Washington, Estados Unidos. «Estamos expuestos a este tipo de vigilancia desde que llegamos aquí», declaró Kymone Freeman, director del Negro Nacional LUV Fest y uno de los voceros en el rally histórico contra el espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA). Los drones son una forma de vigilancia. Hacer perfiles raciales es una forma de vigilancia. Los cateos arbitrarios son una forma de vigilancia. ¡Todos somos negros hoy!»
Éste fue el estado de ánimo que caracterizó el ambiente de la manifestación ¡Deja de vigilarnos! (Stop Watching Us!) el 26 de octubre de 2013 -organizado por la amplia coalición de más de cien grupos de defensa pública de todo el espectro político, incluyendo la Unión Americana de Libertades Civiles, la Fundación Fronteras Electrónicas y Color del Cambio-, al que asistieron miles de personas. El propósito de la reunión, que comenzó como una marcha desde Union Station hasta el espejo de agua fuera de Capitol Hill, fue entregar una petición al Congreso exigiendo el fin de la espionaje masiva de la NSA.
No es un movimiento blanco-céntrico
A lo largo del día, la voz de Freeman se oyó celebrando a filtradores como Edward Snowden y Chelsea Manning, o recordando a la gente importante dentro de la historia racial de vigilancia. Como resultado, la intersección de vigilancia y raza se mantuvo muy presente en los eventos del día, pero de alguna manera esto se perdió en la mayoría de los periodistas presentes.
A pesar de la diversidad de la multitud y los repetidos reconocimientos de la sórdida historia de espionaje agresivo en las comunidades de color, los pocos medios que cubrieron la manifestación retrataron el movimiento contra la vigilancia de la NSA como dominado casi exclusivamente por los blancos privilegiados.
USA Today sólo entrevistó a hombres blancos y no citó a un solo portavoz de color. Ni al Huffington Post ni a The Guardian les fue mejor. Para ser justo, es probable que personalidades como Jesselyn Radack, director del Proyecto de Responsabilidad Gubernamental, y Thomas Drake, ex alto ejecutivo de NSA filtrador de información, destacaran en los medios porque ya son bien conocidos. Pero eso todavía no explica por qué casi todos los asistentes entrevistados fueron blancos, cuando la gente estuvo lejos de ser homogénea.
Ni un solo medio de comunicación se molestó en mencionar el poderoso y movido ensayo de Malachi «Malpractice» Byrd, miembro de Juventud de Poesía (DC Youth Poetry Slam Team) cuya obra proclamó: «Me comprometo a la desobediencia civil contra la bandera de los tiranos hipócritas, que esperan que nos asimilemos, y a la república, que de alguna manera se mantiene, como una sola nación, bajo muchos dioses, de las personas despojadas de sus libertades y en la necesidad de la justicia para todos, una burla al Juramento de Lealtad de Estados Unidos.
Pero fue el reportero de Slate, David Weigel, quien parece que asistió a una manifestación diferente. «Entre los asistentes estuvieron más de un par del Tea Party y los jóvenes libertarios de l minúscula, posiblemente igualando a los de izquierda», informó Weigel.
Si bien no hay nada malo en reconocer la presencia de defensores de las libertades civiles de tendencia derechista que valoran la privacidad, esta interpretación es errónea e ignora las voces de los que más sufren las redadas de la NSA.
Estado de vigilancia, en comunidades de color
Dos días antes de la manifestación, Busboys & Poets, un restaurante progresista en Washington DC, presentó una charla titulada «¿Enemigos del estado? Vigilancia del gobierno hacia las comunidades de color», una mesa redonda organizada por Prensa Libre, el Centro para la Justicia de los Medios de Comunicación y Voces por la Libertad en el Internet. La sala se llenó sobre todo con activistas de color preocupados por las implicaciones de la vigilancia de la NSA en las comunidades ya marginadas – y cada vez más vigiladas.
Steven Renderos, organizador nacional del Centro para la Justicia de los Medios de Comunicación, quien ayudó a armar el panel, dijo que examinar el legado de la vigilancia en las comunidades de color puede conducir a soluciones. «Es muy importante para entender la historia para que podamos aprender a desmantelarla», señaló Renderos.
«Nosotros venimos de las comunidades marginadas que crecieron en ambientes muy moldeados por la vigilancia, que se utilizó para alimentar el sistema de justicia penal y aumentar las deportaciones», contó Renderos. «Se trata de ver las consecuencias reales en nuestras comunidades, donde los niños crecen sin padres en el hogar y las familias se rompen por las redadas y deportaciones, mucho de los cual se facilita por el uso de la vigilancia».
Fahd Ahmed, director legal y de políticas para la organización de justicia social Desis Rising Up and Moving, sostuvo que la vigilancia masiva es el resultado predecible de los programas que dirigidosa las comunidades marginadas por décadas.
«Sólo por la naturaleza misma de los Estados Unidos, que es una nación colonialista-capitalista, la raza y el control social son fundamentales para su proyecto», señaló Ahmed. «Los niveles de control social de la policía – la actuación diaria en las calles, la vigilancia o el espionaje por Internet -, en particular contra aquellos que se resisten al sistema, se convierte en un parte inherente de este sistema.» Advirtió que «estas políticas no se limitarán a una comunidad en particular. Se ampliarán más y más», porque «la vigilancia tiene un propósito, que es ejercer el poder del Estado y el control de la posibilidad de la disidencia».
Seema Sadanandan reconoció el resentimiento colectivo de la gente de color, comprensiblemente frustrada por las violaciones a su privacidad lo que ahora provoca la indignación pública masiva, aun cuando las comunidades de color han estado bajo vigilancia agresiva durante décadas.
«Las revelaciones de Snowden representan un momento aterrador para los blancos de clase media y clase media alta de este país, que en algún nivel creen que la Carta de Derechos y la Constitución protegen su vida cotidiana», valoró Sadanandan. «Para la gente de color de las comunidades, con una historia de discriminación y opresión económica que impide aprovechar cualquiera de esos derechos en el día a día, no fue una gran sorpresa».
Pero Sadanandan argumenta que la vigilancia de la NSA reviste » especial preocupación para las comunidades de color, a causa de su relación única con la justicia penal o el sistema de control social, una industria de mil millones de dólares con respecto a, por ejemplo, la patrulla fronteriza o el perfil racial». Sadanandan advirtió que la vigilancia de la NSA reforzará ese sistema de control.
El ex preso político y líder del Partido Panteras Negras, Dhoruba Bin-Wahad, declaró que «Estados Unidos entró a un Estado policial de guarnición completa», que «se exporta e institucionaliza en todo el mundo». ¿Su antídoto? «Tenemos que armar un movimiento internacional para contestar la evolución del Estado de seguridad nacional moderna», que requiere unir la explotación laboral globalizada con a la industria de las prisiones de la guerra. Bin-Wahad se mostró escéptico sobre la capacidad de los recursos «legales» para reformar el sistema: «No se puede hacer al Estado policial mejor. No se puede reformar la supremacía blanca. Tenemos que abolir el sistema en su estado actual».
Decepcionados con Obama
La crítica más mordaz de Bin Wahad fue contra los afroamericanos en posiciones de poder. Se refirió a Barack Obama y el Caucus Negro del Congreso como «enemigos negros de las personas negras», para calificar los ataques con drones y el espionaje de la NSA y llamó a Obama «lo peor que le pudo pasar a la gente negra desde la Reconstrucción.
En la manifestación, Steve, quien viajó desde Filadelfia y se negó a dar su apellido, dijo que el crecer como un hombre negro en Sudáfrica le inculcó el deseo de hablar contra de los abusos a sus derechos. «Me siento sensible cuando veo aquí en los Estados Unidos a la gente con sus derechos violados», señaló. «El gobierno debe actuar conforme a lo que predica en todo el mundo. No pueden predicar al mundo acerca de los derechos humanos si no se proporcionan a la gente de aquí».
Anthony Wilson, quien viajó en autobús desde Filadelfia con la empresa de software ThoughtWorks, dijo que a pesar de ser un votante entusiasta de Obama, está decepcionado con el presidente. «Yo creía que cuando fuera electo Obama, las cosas serían más abiertas, pero para mi sorpresa, fue en la otra dirección». Wilson también expresó su frustración con su propia comunidad: «Mucha gente negra da a Obama un cheque en blanco. Cuando voté por él, pensé que votaba por un Martin Luther King o Malcolm X., pero no es lo suficientemente progresista. No tiene ninguna intención de cambiar nada. Y si no lo ha hecho ya, nunca lo hará».
Renderos señaló que la organización y la educación pueden ayudar a combatir esto. «Cuando se enfoca la vigilancia en torno a la primera y la cuarta enmienda [de la Constitución], es por desgracia una realidad que no necesariamente resuena en las comunidades de color. La cuarta enmienda fue erosionada a través de programas como stop-and-frisk (cateos) y Comunidades Seguras», valoró. «Tenemos que construir un consenso en torno al aumento de las deportaciones y la población en la cárcel por las comunidades de color, y cómo está íntimamente relacionado con el aumento de un estado de vigilancia».
Aprender de la historia
Ignorar a los activistas de color es más que robar a las comunidades marginadas una voz en la conversación de la vigilancia de la NSA. También pasa por alto las posibles estrategias para combatirlo.
Renderos expresó que «tenemos que aprender de la historia de cómo los movimientos, como el Partido de las Panteras Negras, el Movimiento Indio Americano y los Boinas Cafés, respondieron a vivir bajo un estado de vigilancia.
Publicado en inglés en Truthout.org
Publicado el 4 de noviembre de 2013