente manera: “Se trata de un voto lógico. Si Europa dice que lo mejor para el país es Nueva Democracia, se tendrá que apoyar a Nueva Democracia”. Horas después esta misma mujer festejó en Zappeio, a un lado del Parlamento; mientras que los simpatizantes de Syriza se concentraron en Propulaia, a un lado de la Biblioteca Nacional, lugar emblemático para las manifestaciones, pues también ellos tenían motivo de celebración, sobre todo si se toma en cuenta que hace apenas unos meses tenían sólo el cuatro por ciento de las preferencias, y en esta jornada alcanzaron un histórico 27 por ciento.

*Con información publicada en el periódico La Jornada

Publicado el 18 de junio 2012

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Una Respuesta a “Grecia, entre el miedo y la esperanza”

  1. Julieta Garcia

    Muy oportuna la «des-información» que me envían se los agradezco y por lo que que se ve Grecia es una muestra de lo que nos puede pasar o incluso ya nos esta sucediendo,de continuarse aplicando estas llamadas «reformas neoliberales» entre la población
    mexicana.Las cuales conducen mas a la miseria,la violencia,el desempleo,la falta de expectativas sobre todo entre los jóvenes.

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