El fantasma del colapso recorre el mundo

Raúl Zibechi

Las noticias que se acumulan estos días, traspasando la sobreexposición del coronavirus, son estremecedoras y nos llevan a imaginar que el colapso del sistema está comenzando.

El presidente de Turquía Reccep Tayyip Erdogan, abrió la frontera luego que un bombardeo sirio se cobró la vida de 50 soldados que están atacando la provincia de Idlib, que ese país quiere apropiarse. De ese modo, utiliza la desesperación de los civiles que huyen de la guerra como “arma geopolítica” (https://bit.ly/2TdPJTW).

En tanto, la policía griega dispara gases a los niños en la frontera para disuadir a toda la familia de ingresar a la Unión Europea (https://bit.ly/2TusNyr). Unos 15 mil refugiados, hasta el 2 de marzo porque las cifras crecen en horas, tiritan de frío en una zona de nadie entre Turquía y Grecia, mientras otros intentan ganar la orilla griega en pequeños botes, arriesgando la vida. En se marco, Grecia decidió suspender temporalmente el derecho de asilo (https://bit.ly/2TrVZpQ).

Esta vez no voy a hablar de los feminicidios en México, que según autoridades internacionales conforman una “crisis humanitaria” de la que culpan al Estado, porque “no hace prácticamente nada por paliar la situación”, como señaló la integrante del Sistema Nacional de Investigadores, Rita Canto.

Desde Grecia, las compañeras nos informan que el Estado decidió prohibir los carnavales con la excusa del coronavirus. En respuesta, la población salió a la calle en masa para celebrar la festividad, ante el inevitable acoso policial, como puede observarse en estas imágenes (https://bit.ly/32Jrq3l). En el decreto se prevé dos años de cárcel para quienes no obedezcan.

La militarización del agua en Brasil merece un párrafo aparte. Un informe del diario Estado de Sao Paulo, destaca que los canales que desvían el agua del río San Francisco hacia las grandes haciendas de la fruticultura en el Nordeste, están siendo vigilados por guardias armados y drones, mientras se levantan muros para proteger el agua, convertida en negocio para exportar frutas al mundo.

“En Petrolina, Pernambuco, guardias armados al estilo Robocop, apoyados por drones se mueven en motocicletas vigilando el canal para que la población no tenga acceso al agua. Los habitantes de la zona necesitan arriesgarse, furtivos, para paliar la sed. Agricultores que están a menos de cien metros del canal, no tienen acceso” (https://bit.ly/38cnb1j).

Brasil posee el 12% de toda el agua dulce del mundo. El acceso al agua, abundante y limpia, fue libre durante siglos. Hasta los años 90 del siglo pasado casi no había conflictos por el agua. Pero en los últimos cinco años, fueron registrado 63.000 confrontaciones con intervención de la policía, mientras surgieron 223 “zonas de tensión” por el agua.

Aunque los casos son muy diversos, hay un patrón común: “El poder económico, el agronegocio, la administración de las hidroeléctricas, industrias y taladores ilegales, que quieren apropiarse de tierras fiscales, intentan de muchas maneras restringir el acceso a ríos y represas”. El mismo informe establece que el Estado los apoya y siempre salen perjudicados los pueblos originarios y negros, agricultores familiares y comunidades tradicionales.

A lo anterior habría que sumar los millones de personas aisladas en cuarentena en el mundo, particularmente en China, pero cada vez más en Europa. ¿De qué normalidad podemos hablar cuando los migrantes centroamericanos son golpeados, encarcelados o expulsados cuando cruzan la frontera hacia México?

No tengo claro si las personas que leen estas líneas tienen clara la gravedad de la situación. No es cualquier momento el que estamos viviendo, sino el más grave desde, pongamos, el año 1347. Sí, desde hace casi siete siglos. Ese año comenzó la Peste Negra, que en apenas cinco años se llevó a dos tercios de la población europea y creó las condiciones para el ascenso del capitalismo, ante la neutralización de las trabas sociales que le impedían independizarse y alzar vuelo.

Al final de su exhaustivo libro, Ole Benedictow escribe: “La peste negra aceleró la evolución y transformación de la sociedad y la civilización europeas medievales hacia su forma histórica moderna”. Y concluye: “También aceleró el hundimiento de las estructuras y mentalidades económicas feudales y la aparición de una dinámica economía de mercado predominantemente capitalista y de las actitudes y mentalidades innovadoras que la acompañaron” (La Peste Negra, p. 521).

En esas estamos. “Ellos” conocen la historia y saben que estamos en un momento de viraje que cambiará el mundo. Mientras, nos toca a “nosotras” decidir qué haremos.

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