Hawaii. Mi nombre es Luahine Kawaiolamanaloa, soy una mujer de 22 años, y por el momento me encuentro desempleada, pero trabajo ocasionalmente en lo que puedo: jardinería, mantenimiento, etcétera.
Yo pienso en el «sí» y en el «no». Y yo pienso acerca de Hawaii como “sí”. Me gusta el pescado, sí. Me gusta comer vegetales, sí. Me gusta el surf, sí. Me gusta llegar al hale (hogar) y comer, sí.
Y yo pienso acerca de los Estados Unidos de Norte América como «no». Me gusta…no, ni siquiera preguntes por qué la respuesta es no. No me gusta el hale de ellos, y lo que dan. El pueblo del sí y el pueblo del no.
¿Por qué tantos kanaka (nativo hawaiano o polinesio) aprenden el no? Nuestros kupuna (ancestros) nos enseñaron protocolo y ceremonia. Al pedir permiso la respuesta es a’e (sí). Estoy aquí y ahora pidiendo permiso para ser una nación y dar tu permiso a todos los na kanaka (quienes pertenecen a la familia kanaka) que pelearon por nosotros, y decirles así: ¡Sí! ¿Podemos reclamar nuestros derechos en nombre del pueblo? ¡Sí! ¿Podemos ser una Nación, con nuestra propia declaración de derechos, nuestra Constitución, y una sola mahele (división de tierras y aguas) sin confusiones? ¡Sí!
Mucha gente, fuera de nuestra aina (tierra original) piensa en Hawaii como el paraíso. Pero hay otro lado, en este paraíso. Vagando por nuestras playas, podemos ver a muchos de nosotros por allí. Muchos podrían pensar que esa gente son vagabundos, perdedores, drogadictos y otros calificativos, pero tratarlos así sería una total falta de respeto a su condición. Al menos hacia la gran mayoría de ellos y ellas. Muchos de ellos, muchos de nosotros, somos gente sin techo, sin hogar. Muchos de ellos en verdad no tienen trabajo, y pueden ser o haber sido adictos. Pero es necesario mirar más de cerca, mirar con el corazón, y así veremos que la gran mayoría son gente del pueblo, gente respetable y digna, y en verdad, a menudo, familias completas, cuyo principal y único «crimen» es el de no poder pagarse un lugar para vivir.
El costo aproximado de una casa en la isla de Oahu es de unos 700 mil dólares. El costo aproximado de un condominio es 350 mil dólares. Aún en las costas más desprotegidas y marginales de Oahu, el costo aproximado de un hogar para una familia es de 370 mil dólares, y el de un condominio, es de 180 mil. Además, muchas de esas residencias no están a la venta, aun si tuvieras ese dinero.
En nuestra aina, el poder de ocupación, América, ha establecido leyes que prohíben el establecimiento de residencias o modos de vida permanentes en las plazas o en los parques situados en ellas, y así, muchos de estos sitios están llenos de nuestra gente vagando sin techo, los que cada mañana desarman su residencia para guardarla en sus vans. Los ómnibus locales de las escuelas, se detienen en los parques de las plazas para levantar a los niños sin techo que van a la escuela. Y así también mucha de nuestra gente sin techo, con su auto cargado, se va a realizar su trabajo diario. Muchos de ellos tampoco pueden ser llamados indigentes.
Ahora bien, esta existencia y vida sin techo no es exclusiva de la isla de Oahu. Muchos de esos campos florecen, como nuestros helechos nativos, en la mayoría de las islas que el archipiélago de nuestra Nación, Hawai’i. Quizás la única diferencia sea que en nuestra isla de Oahu, nuestro pueblo sin techo y sin hogar ha encontrado un cierto grado de sentido de unidad, conjuntamente con un número elevado de afectados, y así desafía a la ley. La gente de este pueblo presiona y avergüenza al Estado y a sus políticos serviles. Obviamente la respuesta es el desalojo y la represión, lo que sólo despierta mayor unidad, mayor resistencia, y la ocupación de otros sitios alternativos.
Para los políticos que representan al Estado de ocupación parece demasiado fácil, así como lo es también para muchos residentes locales, ignorar esta situación por ese modo sutil de invisibilidad que surge cuando se mira hacia otro lado.
Mucha de la gente local reconoce esta situación, pero su única reflexión es simplemente sentirse agradecidos de tener ellos mismos un lugar donde vivir. Aun así, las olas son saladas, porque el océano es salado. Muchos de estos «residentes agradecidos» están muy cerca en su situación a la de nuestros hermanos y hermanas sin techo. Están sólo a una distancia de pocos dólares y un trabajo, de unirse al vagabundear y deambular de los sin techo. Y es así que muchos otros habitantes locales han vuelto a las viejas costumbres, estableciendo casas comunitarias con sus padres, abuelos, parientes y familia extendida. Nuestra Ohana.
Por supuesto, los políticos del Estado de ocupación, son sensibles en tiempos de elecciones y, mientras éstas duran, amplían sus mentiras y promesas convirtiéndolas en un tsunami de situaciones de bienestar futuro. Siempre futuro. Y ese futuro no incluye el restablecimiento de nuestra Nación y cultura, esto es, de la tierra que nos pare, abriga y nutre.
De hecho, hace un tiempo la gobernadora republicana de Hawaii, Linda Lingle, por supuesto en campaña de reelección, nombró a algunos oficiales para investigar y ofrecer soluciones, y el resultado fue una proclama de emergencia que describía la situación como un «gran desastre y catástrofe». Hace no mucho, un refugio para los sin techo se abrió en Kalaelola; en él se espera dar alojamiento a unas 200 personas cuando esté completo. Es interesante que esta construcción, este refugio, sin duda una solución parcial e ineficiente a la situación de nuestro pueblo, ha sido llamado «Onelauena», y cuando le preguntaron al director del parque sobre el significado de la palabra, respondió: «donde todas las necesidades de la vida se encuentran».
Se encuentran las necesidades, y ésta quizás sea la clave de la situación. Si las necesidades se encuentran, el caminar es común, así como el horizonte.
En nuestro pueblo, el horizonte es siempre aloha, amor, respeto, solidaridad, gratitud, inclusión y es también cierto que la mayor necesidad es el restablecimiento y el florecer de nuestra Nación Original como pueblo.
En esos «refugios», la mayor parte de las respuestas son sólo un proyecto y viven en la imaginación, no son respuestas reales al «problema». Todos son concebidos como refugios transitorios donde los residentes puedan quedarse por un máximo de seis meses, mientras se los «educa» en habilidades «de vida y trabajo». Necesito aclarar que entre esas «habilidades de vida y trabajo» no figura ninguno de nuestros modos y caminos tradicionales, los que practicaban nuestros ancianos que viven en cada espacio de nuestras playas, montañas, ríos, olas y océanos.
Aún así, los «expertos» dicen que la economía de Hawaii es fuerte. Dicen que el desempleo es el más bajo de la «nación» (y con ello obviamente no quieren decir Hawaii), dicen que cualquiera que busque trabajo en Hawaii puede encontrarlo, y en verdad muchos de nuestros habitantes trabajan en dos o más trabajos, para poder llegar a cubrir los costos a fin de mes.
Está también la situación de que mucha gente que no es de Hawaii radica en las islas o compran propiedades en ellas, haciendo subir, en este capitalismo que nos azota, el costo del techo cada año y esto coloca cada vez más personas locales en situación de dificultad económica y estrés laboral. Muchos de estos «nuevos habitantes» son personas ricas, muchos de ellos retirados. Quizá pueda decirse que son consumidores de la sociedad, no contribuyentes a la sociedad. La mayoría ni siquiera trabaja o trabajó o va a trabajar en Hawaii.
Y así, mientras nos movemos a través de nuestras vidas, tenemos que «he aloa he alo» (estar frente a frente) con nosotros mismos como personas y como pueblos, y esto implica el reconocernos a nosotros mismos. Miremos en qué nos hemos convertido… es necesario preguntarnos con aloha y un corazón sincero: ¿esto es lo que realmente somos? Malamalama Pono «en la adecuada luz, veremos».
Publicado el 01 de Noviembre de 2011