Colombia. El agobio de análisis y posiciones frente al proceso de paz es de esperar. Saldrán más. Igual que con muchos otros eventos y hechos, es un hecho la capacidad estratégica del régimen (del que hace parte el Estado colombiano) para manejar estas reacciones y predecirlas. Un componente demostrado a partir del golpe de Honduras es que incitan estas abundantes reacciones. Excitan para que sean abundantes y agobiantes hasta cansar lectores y sujetos interesados para marginar a quienes escriben, proponen, denuncian, a hablar entre ellas y ellos. Entre nosotrxs. Conseguido esto, pueden seguir adelante a puerta cerrada con su agenda. Creo que esto «va bien» para el régimen en el tema de Negociaciones de Paz Gobierno-Insurgencia. Por ahora esta dinámica, que parece inevitable y juega a su favor, pone en evidencia, de nuevo, la incapacidad estratégica de los procesos institucionales, organizativos y colectivos. Si existiera esa capacidad, se priorizaría con sabiduría para discernir y convertir en práctica lo que se quiere, lo que se puede y lo que se debe hacer. Cuentan con esta incapacidad para servirse de reacciones para auto-agobiarnos y marginarnos.
Paradójicamente escribo, con lo cual contribuyo al agobio para aportar a superarlo poniendo en evidencia esta dificultad. Dicho esto planteo, de nuevo estratégicamente y sembrando al viento, lo siguiente:
Ámbito y Alcance de los Diálogos
Habría que hacer lo posible para que esta negociación entre insurgencia y gobierno colombiano prospere de manera rápida y eficaz dentro de la agenda propuesta para que los armados firmen su paz. Eso, por duro que suene, es lo prioritario. Que han matado y muerto a nombre de nuestra lucha y de la de ellas y ellos es un hecho. Que abierta y directamente el régimen usa la guerra para beneficio de la acumulación y que transformó la guerra, venga de donde venga, para beneficio de proyectos de ocupación extractivista, es evidente. Que además esa guerra terminó siendo un obstáculo abierto para la movilización popular de resistencia y transformación es discutido, pero es realmente indiscutible. Es decir, que esa guerra que ahora es entre ellos pero contra los pueblos tiene que acabarse y de la única forma posible: que acuerden su paz. Eso no debería ser interferido, ni manipulado, ni obstaculizado por nada ni nadie.
Estorbos Externos y Posibilidades de la Agenda Acordada
El mayor obstáculo externo para el fin de la guerra, es precisamente ese: ¡la presión externa! Viene, claro, desde el régimen que ES externo y transnacional e imperial. Pero en la práctica ese actor es indiscernible del gobierno y de sus voceros y agentes. El gobierno es el imperio transnacional y sus intereses, no es el pueblo. La insurgencia en la mesa, es un actor armado, que representa en lo esencial sus intereses y lo que le queda de legitimidad en defensa de intereses colectivos (evidentemente muy reducida, si es que queda algo). La agenda acordada refleja esta realidad. Negocian ante todo el fin de los combates. Eso es de lo que se trata. A cambio de resolver jurídicamente, socialmente, políticamente y económicamente la situación y el futuro de las tropas de la insurgencia.
Allí entra el tema tierras, el tema participación política etcétera. Inevitablemente, esta agenda tiene que desbordar lo particular del fin de la guerra entre armados. Participación política y tierras son para eso. Pero en una lógica clara y en un ámbito preciso: no es para hacer una reforma agraria integral, ni es para transformar las estructuras político electorales. No hay condiciones para esto, pero sí para aprovechar la negociación y abrir unos espacios.
Hacer algunos cambios que abran espacios absolutamente cerrados y en proceso de asfixiar al campo y a la oposición político-electoral. Con la negociación se podría proteger (como máximo) la posibilidad concreta de no entregar el campo totalmente a proyectos extractivistas y de no eliminar en el unanimismo, los espacios de oposición político-electoral partidistas democráticos. Para esto ni de la negociación ni de una transformación estructural depende la firma de acuerdos. Pero el mínimo que se logre en lo concreto debe pelearse adentro y servirá sin duda para que afuera y abajo, las luchas encuentren espacio más allá de las negociaciones y muy por encima y por fuera y claramente a pesar de quienes negocian, para actuar con libertad en su propio nombre sin quedar restringidos por las decisiones de negociadores ni bajo el control de lo acordado. No se negocia la autonomía popular. De las negociaciones y acuerdos no sale, no debe salir, no puede definirse ni orientarse la lucha popular por la dignidad y contra el imperio. No tienen ese mandato quienes negocian su paz. Nadie se los dio, no debe dárseles y por esa razón, la presión sobre la mesa de negociación es para que lleguen a acuerdos en estos aspectos concretos de lo político-electoral y tierras:
1. Que entre ellos logren un mínimo de garantías que hoy no existen y que se vienen eliminando, para que estos ámbitos permanezcan abiertos.
2. Que acuerden de manera explícita o por lo menos evidente, que ninguno de los firmantes y participantes en la mesa puede arrogarse más la representación del pueblo y del país. Esas no son mesas de negociación del pueblo colombiano. Son las mesas de negociación del régimen y de la insurgencia y de esa guerra que termina siendo su guerra por la dinámica histórica que la ha conducido en esa dirección. Que deben acordar y firmar el respeto a la voluntad y a la lucha popular que los supera. Ese sí sería el fin de la guerra. El reconocimiento definitivo de que esos en guerra no son Colombia ni su pueblo. El respeto, finalmente, a que llegará el día en que el pueblo se represente a sí mismo y Colombia no cabe en quienes participan en esas mesas.
3. Dado lo anterior, que pretende ser ético y estratégico sobre la base de que nadie debe (aunque hasta ahora hayan podido a sangre y fuego) usurpar la vocación, capacidad y procesos de los pueblos que hacen a un país (empezando por hacer una agenda política desde abajo); lo coherente es que esas mesas sean observadas por el país todo, pero que el ámbito y alcance de lo que se negocie se limite a un mínimo práctico que cabe en la agenda y abra con respeto la libertad que nos han negado, o, como mínimo, la libertad para luchar por esa libertad que hasta ahora nos han negado. Por eso digo con firmeza a compañeras y compañeros de organizaciones, partidos, grupos: dejen de tratar de meterse a la mesa y de meternos allí. Lo que tenemos es que exigir que nos dejen por fuera de su tarea puntual que vigilamos, que sientan que son ellos los que están dentro de nosotros (y nosotros no cabemos dentro de sus agendas e intereses, nunca cupimos) en un espacio reducido y limitado y que en esos acuerdos y en el proceso aparezca lo negado, que somos mucho y muchxs más que lo que se aborda entre quienes negocian ¡CARAJO!
Las Víctimas, los recursos públicos y los Bienes Comunes
Finalmente, en la mesa se negocia un botín enorme. Por lo menos y como mínimo, el enorme presupuesto de guerra del Estado y los territorios vedados por la guerra. Ese botín no es de ellos ni pueden definir su destino entre ellos. Es público, colectivo y debe ser DEVUELTO a sus legítimos dueños: La Nación Colombiana y los pueblos. Ese botín debe ser identificado, mínimamente cuantificado y definido para que una porción precisa y reducida sirva como garantía de los acuerdos de paz y del desarme y el resto sea entregado al pueblo colombiano. La transformación del botín secuestrado hasta ahora en recurso público y bienes comunes debe ser un resultado parcial de las negociaciones y el sentido de la lucha popular desde ahora.
Dado que ese recurso existe y que la guerra es, ha sido y será por otras vías para despojar a los pueblos y al país de esos recursos, los primeros depositarios de esos recursos y bienes, en justicia, son las víctimas del conflicto. A mi juicio, los únicos participantes con voz y voto, con capacidad y derecho legítimo de participación en condiciones de igualdad, deben ser las víctimas. Si el MOVICE en su propuesta presentada recientemente, recoge esta vocería, el MOVICE en nombre y en interlocución con las víctimas del conflicto, debe estar allí con pleno poder negociador. Nada más práctico, justo ni estratégico que esto. Que no se repartan el botín entre ellos sino que lo devuelvan, o que sienten bases reales para que sea devuelto, a las víctimas directas y a toda Colombia, transformada en víctima de quienes ahora se sientan a negociar con esa tendencia arrogante que los ha llevado a asumir que son nosotras y nosotros, que son todos y todas y no lo son. La Colombia víctima de esa arrogancia debe estar representada allí para que la transición de víctimas a sujetos empiece allí, para ser devuelta a nuestro proyecto colectivo de construir país en Minga.
Futuro: Los que negocian en el lugar que les corresponde
Si esto se logra, la lucha contra el modelo, que rebasa a las víctimas, pero del que somos víctimas, habrá llegado en la proporción que es viable, a las negociaciones. Sin estorbar, se abre el camino posterior para consolidar la capacidad colectiva de construir paso a paso e inventando el camino sin recetas de jefes o líderes, un país de los pueblos sin dueños por fuera de las mesas de negociación e incluyendo a las facciones entre los pueblos pero NUNCA MÁS a los pueblos dentro de facciones.
Prepararnos para luchar con todas nuestras capacidades particulares y colectivas contra el modelo de despojo y por la reapropiación colectiva de bienes colectivos, nacionales, comunes, igual que libertades, derechos fundamentales y la posibilidad de superar el modelo de despojo y remplazarlo por procesos autónomos y planes de vida, requiere que en estas negociaciones entre el gobierno a nombre del régimen y la insurgencia a nombre de una guerra que ya no es popular, en presencia de la víctimas, se generen condiciones concretas para el fin de los combates con los recursos requeridos y posibles y que las víctimas estén allí a nombre de todo el pueblo para garantizar algo de justicia; y que la rapiña por el botín que hoy distorsiona toda esta negociación desde dentro y fuera se convierta en la base de la devolución del país a sus pueblos. Pero esa reapropiación colectiva de Colombia, esa Minga, no cabe en la mesa y ya viene caminando por fuera.
Lo peor que podría acontecer es que por el afán de caber en la mesa y conseguir una porción de lo negociado, no sólo no se acaben los combates sino que en la repartición egoísta y vanidosa, nos quedemos de nuevo, sin pueblos, sin dignidad y sin libertad.
Publicado el 24 de septiembre 2012
Manuel una inmenza parte del territorio Colombiano ( subsuelo) fue negociado ( vendido) bajo el gobierno de Uribe, en especial a compañias canadienses. Las zonas de conflicto con mayor presencia de las Fuerzas armadar revolucionarias farc EP, son «casualmente» las zonas con mayor riqueza mineral, ahora; estas compañias no han llegado con todo su poderio a trabajar ( acabar) en o este territorio porque las Farc estan ahi, te hablo de un porcentaje altisimo del suelo Colombiano.
Tu crees que si se da este dialogo y se concrecta algo y las Farc se desarman seria bueno para el paos?
Gracias por el comentario. Se trata precisamente de esto cuando señalo el botín de guerra que está en la mesa de diálogo insurgencia-estado. El fin de la guerra es indispensable. No sirve sino a los intereses del despojo. Pero el costo de esa paz no puede ser l entrega del país todo a intereses particulares. El estado pretende entregar recursos a transnacionales. Las FARC, participar del botín. Es allí donde se requiere restringir el ámbito y el alcance de esas mesas y de movilizarse para defender lo público y colectivo que no son botines de guerra. Precisamente al tipo de preguntas que haces y las consecuencias de meter al país todo en las negociaciones es a lo que no se le pone atención. La guerra de ellos ha sido a costa del país de nosotrxs. La paz de ellos no puede ser la entrega de lo nuestro!! Pero que se acabe la guerra, sin duda!