Siberia, Rusia. A pesar de la abundancia de cambios sociales, políticos y de otras índoles que han ocurrido en Rusia a lo largo de los últimos diez años, los rusos participaban en los procesos políticos de modo indolente. Los arrebatos aislados de las protestas no cambiaban el tranquilo estado del ambiente político. La vida del Olimpo político se caracterizó exclusivamente por el cambio de escenarios. Putin, por ejemplo, después de dos periodos presidenciales se convirtió en primer ministro. Mientras esto sucedía, el país cambiaba cada vez más. Los gobiernos realizaban sucesivamente reformas esenciales en las esferas de la educación, la seguridad social, la salud pública. Poco a poco las privatizaron y comercializaron. También se cambió el sistema de gobierno de las provincias. Desde 2004 no hay elecciones para gobernantes de las provincias, sino que son nombrados por el presidente. Parecía que la gente rusa no se daba cuenta o no le preocupaba la esencia de los cambios.
De repente, las elecciones para el parlamento –con sus resultados previsibles y sus falsificaciones ordinarias que no preocuparon a la gente por tantos años– produjeron enojo y causaron protestas, mítines y auto organización de la gente que hasta aquel momento nunca protestaba. Los administradores, los diseñadores, los programadores, los funcionarios bancarios. En todas las grandes ciudades del país aparecieron movimientos “Por elecciones honestas (verdaderas)”. Como respuesta, el gobierno organizó una serie de manifestaciones en su apoyo trayendo autobuses (y un tren) con obreros de las provincias cercanas y lejanas. Este activismo extraordinario duró tres meses. Mientras tanto, la siguiente elección se aproximaba. Ésta había sido fijada para llevarse a cabo el 4 de marzo. Lo curioso fue que todos sabían quién iba a ganar: Vladimir Putin, ex funcionario de la KGB, ex presidente y primer ministro actual. A pesar de los protestas, él iba a ganar las elecciones del mismo modo que su partido había ganado.
Las manifestaciones unían a los representantes de todos los espectros políticos y a la gente que está fuera de los partidos. Para cada espectro era muy importante dar su interpretación del evento. El gobierno, encabezado por Putin, quien de nuevo se preparaba para ser presidente, también tuvo que explicarle a la gente qué pasaba. Hizo una maniobra perfecta: propagó rumores de que los norteamericanos financiaban las protestas porque tenían miedo de Putin, el único político fuerte en el país, el mejor defensor de los intereses rusos frente a la “amenaza norteamericana”. La idea se hizo muy popular, sobre todo en las provincias rurales, aunque en las ciudades grandes tenía que competir con las ideas de los protestantes liberales y los de la izquierda. Los liberales criticaban fuertemente el autoritarismo del equipo de Putin, su inmenso burocratismo, su amoralidad y su incapacidad administrativa. La crítica de la izquierda ponía el acento en el neoliberalismo que, según ellos, destruye el país.
Aquí presentamos las voces de los que estaban en las callas, su visión de este brusco levantamiento y las perspectivas de la gente.
Stas Zaharkin, estudiante y activista del movimiento “Por elecciones honestas (verdaderas)” de Novosibirsk
La razón real del descontento es la corrupción, la inercia, la ineptitud para el trabajo del sistema político actual que no puede realizar sus funciones: el ministerio público no detiene a los criminales, las instituciones de protección de la naturaleza no la protegen, el ministerio de educación destruye a la educación pública. Esto es contra lo que protesta la gente y la idea de “revolución pagada” no es más que una mala excusa para la dictadura.
En el caso de la degradación de las instituciones estatales, la población comenzó a realizar sus funciones. Hay muchos ejemplos de auto organización en la erradicación de incendios, en la búsqueda de gente desaparecida, etcétera. El descontento de los aspectos diferentes de la vida se acumula desde hace mucho y por fin, después de las elecciones de diciembre, se tradujo en protestas contra todo el sistema político. El poder no puede darse cuenta de sus errores porque no dialoga con la sociedad civil.
Peter Prenev, activista del Sindicato de Trabajadores de San Petersburgo
Desde mi punto de vista, sólo se provocó un descontento en la sociedad, en vez de actividad política. La actividad política supone, en todo caso, la propuesta y realización de unas u otras exigencias políticas.
El descontento de hoy con sus mítines y manifestaciones, con sus huelgas de hambre no es más que un rumor de vecindario enojado. Sí, este rumor ya tuvo sus frutos insignificantes. Pero más que otra cosa sirvió al sistema político vigente. Al soltar las válvulas de escape de unas cuantas libertades políticas, los poseedores del poder aseguraron tanto la salida del vapor, como apaciguar las pasiones.
La sociedad en su conjunto se cansó moralmente de Putin, pero ese cansancio no tiene carácter crítico. El sistema político de hoy es bastante aceptable para la mayoría de los ciudadanos rusos. ¿Por qué? Pues porque ni siquiera pueden imaginar una alternativa. Se dedican a sobrevivir. En el sentido literal de la palabra.
Cabe mencionar que el vecindario enojado pretende ganar el juego sin respetar sus reglas. ¿Dónde estuvo mientras Putin suprimió las elecciones de gobernador, la comparecencia mínima en las elecciones, la columna «contra todos», mientras endureció la ley sobre los partidos políticos? La respuesta es: con los brazos cruzados, en su casita, diciendo que eso no tiene nada que ver con ellos. Por lo tanto, el escupitajo de hoy por parte del gobierno hacia las elecciones que tanto les enojaron es un resultado merecido de esa indiferencia. Menos mal que una parte de la sociedad se dio cuenta de que ya no se puede seguir esperando con los brazos cruzados a que pase algo bueno: lo bueno no alcanzará para todos, pero puede llegar esperando a una dictadura.
Igor Lyulyushkin, obrero activista de Rybinsk
Los motivos son diferentes, pero la mayor parte de la población que tomó parte en los mítines sin asociarse con ninguna organización, intentó de esta forma expresar su cansancio del sistema político construido por Putin. También expresó su tedio de seguir viviendo dentro de ese sistema por seis o doce años más. Por supuesto no faltaron otros motivos, tales como el descaro y la falta de disimulos por parte de los funcionarios, irresponsabilidad de los funcionarios y los órganos de seguridad, así como la actitud preconcebida por parte de los juzgados, pero fueron motivos secundarios.
Por eso, es dudoso que las fuerzas políticas, que participaron juntas en estos eventos sigan organizando mítines unidos. Se provocará una paulatina separación organizacional y es un proceso objetivo. Los mítines regresarán a su estado de “antes del 4 de diciembre”, es decir, serán poco concurridos, pero agresivos. El destino del gobierno, del sistema gubernamental, de Putin, etcétera se encuentra en la dimensión política exclusivamente.
Leonid Rublev, obrero activista de San Petersburgo
El hecho de que las protestas hayan sido pagadas por Estados Unidos es una buena idea. ¡El gobierno necesitaba un enemigo grande para culparlo de todos los males! ¡Estados Unidos es una opción idónea! Fue igual que con las elecciones presidenciales: para distraer la atención de la figura de Putin había que encontrar un enemigo que la gente odiara aún más. Prójorov es un candidato idóneo (el proyecto de ley sobre la semana laboral de 60 horas, las borracheras en el Aurora). Enfrentando la realidad te das cuenta de que actualmente ¡no existen alternativas a Putin! En mi opinión, eso es lo más desagradable. En mi opinión en el momento dado prácticamente no hay perspectiva.
Las personas son muy diferentes. En San Petersburgo ya se produjo la separación y existen dos diferentes comités organizadores de mítines y manifestaciones, que las llevan a cabo en distintos horarios e incluso a veces en distintos días. Y aun dentro de estos comités no todo está tranquilo, en uno de ellos incluso empezaron a disparar en una reunión. Es una lástima, pero parece que ni siquiera entre nosotros sabemos ponernos de acuerdo.
Eugenia Polinovskaya, historiadora y profesora comunista del Universidad de Novosibirsk
Desde mi punto de vista, lo que tememos en Rusia es una crisis del sistema mismo y la desilusión. No es la desilusión de un gobierno concreto, sino del curso neoliberal en general. Lo noté en las elecciones pasadas. El electorado más prometedor poco a poco daba la espalda al gobierno. Éstos son los habitantes de las ciudades más grandes, de mediana edad que ganan bastante bien. Aunque no entienden la esencia de las reformas, sienten que ya ni la buena educación, ni el trabajo asiduo les garantiza la seguridad, el buen nivel de vida y la realización de sus capacidades creativas. La política neoliberal tuvo como resultado la disminución de los derechos sociales, la diferenciación social y la falta de estabilidad económica de la gente. Además, el gobierno llevó a cabo algunas reformas perniciosas y un poco estúpidas. En lugar de hacer la reforma de la milicia, le dio otro nombre –policía. Esto tuvo un gran costo para los contribuyentes. La desilusión se acumula y se expresó como desconfianza en el partido gobernante, Rusia Unida, en particular en las elecciones parlamentarias de diciembre. Por supuesto, las falsificaciones burdas a favor de “Rusia Unida” los hizo sentir engañados. Eso fue el pretexto, pero el motivo real es la crisis del sistema.
El 64 por ciento de votos que ganó Putin es la pérdida de la oposición. Creo que esta vez la oposición tuvo una oportunidad única: si no ganar, al menos sacudir muy fuertemente al poder. Pero cometió algunos errores tácticos y estratégicos muy graves. Primero, los comunistas, que tienen el segundo partido más grande y que probablemente ganaron la elección de diciembre, necesitaban un rostro nuevo (propusieron al mismo candidato durante casi año). Su campaña electoral era bastante indolente. En particular, tuvieron que revelar el mito sobre la alianza de los protestantes y el capital norteamericano que les paga. Habría que haber demostrado que Putin es quien lleva a cabo el programa neoliberal. Ronald Regan y Margaret Tatcher podían envidiar la escala de comercialización y privatización de los últimos 12 años. Putin se presentaba a sí mismo como un luchador contra los oligarcas y contra el gran capital, cuando castiga o detiene a sus competidores políticos y económicos. Hasta que en la política exterior flaqueó la presencia de Rusia. Desde hace poco no tenemos bases militares en Cuba y Vietnam, regalamos tierra a China.
Sin duda ahora vamos a tener una disminución de actividad política. Ya la tenemos. El mitin de 20 mil personas en Moscú es mucho, pero es dos veces menos que en diciembre. Ahora hay que analizar y entender lo que pasó y qué podemos hacer. Pero el país ya cambió, la crisis del sistema no va a desaparecer como no va a desaparecer la corrupción, la estructura burocrática gigantesca e inerte. El sistema no puede desarrollarse, por eso necesita falsificación. Además, Rusia va a entrar en la Organización Mundial del comercio (WTO, por sus siglas en inglés) el gobierno ya anunció el aumento de las tarifas, ya no tenemos tanto la herencia de la época soviética. Hay que esperar las nuevas protestas y los cambios del país.
Publicado el 02 de Abril de 2012