San Petersburgo, Rusia. Tras un repentino cierre de la Universidad Europea de San Petersburgo, algunos profesores decidieron –como forma de protesta– organizarse para dar cátedra en las calles. Sin embargo, muy pronto la incipiente demostración se transformó en algo más: una nueva modalidad educativa, un modo de apropiación del espacio público y un pretexto para la reflexión sobre la situación política actual de la Rusa post soviética.
La primera Universidad de la Calle apareció hace casi seis años, cuando la autoridad de San Petersburgo, de repente y a mitad del año escolar, cerró la Universidad Europea de San Petersburgo “por medidas precautorias”. Casi nadie recuerda qué fue lo que causó la tensión entre las autoridades de San Petersburgo y la universidad, pero todo parece indicar que fue eso el motivo de la clausura. Entonces, muy elegantemente, algunos profesores expresaron su actitud ante tal decisión, y así fue como se fundó la Universidad de la Calle, con sus primeras conferencias “callejeras” llevadas a cabo justo enfrente de la Universidad Europea.
El primer día escolar no duró mucho, pero atrajo a más de 70 personas: estudiantes y profesores de diferentes universidades, periodistas y activistas, lo que convirtió el evento en algo más que una simple acción de apoyo. Aún después de la reapertura de la Universidad Europea, las conferencias callejeras seguían “matriculando” a nuevos estudiantes.
Era de esperarse que no todos los profesores mostraran interés por el proyecto, sino más bien, aquellos que tenían una visión muy particular sobre los problemas de la educación, del arte contemporáneo y de los procesos que estaban pasando en Rusia. El nombre Universidad de la Calle hace referencia al lugar abierto donde cada uno puede participar y donde conviven tanto las tradiciones antiguas -socráticas, aristotélicas, platónicas- como las nuevas -de la Universidad de California y Josef Voix. Además, participan científicos y filósofos bastante famosos, lo que incrementó la popularidad del proyecto. Es de esta forma que la Universidad de la Calle obtendría la fama de ser opositora e inconformista, y liberaría a San Petersburgo de la época de la perestroika.
La idea resultó ser contagiosa. El sistema educativo, debilitado por la mercantilización de todas las instituciones educativas, desde las guarderías hasta las escuelas superiores, fue suelo fértil para la educación callejera, que se expandió con la magnitud de una pandemia.
Las conferencias sirvieron como espacio de reflexión sobre las peligrosas consecuencias de dicha reforma educativa. Aparte de ese tema, en las conferencias se abordan otros, como el movimiento estudiantil, la experiencia de los estudios alternativos, la lucha social de las asociaciones artísticas, la resistencia civil, la estética y la teoría de las formas vanguardistas y el activismo de abajo. Como ejemplo de conferencias, se puede citar: Los soviets y otras formas del poder constituyente (Artyom Magun); La asamblea como ensamblaje de voluntad colectiva (Kseniya Eroshina); Medios masivos y el cuerpo de solidaridad: las formas de las prácticas constituyentes (Pavel Arseniev) y La plasticidad del racismo (Sergey Ermakov), entre otras.
Definitivamente, esta modalidad se ve como una protesta, pero una protesta con un estilo relativamente nuevo para la Rusia contemporánea. Se caracteriza por la redefinición de las prácticas habituales y por la recuperación del espacio público. Parece muy pacífica y más bien constructiva, pero esta creatividad constructiva tiene una fuerza, suave pero perseverante, y un leve matiz burlón y sarcástico. Mientras tanto, los temas que se abordan en la Universidad Callejera tienen un carácter cada vez más serio: restablecer las tradiciones estudiantiles de la autoorganización y hacer una red efectiva de organizadores y participantes que quieren reunirse para hacer un espacio de producción y distribución de los conocimientos críticos.
Los medios oficiales no se dignan en mencionar tales eventos, pero basta recorrer las páginas de internet menos oficiosas para encontrar una multitud de acontecimientos para-políticos semejantes. Uno de los más recientes y más interesantes se conoció por el nombre de “Occupy Abai”.
Abai Kunanbaev (1845-1904) es un poeta kazajo poco conocido, cuyo modesto monumento adorna uno de los parques centrales de Moscú. Por mera coincidencia, actualmente el poeta vuelve a gozar de un instante de gloria. Resulta que en mayo pasado, durante la investidura del “nuevo” presidente Putin, participantes del mitin opositor se sentaron a descansar al pie del monumento, a hablar y a tocar música.
Curiosamente, la reunión improvisada no terminó al caer la noche, sino que se prolongó más de un mes. La gente iba y venía, y el lugar iba cobrando la fama de ser la sede de la “clase creativa”. Se mostró una auto-organización inaudita: se escribió la crónica en internet, se compró y cocinó la comida, se limpió el parque –que por la noche había sido un lugar bastante peligroso. Lo raro es que abrumadora mayoría de asistentes no tenía nada que ver con los partidos o movimientos políticos. Al verlos tocar música, jugar, charlar, reírse, recitar versos, uno jamás diría que se trataba de una reunión política. La conferencia dada al pie de Abai por el alemán Boris Groys, un conocido teórico de arte, fue una noticia que no pasó desapercibida en el mundo entero. Y el lugar no era nada casual.
Es necesario destacar el contexto en el que surgió Occupy Abai: las movilizaciones antigubernamentales más masivas de la historia reciente de la Rusia capitalista y el rumor de la prensa mundial sobre el “naranjismo” – una revolución cínicamente pagada, una maniobra astuta de los imagemaker que pintaron a Putin como un salvador de Rusia contra el inmigrante invasor que dirigía las protestas. Todo esto fue seguido por la victoria de Putin y la confusión de los manifestantes. Todo parecía indicar que se había calmado la tempestad, hasta que de repente se vislumbró la silueta de Abai en el horizonte.
Un sociólogo caracterizó al fenómeno Occupy Abai como “un modo de apropiación de un espacio político, público, ciudadano (urbano), en circunstancias como las que tenemos, es decir, en crisis política. Este modo de apropiación tiene un carácter post-post soviético y por eso se enfrenta con las normas y prácticas de aprovechamiento del espacio público post-soviético. En otro contexto, tal evento no tendría ninguna envergadura política, pero en la Rusia de hoy la tiene.
A juzgar por todo el poder actual de Rusia, ésta procura a toda costa controlar el espacio público político. Los que no siguen las reglas del juego de la Rusia postsoviética, destruyendo el discurso del sistema del poder actual, suponen más peligro que la oposición oficial con sus manifestaciones y mítines organizados y planeados”.
No será en vano que se tema tanto a esos inocentes brotes de protesta, que tal vez sí logren romper el cimiento de la Rusia postsoviética.
Publicado el 25 de junio 2012
¡Qué genial!, convertir algo que usualmente veríamos como trágico en un sistema educativo independiente. Ya tenemos el ejemplo: aprovechar esa clase de situaciones para generar sistemas separados de los que ya no sirven y son muy difíciles de cambiar desde adentro.
Y aunque cada historia sea distinta, el objetivo siempre será el mismo, tener una vida plena y feliz.
Algún autor habló -escribió- de «E-scuelas y e-scuelas», obra en la que propone aprovechar por ejemplo la experiencia de los mayores en las artes y oficios. Lo mismo la instauración de bibliotecas ambulantes -cosa hoy superada-, pero la idea es la misma, no tener que pasar por una institución a comprar un grado, en el libro las «e-scuelas» eran aquéllas gestionadas por la ciudadanía. En fin, enseñar es siente gratificante para las partes, en mi caso tengo por alumnos a mi hijo y un sobrino, aprendiendo mi oficio (la sastrería), lo que no impide que uno y otro vayan a la escuela normal superior uno y preparatoria el otro, al más puro estilo de los abuelos; «…que estudien, pero que aprendan un oficio», lo cual, de pasada, fue tambien mi caso, muy buena la nota.