Abuso del concepto “golpe de Estado”
En los últimos años se ha utilizado de forma persistente el concepto de “golpe de Estado”, para juzgar hechos “negativos” según las izquierdas, casi como un adjetivo despectivo.
En esa caracterización entran hechos bien distintos: desde la destitución de Dilma Rousseff por una amplia mayoría parlamentaria, hasta el juicio express a Fernando Lugo por otro parlamento que le era adverso, incluyendo la destitución judicial de Manuel Zelaya o la renuncia de Evo Morales.
Me resulta curioso que quienes defienden la tesis del golpe de Estado en estos cuatro casos, no tomen en cuenta que –por lo menos en el caso de Rousseff- su destitución haya sido legal, apegada a las normas, aunque se debe considerar que fue políticamente ilegítima, ya que la mayor parte del arco parlamentario perseguía cambiar la orientación del país hacia la derecha, en contra de lo que había votado la población.
También resulta poco explicable que se mencione “golpe” contra Evo cuando renunció voluntariamente, luego de pactar con las instituciones su salida del gobierno y, sobre todo, que se ignore el claro pronunciamiento de la población en el referendo de 2016, negándole una nueva reelección. No debe pasarse por alto que fue Morales quien convocó el referendo y que las instituciones electorales le eran afines en ese momento.
Sin embargo, la izquierda no considera que, al seguir adelante con su candidatura electoral, Evo estaba dando un “golpe” al no respetar la voluntad popular. Recordemos que la izquierda nunca criticó a Hugo Chávez por golpista luego de la intentona de 1992, aunque se condenó severamente el golpe contra Chávez de 2002.
Me parece evidente que no se está condenando el golpe de Estado sino la orientación política de los golpistas.
Ahora se suceden varios golpes de Estado en África, casi todos de signo anti-colonial y, más en concreto, contra Francia. Leo la prensa de izquierda y siento que hay más preocupación por comprender que por juzgar, justo al revés de lo que sucede cuando se denuncia “golpe” contra gobiernos progresistas en América Latina. Se critica el colonialismo francés como causa de los problemas, algo que es completamente justo, ya que siguió explotando y oprimiendo a sus excolonias hasta hoy.
El problema que pretendo discutir podría plantearse de este modo. Si se rechaza el golpe de Estado como herramienta política, se debería hacerlo en todas las situaciones. En mi caso, ni condeno ni apruebo los golpes en curso en África. La razón es sencilla: no apruebo porque son ejecutados por fuerzas armadas, o sea son como todos los golpes, realizados desde arriba para tomar el Estado.
Pero tampoco condeno, porque entiendo que se abre una nueva situación para los sectores populares que rechazan la injerencia de Francia y de Estados Unidos. Por algo cientos de miles se han lanzado a las calles, aprovechando una grieta que se abre en la opresión. Eso no quiere decir que apoyen decididamente a los militarse que hasta ahora los han reprimido.
Si el golpe es una interrupción de la institucionalidad vigente, no tiene el menor sentido acusar de “golpe” cuando no existe una clara vulneración de la legalidad. Condenar sólo cuando tiene un signo opuesto al propio hace perder toda credibilidad.
Por último, está la cuestión del Estado. A quienes luchamos por las autonomías no nos resulta indiferente quiénes estén al frente del aparato estatal. Pero no subordinamos nuestra política a la defensa de unas instituciones que funcionan en contra de las y los de abajo.
Creo que la denuncia de golpe de Estado con la frecuencia que la encara la izquierda, muestra su firme creencia en las instituciones estatales y en la democracia realmente existente. Con ese arsenal teórico es casi imposible superar el capitalismo. Estado y capitalismo son sinónimos.
Y sobre el manido golpe, nunca olvidemos la frase de Foucault de que “la policía es el golpe de Estado permanente”. Por lo tanto, menos tabúes y más reflexión sobre la realidad que afrontamos.
Raúl Zibechi
Periodista y educador popular; acompañante de las luchas de los pueblos de Amércia Latina.
Admirable coherencia y compromiso demostrando que es posible construir un sistema relacional con principios saludables, solidarios y de autonomía. Desarrollar y sostener un modelo contrahegemónico. 👏👏👏💪