Brasil en Rojo

Spensy Pimentel

Zonas de sacrificio

La semana pasada se cumplieron 100 días del desastre ambiental en Minas Gerais – Sureste de Brasil – en que la ruptura de una presa lanzó miles de millones de litros de residuos mineros en el Rio Doce. La lentitud del Estado brasileño para adoptar medidas eficaces contra la empresa responsable por el desastre ha sido a menudo criticada en Internet y constantemente ignorada por los medios de comunicación tradicionales.

El asesinato del Rio Doce tuvo repercusiones en todo el mundo: Desinformémonos lo notició y Silvia Ribeiro comentó el hecho en este mismo medio en enero. En más de tres meses, el gobierno brasileño ha hecho poco en términos prácticos y simbólicos para mostrar alguna energía en su reacción frente a la tragedia. Si se busca la noticia en Internet se encontraran solamente breves notas sobre reuniones civilizadas en las que políticos y hombres de negocios cierran acuerdos con gran delicadeza y amabilidad.

El último encuentro que aparece en estas breves notas, es de enero, a puerta cerrada, en petit comité, sin protestas, sin lodo derramado, únicamente alfombra roja y café. La reunión fue en la oficina presidencial donde estaba Dilma Rousseff, sus ministros, gobernadores y el presidente de la empresa Vale, Murilo Ferreira. Todo pasó de una manera muy cortés: dicen algunos que incluso es posible que la la fundación que se creará para llevar a cabo las acciones de recuperación ambiental en la región del Río Doce va a ser coordinada por la misma Vale. Si así es, a nade sorprende .

Vale, después de todo, una de las empresas dueñas de la Samarco, responsable por la catástrofe, es considerada por el PT como patrimonio nacional, la cual tiene que ser ser preservada y evitar cualquier riesgo de adquirir «mala fama» por causa del accidente. Es decir, Vale era patrimonio nacional de Brasil, hasta que fue privatizada por el gobierno del PSDB, en los años 90. Hoy, quienes dirigen la compañía son, principalmente, los fondos de pensiones de funcionarios de empresas estatales, controlados por muchos años… por personas cercanas al PT.

Esta es sólo una pequeña palada más sobre la tumba del discurso del «interés nacional», referido a menudo por los neodesarrollistas sudamericanos en los últimos años. Desde 2014 la ampliaoperación que se llevó a cabo para investigar la corrupción en la (todavía) petrolera estatal Petrobras, reveló una gigantesca trama que alcanza a las más variadas obras públicas, y en particular el sector de energía.

La práctica de pagar sobornos a políticos para conseguir licitaciones públicas, que se señala en las notícias sobre estas investigaciones contra la corrupción, alcanzó obras emblemáticas como la represa de Belo Monte, actualmente a punto de concluirse en medio del Amazonas. Ante la contundencia de las denuncias, el argumento de que habría un «interés nacional» detrás de la necesidad de realizar la obra de manera prioritaria se acaba por completo.

Otra expresión muy familiar del desarrollismo me viene a la mente al pensar en esta situación: en Venezuela, me cuenta un amigo, el gobierno considera la región de Zulia, alrededor del Lago de Maracaibo, como «zona de sacrifício”, debido a los fuertes daños medioambientales infringidos por la minería.

En el estado de Minas Gerais, nuestra zona de sacrifício en Brasil, hay, ademas de la represa que se rompió, otras 700 con residuos minerales e industriales – decenas de ellas en riesgos de accidentes. Como en el cuento de Bukowski – en el que el personaje, de golpe, se da cuenta del absurdo del trabajo que le ofrecían en los rieles suspendidos del metro(?), corriendo el riesgo de una caída fatal a la cual sus compañeros parecían ajenos – millones de personas viven cerca de eses bombas de reloj.

La trágica muerte del Rio Doce es, en este sentido, emblemática: por un lado, la poca movilización popular que se vio en la región fue la de trabajadores que apoyaban a la empresa Samarco, a solo unas semanas de la catástrofe; por el otro, trabajadores del MST que se manifestaron por la ruptura de la represa en el Congreso Nacional, fueron encarcelados por “crimen ambiental” después de lanzar lodo contra las paredes del Congreso.”

Por todo esto, no es de extrañar que el discurso indígena adquiere fuerza frente a las graves amenazas ambientales en el mundo hoy. A menudo visto como «enajenados» ellos se han convertido en una reserva moral frente a nuestros hábitos surrealistas que acumulan montañas de residuos, aire sucio, presas de lodo, ríos contaminados, bosques talados, como si nada estuviera pasando. Todo el planeta parece estar en camino de convertirse en «zona de sacrificio».

Spensy Pimentel

Periodista y Antropólogo brasileño. Ha Colaborado con publicaciones independientes de Brasil como Caros Amigos, Brasil de Fato, Carta Capital, Retrato do Brasil, entre otras. Acompaña a los Guarani Kaiowa, de Mato Grosso do Sul, divulga su problemática y su proceso autónomo.

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