China, la preocupación verde

James Smart, Roar Magazine

Las recientes protestas en Maoming contra la construcción de un central de paraxileno (PX) -producto químico utilizado para fabricar botellas de plástico- demuestran que las cuestiones ambientales son de mayor preocupación que nunca para los chinos.

Todo comenzó como la protesta ambiental de unas mil personas, el domingo 30 de marzo en Maoming, el sur de China. En cinco días, crecieron veinte veces su tamaño inicial, y los enfrentamientos con la policía dejaron más de diez de muertos, decenas de detenciones y las imágenes de manifestantes desarmados tirados por las calles sobre charcos de su propia sangre. El gobierno culpó a los manifestantes de volcar vehículos de la policía y atacar edificios oficiales, mientras que los manifestantes, a su vez, acusan a la policía de atacar a ciudadanos pacíficos desarmados.

En un estado como China, donde la gente no puede dejar salir la presión durante la jornada electoral, las protestas son comunes -aunque arriesgadas y generalmente ilegales. Pero ¿qué está detrás de esta protesta ambiental en particular, y cómo llegó a salirse de las manos? Hay que comenzar por investigar la producción de una sustancia química que es común, pero aparentemente mal entendida: el paraxileno.

El paraxileno o PX se consume en grandes cantidades para la producción de botellas de plástico y poliéster. China es el mayor consumidor mundial de la sustancia, y debe importar cerca de la mitad de lo que necesita. Recientemente, el gobierno decidió que una fábrica de 500 millones de dólares compensaría el déficit y se asoció con Sinopec, la mayor refinería de Asia, para abrir una fábrica cerca de Maoming.

La producción de paraxileno es peligrosa. Afecta el sistema nervioso si se ingiere a través de la piel o por medio de la respiración. Varios órganos pueden verse afectados con la exposición corporal. Afecta el desarrollo del cuerpo y la reproducción – al menos en ratones. A las mujeres embarazadas se les indica que no se acerque a él. Daña el oído y puede causar neumonía química. Además, es altamente inflamable, incluso explosivo a temperaturas cálidas. Los pobladores locales comenzaron a preocuparse de que un gigante peligroso estuviera en su puerta, que además puede dañar el medio ambiente y afectar a su salud.

La elaboración de la mayoría de los productos químicos conlleva un elemento de peligro, y se puede pensar que, si se regula adecuadamente, una gran fábrica de este tipo tendrá enormes beneficios económicos para la comunidad. De hecho, las autoridades locales argumentaron eso cuando enviaron diez mil folletos a los pobladores para informarles de los beneficios económicos que traerá la fábrica, pero todo les salió por la culata y se registró la protesta popular poco después.

 ¿Por qué el público no confía en que el Estado establecerá una fábrica regulada y segura? No es difícil ver, en el contexto de un rápido desarrollo capitalista, la irresponsabilidad generalizada con el medio ambiente y un aparato de Estado autoritario.

 Ahkok Wong es un activista y profesor en Hong Kong, y tal vez está disfrutando sus dos últimos días de libertad: «Los problemas ambientales son uno de los principales resultados de un gobierno corrupto, no humano, y de un partido único», define. «Los ciudadanos comenzaron a descubrir el daño que la planta de PX puede traer, por lo que se desataron [muchas] protestas, y después la policía detuvo y mató a los manifestantes, además de obligar a la gente a firmar acuerdos en los que apoyan las plantas de PX. Ellos controlan los medios de comunicación y el Internet, así que la noticia no se expandió a través del país».

Los manifestantes como Ahkok son condenados por un poder judicial con vínculos con el ejecutivo, que a su vez tiene vínculos con las grandes empresas – por ejemplo, el proyecto conjunto Maoming PX entre Sinopec y el Estado. Ahkok irá a la corte dentro de unos días por su participación en una protesta de 300 mil personas contra el gobierno chino en Hong Kong. ¿Espera un juicio justo? «No espero nada, para ser honesto».

El otro contexto para ubicar este desacuerdo tiene que ver con los niveles catastróficos de contaminación y daños al medio ambiente en toda China, sobre todo en el norte. Por ejemplo, en cualquier momento y en la mayoría de las ciudades chinas, el aire está ubicado entre ligeramente inseguro y extremadamente inseguro. Por otra parte, China es el segundo mayor emisor de dióxido de carbono y produce más de la mitad que el primer lugar, los Estados Unidos. Además de esto, una cuarta parte de China ya es o se está desertificando rápidamente. Esto lleva a que haya ríos cenagosos, inundaciones, sequías, tormentas de polvo y erosión. Además, una población más rica con una inclinación por el marfil, cuernos de rinoceronte y la sopa de aleta de tiburón disminuye la biodiversidad, tanto dentro de sus fronteras como más allá.

La mayor parte de las aguas subterráneas de China están tan contaminadas que no pueden utilizarse para beber, incluso si se les da tratamiento. Los suministros de agua subterránea están también extremadamente contaminados. La vida silvestre muere rápidamente al contacto con el agua de muchos ríos. El año pasado, miles de cerdos muertos obstruyeron un río que corre a través de Shanghai, que fue contaminado por el benceno por medio del vertido de una fábrica; veinte personas fueron hospitalizadas. Las fábricas contaminan los ríos con impunidad – y esto, en muchos casos, produce aldeas de cáncer, zonas tan contaminadas que ahora son inhabitables. Los animales en estos pueblos mueren, los ríos cambian de color, tocar el agua produce picazón en la piel, y como su nombre indica, hay altos niveles de cáncer.

Con esto en mente, no es raro de que el estado del medio ambiente sea el cuarto lugar – y va en aumento – en la lista de preocupaciones de los ciudadanos chinos, según una encuesta de Pew realizada a principios de 2014, detrás de la inflación, la corrupción y la desigualdad.

Con la creciente preocupación ambiental llega un creciente movimiento de base. No sorprende, entonces, que las cuestiones ambientales se encontraran en el centro de la mitad de todas las protestas en 2013, que contaron con más de 10 mil participantes. Mientras tanto, el gobierno toma nota y emprende medidas para que se vea que presta atención al tema.

«Declararemos resueltamente la guerra a la contaminación, como lo hicimos contra la pobreza», alegó en el parlamento Li Keqiang, el primer ministro de China, lo que fue transmitido en vivo por la televisión estatal. Esto fue seguido por un aumento del presupuesto para prevenir la deforestación, un fondo de agua limpia de tamaño considerable, y algunos objetivos modestos de reducción de la contaminación. Quince mil empresas ahora tienen que declarar la totalidad de sus niveles de contaminación en el Ministerio de Medio Ambiente, que hará pública la información.

Esto parece bastante impresionante, sobre todo si se considera que China ni siquiera tuvo un ministerio del medio ambiente sino hasta el año 2008. Las reglas están muy bien, por supuesto, pero el problema es la implementación. Los dueños de fábricas descargan los residuos por la noche, los equipos de vigilancia enfrentan sabotaje, y fácilmente sobornan o eluden a los organismos encargados de aplicar la ley que cuenten con financiación insuficiente. Pueden mezclar tranquilamente sus químicos sobrantes con agua y descargarlos en el río más cercano. Sin embargo, las nuevas leyes muestran que el gobierno está prestando atención, quizás para aplacar a un público inquieto. Algunos dan el crédito al gobierno, mientras otros piensan que en su mayoría se trata meramente de apariencias.

Hay que pensar cómo China se valora al compararse con el resto del mundo. Los indicadores económicos, como el Producto Interno Bruto (PIB), parecen tener una prioridad mayor que los indicadores de calidad de vida (más difíciles de medir), sobre todo cuando entra en juego el orgullo nacional en un cara a cara con Estados Unidos. Una planta de paraxileno impulsa los negocios, el empleo y la producción. Mientras, el Estado se puede mostrar adoptando medidas contra la contaminación, mientras hace relativamente poco. El gobierno puede mantener su posición siempre y cuando los medios de comunicación sean compatibles. Y aquí parece residir el contraste de China.

Las autoridades dijeron al diario local que se suspendía la construcción de la planta de PX, pero al parecer le dijeron a Sinopec lo opuesto, y el trabajo en la planta continúa sin interrupción. Si bien las autoridades finalmente reconocen la existencia de aldeas del cáncer, entran en alianzas opacas con industrias contaminantes. Permiten las protestas en teoría, pero ponen tantas restricciones en letra pequeña que las hacen casi imposibles en la práctica.

«Si hay más de tres personas que se reúnen en público y la policía supone que se trata de una amenaza para la sociedad, pueden ser arrestados», relata Ahkok.

El gobierno le dice a sus ciudadanos que está escuchando sus preocupaciones ambientales; mientras tanto, bloquea los términos «Maoming» o «PX» en los motores de búsqueda de internet y en la popular red social Weibo. A la gente se le pide que confíe en las autoridades; mientras tanto, en el primer día de las protestas, 70 oficiales de la ciudad de Maoming fueron investigados por corrupción. Un gobierno supuestamente comunista reprime a los pobres y beneficia a los ricos. Chin, empieza a parecerse a un derrame de productos químicos; la salud pública se deteriora y los que hablan en contra son arrestados.

En un lado un poco más optimista, si bien uno se puede sentir en conflicto al pensar en los derechos humanos y en la política de hijo único, no hay duda de que ésta ayudó a frenar la población peligrosamente grande del país. Con la ayuda de una economía floreciente y una fuerte inclinación hacia el éxito escolar, un cuadro educado crece dentro de la población, que es cada vez más consciente del mundo, de su gobierno y de la calidad de sus vidas. La comunidad microblogger de China es un subproducto de esto, y ayuda a aumentar la conciencia de mucha gente.

Pero exigir la verdad tiene sus propios riesgos. Xu Zhiyong, activista en contra del gobierno, está a mitad de una pena de prisión de cuatro años por llamar a los funcionarios del gobierno a revelar sus activos financieron. En el curso de su juicio, llamó al público a no mantener al viejo sistema por miedo o desinterés.

Ahkok Wong acusa que en China «sobornan o arrestan a las personas que investigan la verdad, pero no hay normas a seguir. Sólo aquellos que tienen el poder absoluto y el capital pueden cambiar la situación, pero ellos se benefician de todo el desarrollo y el crecimiento del capital».

«China no está destinada a durar así», concluye Ahkok. «No tiene ningún sentido».

04 de mayo 2014

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