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“El sabía cosas de su lengua que nadie más conoce”: murió Pedro Salazar, uno de los últimos hablantes del Ixcateco en Oaxaca

Diana Manzo

Fotos: Jesús Méndez

Oaxaca, Oaxaca. La muerte de don Pedro Salazar, uno de los tres últimos hablantes fluidos que quedan de la lengua Ixcateco, no sólo causa tristeza entre sus amigos y familiares. También hay duelo entre quienes defienden esta lengua por el alto riesgo de desaparecer, debido a que él sabía y conocía palabras del Ixcateco que nadie más conoce en su comunidad, señaló el investigador y lingüista Michael Swanton.

Arriero, campesino, artesano, músico, bailarín y maestro de danza en Santa María Ixcatlán, don Pedro, originario de Santiaguito, en Santa María Ixcatlán, falleció el pasado 4 de enero a los 95 años de edad. “No sólo fue un gran compañero en el estudio y documentación de su lengua materna, era una enciclopedia viva”, recuerda Swanton, quien realiza investigaciones del ixcateco desde hace varios años.

Santa María Ixcatlán está ubicado en la mixteca de Oaxaca, donde habitan alrededor de 500 personas que se dedican al trabajo de campo y viven de sus recursos boscosos y de la producción de mezcal.

De acuerdo a las investigaciones lingüísticas, desde la década de 1950 se ha entendido que el Ixcateco es una lengua de la familia lingüística popolocana, que es a su vez una rama de la gran familia lingüística otomangue, hablada principalmente en Oaxaca.

De sombrero, camisa y de tímida sonrisa, don Pedro tenía una excelente y notable memoria, recuerda Swanton, además de la lucidez que gozaba. “Por eso su muerte deja un vacío no sólo físico, sino también intelectual en la revalorización del Ixcateco”, dice el lingüista.

Swanton conoció a don Pedro en 1999, en Santa María Ixcatlán, y desde entonces fueron amigos. “Fue una persona que admiraba y estimaba mucho, porque era todo una enciclopedia, él se acordaba de cosas que otros hablantes no saben”, explica.

Como persona, el investigador lo recuerda de carácter duro, y además fumador desde los 14 años. “Hasta se comía las cenizas de los cigarrillos”, dice Swanton con admiración, además de narrar que sus desayunos durante muchos años fue un huevo crudo en un vino jerez. Además, dice, don Pedro era noble y juguetón. De carácter voluble, en ocasiones podría ser gruñón y necio, pero con una calidad humana admirable, generoso con sus tiempos y conocimientos.

“Don Pedro siempre colaboró y compartió su tiempo, sus conocimientos y su ser, y a pesar de lo difícil de su vida, siempre compartió todo”, recuerda.

Las personas mueren, las lenguas no

Don Pedro no tuvo hijos, pero su lengua la documentó para sus generaciones. Con su muerte, ya sólo quedan dos personas que hablan fluido el Ixcateco, otras tres personas que hablan bien y a veces buscan palabras para adecuar sus diálogos, y también hay decenas que lo entienden pero no lo hablan.

En las escuelas los profesores impulsan su revalorización a través de la memorización de palabras de ciertas canciones y saludos, y serán los niños quienes deberán reimpulsar el Ixcateco, explica el lingüista.

“Hay grupos de niños que están aprendiendo de memoria las palabras. No pueden hacer diálogos, han aprendido de memoria ciertos canciones y saludos, lo que dará cierta dignidad en Santiaguito”, agregó.

La muerte de Don Pedro causó conmoción en el pueblo y el país, y fue recordado por las instituciones de cultura y defensores de las lenguas indígenas.

“Las lenguas no mueren, las personas son las que mueren. Las lenguas representan una manifestación de la vida comunitaria, nos obliga a pensar cuáles son las consecuencias de su pérdida, así el Ixcateco, una lengua que conserva su propia historia, por eso las últimas palabras están enterradas con sus hablantes”, refirió el investigador, Michael Swanton.

Por último, indicó que cuando las lenguas son habladas por jóvenes, se dignifica un conocimiento ancestral que debe perdurar, pues México es el quinto país en el mundo donde se hablan más lenguas indígenas.

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