Campaña #JusticiaYaquis

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Los primeros habitantes del territorio yaqui fueron los surem. Según cuenta la leyenda, fueron seres pequeñitos, barbudos, muy longevos y de gran inteligencia. A los surem les habló un día un árbol de mezquite pero no entendieron su lenguaje; tuvo que ser una mujer, Yamomuli, quien les tradujo el significado de sus palabras.

El mensaje era un advertencia: estaban por llegar forasteros de tierras lejanas para dividirlos y convertirlos en cristianos o dejarlos ser surem, pero alejados de sus territorios. Después de muchas discusiones, quienes decidieron hacerse cristianos se convirtieron en seres humanos grandes y fuertes pero vulnerables ante la enfermedad.

Por su parte, los surem se convirtieron en hormigas, lagartijas y peces, o se adentraron en los bosques como seres animados a los que los humanos ya no pueden ver. Los yaquis no se olvidan de sus antepasados surem y siguen recordándolos en sus ceremonias.

La tribu yaqui es un pueblo indígena que se asienta desde hace más de 4 mil años en el estado de Sonora, al noroeste de México. Actualmente son unos 45 mil integrantes de la etnia, y parte de su población vive en reservas en el estado de Arizona en los Estados Unidos.

En su lengua se autodenominan yoeme, habitantes del río Yaqui. Su territorio está compuesto por tres regiones: la sierra, de gran biodiversidad y con recursos mineros poco estudiados; el litoral, en el sur del golfo de Baja California, con abundante fauna marina.

El valle, por donde pasa el río Yaqui, una zona muy fértil y propicia para la agricultura, donde tradicionalmente se cultivan el trigo, el maíz, el algodón y toda clase de frutas y hortalizas.

Los abuelos relatan que los yaquis nacieron del agua; su cultura nace alrededor del río Yaqui, como lo hacen el álamo, el mezquite y el carrizo. Hace más de veinte años, el caudal se empezó a secar a causa de las presas y los malos manejos que robaron el recurso.

Los integrantes de la tribu antes convivían debajo de los árboles que crecen al lado del río; ahora ya no se encuentra una sombra dónde sentarse. “El agua ahora la vemos en un vaso o en una presa. Se llevaron lo nuestro y sin embargo, los jóvenes siguen conservando la identidad yaqui”, narra la yaqui.

Por siglos, sus ocho pueblos ancestrales: Belem, Huirivis, Rahum, Potam, Vícam, Tórim, Bacum y Cócorit, se asentaron en su margen, cambiando el lugar según su creciente y desviación.

Ahora deben de improvisar sus rituales en el río cuando éste se encuentra seco, que es la mayor parte del año. Por eso, los yoeme –que sobrevivieron a guerras, revoluciones y dictaduras-, aseguran que están dispuestos a luchar con sudor y sangre para que no se seque el río que les dio la vida.

Actualmente la tribu yaqui vive condiciones económicas difíciles. Muchas de sus cosechas se secaron debido a la falta de un sistema hidráulico que les permita regar sus cultivos; algunos recurren a las aguas negras, incluso para alimentar a los animales y no dejarlos morir de deshidratación.

Desde el 2010, la tribu yaqui enfrenta una lucha contra el Acueducto Independencia, que plantea llevarse el agua del río yaqui a la capital sonorense. Con todas las batallas legales a su favor, el pasado 11 de septiembre su secretario y vocero Mario Luna fue apresado.

El ánimo de los yaquis es de esperanza y rabia, a pesar de la decepción que se percibió después de que se diera a conocer la noticia sobre el auto de formal prisión al vocero yaqui, Mario Luna Romero, por los delitos de privación ilegal de la libertad y robo de auto cometido por dos o más persona.

A pesar del duro panorama, la solidaridad no se acaba. Las mujeres yaquis, entre risa y risa siguen alimentando a la gente, con tortillas y caldos de chile.

La lucha contra el Acueducto Independencia seguirá aún con el vocero yaqui en la cárcel, pues “es todo un pueblo el que será afectado”, “aunque quedara un solo yaqui con vida, en él estaría representada toda la cultura de su pueblo”.

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