Desde 2012 un grupo de cineastas kurdas del Norte de Síria desarrolla la Comuna de Cine de Rojava, una institución popular para la producción y proyección de arte cinematográfico revolucionario en el territorio. Además de diversos cortometrajes sobre la realidad y las problemáticas sociales de Rojava, últimamente han producido la película The End Will Be Spectacular, sobre el levantamiento de 2015 en las ciudades del Kurdistan Norte, y el documental Love in the Face of Genocide , sobre la tradición del cante popular dentro de la comunidad kurda ezidí. Nos sentamos a hablar con las cineastas Sêvînaz Evdikê y Şêro Hindê para hablar de su trabajo y de su concepción del arte, la identidad, la lengua y la relación entre tradición y revolución.
Foto: Fotograma del largometraje «The End Will Be Spectacular», que narra resistencia de 100 días que tuvo lugar en la ciudad kurda de Sur (República de Turquía)
Necesito preguntarle esto a alguien, puede que vosotras seáis las personas indicadas. ¿Por qué La Casa de Papel es tan popular aquí? Los compañeros saben palabras de castellano que han aprendido viendo esta serie, incluso me ha llegado que en el frente se usan nombres de los personajes: Tokyo, Profesor…
Sêvînaz: Bueno, aquí la sociedad se fija en todo el que es popular en otras partes, no es muy diferente de Turquía o Irak en este sentido. Pero ciertamente esta serie es un poco diferente. Muestra una personalidad revolucionaria, alguien que quiere venganza, que es revolucionario, y esto tiene una influencia, un efecto en la sociedad. La gente quiere cambiar las cosas, su cuerpo lo pide. Pero en esta serie el revolucionario no es un revolucionario auténtico, es un cliché.
Me gustaría preguntaros cuál era vuestra película favorita en la infancia.
Şêro: A mí me encantaban las películas de cowboys, los western. En aquel momento no sabía por qué, pero ahora pienso que es porque la naturaleza, el paisaje son similares al nuestro, muy caluroso, muy llano. Incluso el ritmo de estas películas es muy similar a nuestras vidas, un tempo muy lento. Todo lleva tiempo, el tiempo es muy importante en estas películas. Los personajes tienen sed todo el rato, llevan armas… y pasa mucho tiempo antes de que hagan cosas.
Cuando miras películas de cowboys puedes ver la historia de los EE UU, se muestra cómo se construyó ese país. Puedes ver los detalles de esta sociedad que ahora está donde está, ver cómo empezó todo. Ahora, si nuestra situación fuese buena y no estuviésemos en tiempo de guerra ni sintiésemos el deber de hacer películas sobre lo que esta pasando, me encantaría hacer películas sobre la gente que vivía aquí hace 100 años, y ver como se llegó aquí, cómo se desarrolló todo.
Sêvînaz: Mi película favorita era Forrest Gump. (Ríe)
¿Forrest Gump?
Sêvînaz: Sí, cuando era pequeña tenía una relación muy fuerte con esa película. Yo nunca llegué a ir al cine, porque durante los últimos 20 años la cultura del cine fue destruida en Siria. En Rojava solo había un cine en Amude, que tenía muy mala fama porque solo se proyectaban cosas de muy baja calidad o películas que hacían propaganda del régimen Baath. En mi casa esperábamos mucho tiempo para que un DVD llegase a nuestras manos a través de vecinos y familiares. Además a mí siempre me decían que tenía prohibido ver películas, que no podía mirar, y yo me las apañaba para ver trocitos, pero Forrest Gump fue la primera película que pude ver entera, y tuvo un efecto extraño en mí.
En algún momento habéis expresado que como artistas no os consideráis diferentes de cualquier soldado o trabajador que hace su aportación a la revolución. Habéis supeditado vuestra creatividad a las tareas y objetivos revolucionarios. ¿Cuál es el rol del cineasta en la revolución?
Şêro: Nuestro papel como artistas es proteger la revolución. Hay muchos compañeros y compañeras dando formación, haciendo seminarios, dando entrevistas políticas, trabajando en nuestros medios de comunicación… pero hemos llegado a un punto en el que las personas que han luchado por nosotros y que fueron heridas o que incluso murieron por nosotros, se han convertido en números. El artista debe defender la revolución justamente de esto, primero mostrando la belleza que hay en el proceso revolucionario y segundo grabarlo todo, conservarlo, filmarlo para protegerlo y poder mostrarlo al mundo.
Sêvînaz: Tal vez si estuviésemos en otras circunstancias podríamos ser ese tipo de artista al que le gusta estar solo, que hace cosas que la gente no entiende, pero nosotros formamos parte de esta revolución y por eso seguimos unos principios y hacemos las cosas según lo que vemos y según lo que creemos. Pertenecemos a esta sociedad que leva diez años rodeada de enemigos, que ha estado constantemente bajo ataque, que no ha dejado de luchar. No somos diferentes ni estamos lejos de lo que pasa, no podemos decir “¡solo somos artistas!”. No. Estamos en el medio, para lo bueno y para lo malo formamos parte de todo lo que pasa. Al mismo tiempo que intentamos hacer películas, participamos en todo, estamos protegiendo la revolución y estamos protegiendo nuestra tierra.
En la mente kurda no hay una imagen de su propia identidad, de cómo podría ser una personalidad kurda, así que cuando hacemos proyecciones y enseñamos nuestras películas, esto tiene una influencia enorme en la sociedad
Vuestro arte esta ligado a la realidad y las problemáticas de vuestra sociedad, pero al mismo tiempo el cine también tiene que ver con crear sueños, ¿no? ¿Cuál es para vosotras la relación entre sueño y realidad?
Şêro: Ahora mismo uno no puede alejarse de la imagen real de lo que pasa a nuestro alrededor, aunque puede que un día, si la situación es de paz, me gustase añadir más fantasía a nuestras películas, pensar como un individuo… Antes de la revolución escribía poemas. Muchos eran poemas que eran especiales para mí, poemas sobre detalles de mi vida, sobre mis sueños, sobre cosas que podía imaginar, pero mi madre no podía entenderlos. En el tiempo de la revolución, si hablamos de hacer cine, tiene que ser un cine que mi madre pueda entender. No puede ser un cine ‘especial’ que sólo un grupo reducido de gente pueda entender, el tipo de gente que va a los festivales de cine, los críticos.
Sêvînaz: Personalmente imagino el cine como el lugar donde la realidad y el sueño pueden encontrarse, donde se puede mostrar lo que realmente estamos viviendo, pero a la vez se puede crear esperanza, dar esperanza a la gente para la cuál estás haciendo cine.
Sobre los festivales de cine, cuando vi que os habían invitado al Festival Internacional de Rotterdam justo después de la invasión turca de octubre contra Rojava, me vino a la cabeza la historia del cineasta revolucionario Yilmaz Guney, que escribió muchos de sus guiones en la cárcel y que en estos grandes eventos estaba un poco como fuera de sitio. ¿Cómo os habéis sentido vosotros en estos festivales?
Sêvînaz: Fui a este festival justo después de salir de Serekaniye, como unos dos meses después del inicio de la invasión. Pensé que tal vez sería bueno para mí, que me sentiría mejor, que me ayudaría a olvidar un poco, pero lo que pasó ya en la primera semana es que veía todo aquello y sentía una rabia inmensa hacia el mundo, lloré muchísimo. Cuando veía una calle en buen estado, o una persona bonita, cuando veía un gran salón, o a gente hablando de una manera que ni siquiera entendía, tenía la sensación de que la decisión de ir allí había sido totalmente equivocada, de que yo no pertenecía a ese lugar y de que era todo tan injusto.
Sentí que no quería hacer películas para sentirme así de mal, que quería hacer películas para lograr un cambio o para hacer que la gente sintiese lo que quiero transmitir en esas películas, pero no presentarme como esa persona que viene de un lugar en guerra y trata de convencerte de algo… Sin embargo, pienso que a veces es necesario, que era necesario ir allí y hacer que nuestras voces fueran escuchadas a ciertos niveles. Ir allí no me hizo más feliz como cineasta, me hizo más consciente.
¿Cómo reacciona la gente de aquí a vuestras películas? ¿Qué efecto tienen en la sociedad?
Şêro: Tal vez lo más importante es que como kurdos no hemos tenido una imagen mental de lo que es ser kurdo. Como te he dicho, hemos mirado muchos Western, hemos tenido en la cabeza una imagen de sociedades de hace cientos de años, o también imágenes de sociedades como los turcos, los árabes, una imagen de lo que es ser occidental, incluso nativo americano… pero en la mente kurda no hay una imagen de su propia identidad, de cómo podría ser una personalidad kurda, así que cuando hacemos proyecciones y enseñamos nuestras películas, esto tiene una influencia enorme en la sociedad, probablemente más que en otras sociedades.
En vuestras películas la música es extremadamente importante. También habéis rodado varios largometrajes y documentales sobre la música popular, en concreto la tradición oral del dengbej. Abdullah Öcalan dice que “nuestras vidas no podrán ser explicadas con libros, solo con canciones”. ¿Qué significa para vosotros esta frase?
Şêro: En Oriente Medio en general, la cultura y el legado de la tradición es muy importante. Cómo se viste, cómo se canta, cómo se baila… cuando una persona quiere entender una cultura tiene que fijarse en las tradiciones. Pero para el pueblo kurdo es una situación un poco particular porque nunca tuvo instituciones, nunca tuvo un Estado ni una tradición escrita que pudiese hablarnos de nuestra historia. La historia del pueblo kurdo ha sido escrita por los Estados que lo oprimieron, así que lo único que tenía eran sus canciones. Las canciones han sido una herramienta, una forma de resistir contra la opresión, contra el genocidio, contra todo lo que le nos ha ido pasando. Es una manera de proteger nuestra historia, de conservarla, de transmitirla a las siguientes generaciones. En las canciones populares kurdas puedes ver la historia de este pueblo, saber lo que le pasó y conocer las historias cotidianas que expresan la manera en la que la gente vivía antes.
El cantante popular kurdo no es solo una persona que tiene una buena voz y que puede actuar correctamente, es alguien que tiene que conocer la historia, que tiene la capacidad de entender al pueblo, las tribus, su geografía y lo que les ocurrió a lo largo de la historia, y al mismo tiempo tiene que saber qué ritmo usar para expresar las acciones que se dieron en un tiempo y espacio específico, mostrar todo esto de forma apropiada. El cantante popular kurdo tiene que tener y unir conocimientos de todos estos campos diversos, por eso pensamos que podemos usar esta figura y esta música como base para nuestro arte.
Sêvînaz: Cuando estas en una concentración, en una manifestación, o incluso en una comida, si quieres crear un efecto en la gente lo haces cantando, porque te pones a cantar y todo el mundo se siente rápidamente atraído, es algo muy enraizado en nuestra sociedad. El cine es lo nuevo, pero nuestra tradición musical es tan rica y profunda que pensamos que podemos construir un nuevo arte y un nuevo cine sobre esta tradición.
El hecho de que a pesar de todo hayamos conservado nuestra lengua y la sigamos hablando muestra nuestra resistencia a lo largo del tiempo
Vuestro arte esta enfocado a proteger la tradición y la identidad frente a la negación y la persecución, pero al mismo tiempo la revolución también es un proceso de romper con lo viejo. De destruir viejas estructuras y construir otras nuevas. Para vosotros, ¿cómo es la relación entre tradición y revolución, cómo se relacionan en vuestro arte?
Şêro: Durante años ha habido varios movimientos kurdos, varios partidos intentando hacer una revolución, pero la diferencia es que en Rojava el cambio fue liderado por las mujeres. Estas mujeres crearon nuevas instituciones de una forma ‘colorida’, no con la mentalidad conservadora de los hombres que ha sido hegemónica toda nuestra vida.
Esta revolución cambió la sociedad con el liderazgo de las mujeres, mujeres que a la vez que tomaron fuerza del tiempo de la Revolución Neolítica, trataron de limpiar la sociedad de la influencia negativa de las viejas estructuras, de la religión, por ejemplo. Las mujeres protegen estos cambios y nuestro objetivo es el mismo, proteger los logros revolucionarios y defenderlos de la influencia de una mentalidad reaccionaria.
Antes de la revolución de Rojava hubo varios movimientos kurdos que trataron de lograr un cambio social, pero sus líderes políticos eran hombres provenientes de la burguesía que miraban a la cultura de las tribus como algo atrasado, de manera que la sociedad no los apreciaba ni los aceptaba. Lo que Abdullah Öcalan hizo fue analizar y tratar de entender esta tradición y cultura tribal e identificar los elementos positivos en ella. Cuando hablamos de una vida comunal, es algo internacional, pero lo que tratamos de hacer es coger fuerza de esta vida comunal de las aldeas y las tribus tal como las encontramos en nuestra sociedad, logrando cambios a partir de sus cosas positivas.
¿Cuál es la importancia de la lengua en vuestro cine? ¿La lengua es lo más importante cuando se trata de desarrollar una cultura kurda?
Şêro: No puedes resolver la cuestión kurda solo con la lengua, pero la lengua es lo más importante. El hecho de que a pesar de todo hayamos conservado nuestra lengua y la sigamos hablando muestra nuestra resistencia a lo largo del tiempo. Nosotros queremos un cine kurdo propio, como el cine iraní, pero incluso si por ejemplo Hollywood decide hacer una película en kurdo, tendría que recurrir a directores y actores kurdos que por ser kurdos sabrán cómo pensamos y cómo vivimos.
Sêvînaz: Esta cuestión se ha planteado de formas muy diversas. Una de ellas es la gente que dice, ¿no sería mejor películas sobre la cuestión kurda, pero en un idioma distinto que pueda ser entendido por más gente? Una persona puede venir aquí, pasar mucho tiempo en este lugar y presentar su trabajo de la mejor manera posible, incluso puede hacer una buena película y nosotros apreciaríamos mucho a esta persona, pero no puede ser hecho de una forma realmente apropiada si no es por alguien que es de aquí, que habla nuestra lengua, que ha pasado por la ‘película’ por la que hemos pasado todos estos años de nuestra vida, no puede hacerse si no es por alguien que realmente ha vivido todo esto, es una cuestión no solo lingüística, sino de vida.
En vuestra película Árboles Solitarios hay un momento en el que se dice que si nos fijamos en la música popular de kurdos, árabes, asirios, vemos muchos puntos en común, también porque es una música muy ligada una naturaleza y un paisaje común, y esto para mí es interesante, cómo la música puede conservar la identidad propia y a la vez tender puentes entre pueblos.
Şêro: Sí, antes te decía que el pueblo kurdo es muy rico en su música y su tradiciones, pero todas los culturas que viven aquí lo han hecho juntas por muchos años, han vivido en la misma tierra y la misma geografía y lo que les pasó fue muy parecido debido a la opresión y el autoritarismo, por eso cantan de una forma muy similar. Puede que físicamente se muestren de forma diferente, puede que la lengua sea distinta, pero todos están tan ligados a una misma tierra que la diferencia no es mucha, aunque unos lleven un pañuelo rojo, verde y amarillo y los otros uno solo negro o solo rojo. La tierra es una y no puede ser separada. Fue la opresión y los sistemas autoritarios los que trataron de separar a los pueblos.
También en esta misma película aparece una canción que habla de un caballo blanco, de una novia con un pañuelo blanco, del blanco como el color de la pureza… y mi pregunta para vosotros es ¿cuál es el color de la revolución?
Şêro: La revolución no tiene un color, la revolución es colorida. Tal como el mapa de Kurdistan está repleto de culturas, repleto de colores y nunca aceptaremos que se tome un solo color por encima de los otros. El régimen Baath lo intentó, el Estado turco lo intentó, varios sistemas lo intentaron a lo largo de la historia, pero nosotros no aceptamos esto, no aceptamos coger solo un color, una forma de pensar. Creemos en lo colorido como colorida es nuestra cultura y nuestra vida cotidiana, como colorida es nuestra ropa cuando vamos a manifestaciones o a cualquier evento. Así que la revolución es colorida… sobre un fondo rojo (ríe).
¿Sobre un fondo rojo?
¡Es así! El rojo es el color del amor y de la revolución, es el color del cambio. Los pueblos nómadas koceri dicen: ¡tiene que ser rojo, incluso si cuesta dos liras más! (Ríe)
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