Costa Rica es un monocultivo, no una democracia

Henry Picado

Costa Rica. De la misma forma en que el Estado costarricense se empeña en esconder las condiciones de explotación laboral, expoliación ambiental y alta toxicidad de la producción de sus dos productos estrellas del mercado internacional (la piña y el banano), los medios comerciales de información y los aparatos políticos se empeñan en hacer creer a propios y extraños que en Costa Rica se vive una “fiesta electoral y democrática”.

Costa Rica es, por definición, la vitrina democrática centroamericana donde se ponen en marcha distintos procesos políticos y geopolíticos. En los años ochenta sirvió como frontera a la “expansión del comunismo” en la región, con un papel de escaparate para vender la idea de que el capitalismo era el camino por donde el istmo tenía que transitar. Incluso se le empezó a llamar “la suiza centroamericana”. Hoy se proyecta la idea de un país verde, donde reina la paz y -por supuesto- el libre mercado.

El pasado domingo 2 de febrero de 2014, en Costa Rica se realizaron las elecciones presidenciales. Participaron 13 candidatos, y el padrón electoral constó de 3 millones 78 mil 321 votantes. Los resultados oficiales del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) señalan que el Partido Acción Ciudadana (PAC) alcanzó el 30.64 por ciento de los votos emitidos; el Partido Liberación Nacional (PLN), un 29.71 por ciento; el Partido Frente Amplio (FA) llegó a 17.25 por ciento, y el Movimiento Libertario (ML) obtuvo 11.34 por ciento. Ninguno de ellos alcanzó el porcentaje mínimo que establece la Constitución Política -de al menos 40 por ciento de los votos- se abrió la posibilidad una segunda ronda, fijada para el próximo 6 de abril, donde se enfrentarán Luis Guillermo Solís del PAC y Johnny Araya del PLN, como los dos candidatos que percibieron más votos.

En realidad el gran ganador de las elecciones del 2 de febrero pasado fue el abstencionismo, pese a la campaña multimillonaria del TSE por resaltar la importancia de ir a las urnas. Si vemos en términos de votos totales, comprendemos que  ninguno de los partidos alcanzó más del 20 por ciento del total del electorado, mientras que el abstencionismo alcanzó un 32 por ciento.

Algunas organizaciones sindicales y partidarias consideran los resultados de la primera ronda como un reflejo del descontento hacia el Partido Liberación Nacional y su política neoliberal, implementada en las últimas dos décadas; al mismo tiempo, los grupos de poder que conforman el mismo PLN se responsabilizan unos a otros de su mala campaña, pero sobre salen las críticas a la actual presidenta (Laura Chinichilla), señalándola como la responsable del descrédito y de la mala imagen del partido oficialista. Chinchilla dejará la silla presidencial como la primera mandataria mujer y también como la cabeza de un gobierno plagado de casos de corrupción, recortes presupuestarios, privatizaciones, cuestionamientos por relaciones con el narcotráfico y episodios de represión abierta contra la protesta popular.

Pero la agenda neoliberal no solo es responsabilidad del PLN, que lleva ocho años consecutivos en el poder, sino también de una alianza de los sectores conservadores agrupados en los otros partidos como el Movimiento Libertario, el Partido Unión Social Cristiana, Partido Accesibilidad sin Exclusión y los partidos de corte evangélico-cristiano, todos ligados a los sectores empresariales nacionales y transnacionales articulados principalmente en cámaras de comercio, universidades privadas y autoridades católicas. Dos de los partidos (PLN y PUSC) se han repartido los mecanismos estatales por más de cuarenta años e impulsado los Programas de Ajuste Estructural(PAE) ideados y financiados por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional -mediante los cuales desmantelaron los servicios brindados al agroindustria nacional, se recortaron subsidios a la producción de maíz y frijol, se dio la apertura de la banca y, más recientemente, han llevado procesos de apertura en los mercados de seguros, telecomunicaciones y privatización de los sistemas de salud públicos.

La actual campaña el candidato del PLN, Johnny Araya, se intentó desmarcar de los gobiernos anteriores asegurando que él representa un cambio; lo cierto es que la mayoría de organizaciones sociales ven en el plan de gobierno de Araya la profundización de la agenda neoliberal y represiva.

Por otro lado, el Partido Acción Ciudadana (PAC) es integrado por muchos detractores y exmilitantes del PLN; se caracteriza por sus posicionamientos ambiguos y por presumir ser una opción diferente, sin embargo, su  candidato Luis Guillermo Solís apuesta por continuar con el modelo de apertura económica y defiende la idea de que Costa Rica integre el Tratado Alianza Pacífico, un acuerdo multilateral negociado totalmente en secreto por los estados miembros que tendría impactos mayores que lo que han tenido los tratados de libre comercio bilaterales, como el TLACAN o el Tratado de Libre Comercio entre República Dominicana, Centroamérica y Estados Unidos de América (CAFTA-DR). Pese a eso, el PAC se presenta a sí mismo como “una opción de cambio y contra el continuismo liberacionista”, aunque sus posiciones suelen ser semejantes en cuando se habla de agendas comerciales.

Si hablar de derechos reproductivos y sexuales puede ser un referente en esta brújula política, el PAC se ha acercado mucho a la cúpula de la Iglesia católica y se ha negado a revelar sus posiciones al respecto de temas como la fecundación in vitro o la legalización del aborto. El candidato insiste en que dichos temas son competencia de la Asamblea Legislativa y evita emitir opiniones dentro de la campaña por la presidencia. Hay que mencionar que Solís y otros candidatos se manifestaron tímidamente a favor del aborto “solamente en casos de violación”, posición que para el movimiento de lesbianas, gais, bisexuales, transexuales e intersexuales (LGBTI) es regresiva, ya que la legislación vigente aprueba el aborto terapéutico en casos de incompatibilidad con la vida. Esta posición lo que representa es un retroceso en materia de derechos sexuales y reproductivos, según agrupaciones feministas.

Para el excandidato presidencial por el Partido Frente Amplio, José María Villalta, la segunda ronda electoral representa una contienda entre “la derecha que ha robado históricamente usando el aparato estatal y la derecha que aún no ha tenido la oportunidad de hacerlo”.

¿Renuncia o estrategia sucia?

El pasado 5 de marzo de 2014, el candidato del PLN, Araya, anunció  su “retiro de la campaña”, argumentando que lo hacía por “respeto al pueblo costarricense” que está deseoso de un cambio. Dicha decisión salió a la luz el mismo día que el periódico Semanario Universidad publicó una encuesta en la que se reveló que Solís le llevaba a Araya una ventaja del 43.5 por ciento de intención de voto para la segunda ronda. La legislación costarricense prohíbe en estos casos la renuncia de alguno de los dos candidatos en la segunda ronda, lo que generó un vacío, ya que Araya sigue siendo formalmente candidato a la presidencia de la República, y de quedar electo puede asumir como tal según la constitución tica. Araya insiste en que no seguirá haciendo campaña, pero anunció que irá por todo el territorio nacional haciendo una “gira de agradecimiento”. Por otro lado, la campaña por el candidato liberacionista la asumió la junta directiva de este partido y se propone continuar hasta el 6 de abril, llamando a votar por su candidato.

La renuncia de Araya provocó la sensación de que el candidato del PAC ganó, pero así Luis Guillermo Solís llamó a sus partidarios a redoblar esfuerzos y a ir a votar. En la práctica, este raro acontecimiento limita el debate entre los candidatos y baja la intensidad del análisis -tanto para el PAC como para el PLN- en lo que corresponde a contenidos de planes de gobierno. Esta ausencia de uno de los oponentes puede generar que los mecanismos de clientelismo y compra de votos sean más importante en esta segunda ronda de lo que lo fue el pasado 2 de febrero. En este caso, el PLN tiene muchos más espacios y oportunidades que el PAC.

Araya ya manifestó que de quedar electo asumirá la silla presidencial, por lo que existe la posibilidad de que el PLN sea quien gane las elecciones y continúe en el poder. Esto hace sospechar que la estrategia del candidato liberacionista es evitar el debate y que los casos de corrupción de sus mismos afiliados sigan saliendo a la luz pública en medio de la campaña.

Piña o banano

De la misma forma en que el Estado costarricense se empeña en esconder las condiciones de explotación laboral, expoliación ambiental y alta toxicidad de la producción de sus dos productos estrellas del mercado internacional (la piña y el banano), los medios comerciales de información y los aparatos políticos se empeñan en hacer creer a propios y extraños que en Costa Rica se vive una “fiesta electoral y democrática”.

Costa Rica, además de fama de bien portada, se conoce por sus exportaciones en café, banano y piña. El cultivo del banano ha sido históricamente engrane de la economía nacional y bandera de liberales y conservadores, mientras que la piña ha ganado espacio y ha desplazado a todos los demás cultivos para posicionarse como el principal cultivo de exportación en menos de veinte años. Ambos monocultivos han tenido serias consecuencias en términos ambientales, acaparamiento de tierras,  violación a los derechos humanos y afectación a la salud humana.

Ahora bien, si pensamos en los partidos como si fuesen cultivos, no importa en este momento cuál se escoja, pues sus consecuencias, orígenes e historias se parecen mucho y representan variaciones de una misma receta de homogeneización del pensamiento político, tal y como hacen los monocultivos con el paisaje en el campo.

24 de marzo 2014

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