El francés, un hombre que se la juega todos los días

Recogido por Augusto Al Q’adi Alcalde

Tengo un más o menos 20 años. O ellos me tienen a mí. Vivo en la calle, muchas veces en la célebre cañada de la ciudad de Córdoba, Argentina. Tiene lindos túneles, esa cañada. Allí puedo refugiarme, especialmente cuando la policía nos aprieta, desaparecer y en cinco minutos aparecer nuevamente en algún sitio distante de esta ciudad compleja y cuartetera.

Tengo más o menos 20 años, trabajo con «La Luciérnaga». Los «chicos de la calle» hacemos y vendemos esta revista, y está bueno. Y me gusta leer, y estoy leyendo al Carlos aquí en la calle, o en algún túnel.

Y me gusta investigar sobre nutrición, salud, vida y la revolución necesaria.

Tengo más o menos 20 años, y tengo lupus. Siempre digo que el lupus me salvó la vida, no puedo fumar ni tomar lo que la mayoría de mis compañeros fuma y toma aquí en las calles. Si, el lupus me salvó la vida. Pero si le doy tregua al culiao, me mata, me da mala vida.

Mi nombre empieza con “Mar”, me dicen “el francés”. Quizás por el modo en que el lupus me hace hablar. Y por esa Luciérnaga, la revista, hace un tiempo llegué a un consultorio de medicina china y esas yerbas. Estuvo bueno, me enteré de los Zapatos (los zapatistas), y es un lindo viento. Y caminando y caminando, nos encontrábamos cada año en la marcha contra la dictadura genocida de los 24 de marzo.

Ahora ya no estoy en la calle, camino y lucho en movimiento. La villa, los comedores, la lucha paso a paso en la que el desgastarnos, cansarnos o asimilarnos es el riesgo.

Tengo más o menos 30 años, y tengo lupus. Estudio cuando puedo las medicinas chinas y sus prácticas de salud.  También los yuyos que nuestros ancestros usaban para alimentar la salud, la vida y la comunidad.

Diálisis se llama uno de mis ritmos. Semana tras semana, el ritmo. Desde hace unos días, uno de mis ojos, después de la operación, puede volver a ver las letras chicas tanto como las arrugas que mis compas crecieron en estos años.

Tengo más o menos 30 años, y estoy en La Toma. Tomamos estas tierras por necesidad y por dignidad, cerca del barrio en el que desde hace muchos años venimos haciendo, luchando y compartiendo.

Y por necesidad y por dignidad resistimos a los dueños y la policía que nos acorraló hasta donde no vamos a retroceder más.

Por necesidad y por dignidad. Tengo más o menos 30 años, y estaría bueno que aparezca el órgano para mi trasplante. Por necesidad y por dignidad. Me dicen el francés. Y mi nombre sigue empezando con “Mar”.

Publicado el 01 de Noviembre de 2009

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