Zomo Newen. Tejiendo juntas la memoria de resistencia mapuche

Elisa García Mingo

Foto: LOLAMORA

A pesar de que las mujeres mapuche han sido excluidas de muchas acciones políticas, han representado un eje primordial en la lucha y en la resistencia cultural de su pueblo. Según narran historiadores mapuche y no mapuche, la derrota sufrida a finales del siglo XIX por los pueblos indígenas, dejó unas secuelas de generalizada marginación y humillación en toda la población, aunque ésta fue sentida con más fuerza por las niñas y las mujeres indígenas. Esta desvalorización no provino sólo de la sociedad chilena, sino que también transformó el sistema de género tradicional de la sociedad mapuche. Apuntan los historiadores, así como las propias mujeres mapuche que en este libro narran la Historia desde su historia, que precisamente de la época de resistencia a las fuerzas de la Corona Española y convivencia con los españoles data el comienzo de la represión violenta hacia las mujeres, incluyendo la violencia contra sus derechos más íntimos. Esta situación ha permanecido así desde el proceso de reducción, de pérdida de tierras y de empobrecimiento que comenzó a finales del siglo XIX, continuó a lo largo del siglo XX y sigue sin resolverse aún hoy, en pleno siglo XXI.

Para algunos activistas mapuche destacados, el reconocimiento de los derechos de las mujeres mapuche es fundamental y por ello, hoy en día, se está dando un vigoroso movimiento de reivindicación contra la violencia intrafamiliar, por los derechos reproductivos, la participación igualitaria en las organizaciones, la administración de justicia, las prácticas culturales y se está reclamando una efectiva especial protección de mujeres y niñas ante la violencia del Estado, tanto del Estado Chileno como del Estado Argentino.

Para la intelectual mapuche Margarita Calfío, el hecho de que las mujeres indígenas hayan sido discriminadas en relación a los hombres, ha impedido que sus prácticas y saberes hayan sido valorados socialmente y, en definitiva, las ha transformado en seres incapaces.  

Por otro lado, cabe recordar que las mujeres mapuche siempre han tenido un rol importante en su sociedad, aunque muchas veces éste haya sido invisibilizado. Muchos concuerdan en que la emergencia de activistas mapuche no representa una singularidad actual, sino que es un movimiento constante en la historia del Pueblo Mapuche. Este hecho es así desde los tiempos de la resistencia al intento de invasión por parte de la Corona Española. Las figuras emblemáticas de Fresia y Guacolda, -mencionadas en el poema La Araucana de Alonso de Ercilla-, son ejemplos de este hecho.

Es sabido y reconocido que las mujeres mapuche siempre han desempeñado roles fundamentales para el mantenimiento de la vida de sus pueblos tanto en el ámbito comunitario como en los espacios de las organizaciones. Sin embargo, también es cierto que las instancias políticas, públicas y visibles del Pueblo Mapuche han estado caracterizadas por una baja presencia de mujeres indígenas. Dicha desigualdad proviene de varios factores, entre ellos, del propio sistema de género que rige la sociedad mapuche, así como en la existencia de estereotipos culturales y en la cultura organizativa imperante. 

Mural Trafikintuwe I
LOLAMORA

NUEVOS AIRES DE RESISTENCIA

Desde los tiempos de la lucha contra la Dictadura de Augusto Pinochet (1973-1989) y con la llegada de la Democracia en los años 90, las organizaciones empezaron a trabajar en fortalecer la sociedad mapuche desde la óptica de los derechos ante el estado. Paulatinamente, las mujeres mapuche han empezado a destacarse como participantes activas en el “Movimiento Mapuche” debido a: su inclusión en la vida política y su participación en el malon (la rebelión mapuche, descrita por el historiador mapuche Fernando Pairican); la creación de nuevas organizaciones de mujeres, la actuación institucional de diversos actores públicos y sociales en materia de género y la participación de mujeres mapuche en las redes transnacionales de activismo internacional. Estas son cuestiones que aparecen a lo largo del libro, latiendo en las historias de las protagonistas.

Es conocido el caso de las Hermanas Nicolasa y Berta Quintremán, que lideraron en los años 90 la resistencia pehuenche contra la construcción por parte de Endesa de la Represa Ralco en su territorio. Algunas mujeres han sido muy activas en el denominado “conflicto territorial”, bien como agentes activos de las tomas de tierras, como Patricia Troncoso o en otro roles organizacionales, como las portavoces de presos de la CAM: Natividad Llanquileo y Millaray Garrido. También es conocido el trabajo en el activismo internacional pro-derechos de las hermanas Calfunao, la Longko Juana Calfunao y la activista Flor Calfunao. La emergencia en el espacio público de estas y otras tantísimas mujeres mapuche, da cuenta de su recitación como sujetos políticos.

La participación protagónica de las mujeres indígenas en los procesos políticos ha aumentado en los últimos treinta años, como producto de un proceso de empoderamiento que se ha producido en gran parte debido a transformaciones sociales, tales como: el aumento del acceso a la educación, la migración a la ciudad, el cambio de roles tradicionales de género o la participación en organizaciones mapuche de carácter mixto. Algunos apuntan que han sido los conflictos medioambientales -el caso de la represa Ralco, la lucha por los Ríos Libres en Pilmaikén, la protección de semillas nativas en la Isla de Chiloé-, las que han supuesto un ámbito propicio para el surgimiento de propuestas políticas por parte de las mujeres.

La llegada de las empresas extractivas, tanto nacionales como transnacionales, a los territorios ancestrales ha provocado que muchas mujeres indígenas se hayan organizado para proteger la tierra, el territorio y la vida.

En muchas de estas luchas activistas se han forjado las identidades de mujeres en resistencia y han permitido que las mujeres indígenas comenzaran a reconocerse como sujetos políticas, como líderes, y a reconocer las problemáticas particulares que las afectan. Este camino no ha sido nada fácil y les ha merecido, en muchas ocasiones, la crítica por parte del mundo masculino indígena. En muchas ocasiones, las mujeres mapuche no quieren ser críticas con su cultura y muchas veces han dejado de reivindicar sus derechos específicos como mujeres e indígenas con el fin de evitar el debilitamiento de los movimientos indígenas en el camino de la recuperación de derechos. Para Margarita Calfío, la necesidad de presentar a la sociedad un discurso macizo como pueblo, ha impedido que las dirigentes mujeres buscasen poder real que pudiera incidir para modificar situaciones especificas que vulneran los derechos de la mujer mapuche.

Mural Trafikintuwe II
LOLAMORA

LAS MUJERES MAPUCHE INTERROGAN A LOS FEMINISMOS

Son muchas las mujeres indígenas, quienes inmersas en los movimientos de liberación de sus pueblos, han alzado críticas contra el “feminismo blanco” así como contra los procesos de inclusión de la mujer en las políticas públicas estatales. La crítica que han elevado descansa en la idea de que los Movimientos Sociales, así como las políticas públicas, responden preferentemente a los intereses de las mujeres blancas de clase media y alta, urbanas, profesionales, vinculadas a los partidos políticos, con acceso a la educación y al poder. Así, son varias las mujeres mapuche que han alzado sus críticas contra las participantes en los movimientos feministas chilenos, debido a que en muchas ocasiones han excluido a las mujeres indígenas como sujetos políticos, replicando así las opresiones y reproduciendo las estructuras discriminatorias que ellas mismas denuncian.

Las mujeres mapuche, como otras mujeres indígenas del continente americano, han construido modernidades alternativas al colonialismo europeo y han creado prácticas y lenguajes que las alejan de la victimización de las colonizadas a la que las relegan las feministas blancas.

Para Francesca Gargallo, quien ha teorizado sobre los feminismos del Abya Yala, los feminismos indígenas tejen respuestas a los patriarcados que no son necesariamente individualistas, donde lo colectivo y lo personal no se disocian. El doble desafío que enfrentan estas mujeres en lucha es el de generar propuestas para la liberación de la mujer pero que mantengan en equilibrio con sus propias comunidades. Dice el antropólogo español Antona Bustos, que si existe un discurso feminista mapuche , éste no usa ni los términos ni los conceptos del feminismo blanco, sino que recurre al lenguaje de derechos, un lenguaje mucho más acorde con el proceso de recuperación de derechos colectivos.

Las mujeres mapuche exigen así un espacio para hablar, puesto que no necesitan portavoces, sino que están en el proceso de expresar cuáles son sus necesidades desde sus propios lenguajes, alejándose de la autonomía de género que reclaman los movimientos feministas tradicionales. Por este motivo, Zomo Newen es un texto polifónico, que con sus múltiples voces intenta dar cuenta de la existencia de cientos de mujeres que están hablando con su voz y desde su propio lugar en el Mundo para reivindicar sus derechos como mujeres y los derechos de su pueblo.

Zomo Newen -en mapudungun, fuerza de mujer- es un libro que nació con la idea de facilitar que hablen desde la primera persona algunas mujeres que tienen una amplia trayectoria de reivindicación de derechos colectivos: tierra, territorio, agroecología, participación política, revitalización lingüística, etc. Se trata de un mosaico de vibrantes historias de mujeres que están en “pie de paz”, proponiendo nuevas formas de vivir y de mejorar los derechos de un pueblo largamente postergado y violentado: el Pueblo Mapuche.

Las ocho mujeres que participan en este libro narran “la historia” desde “su historia” sin pedir permiso. Este conjunto de mujeres entrega, como hiciera Elicura Chihuailaf en su día, un recado confidencial desde la diversidad de su ser mapuche y siempre narrando cómo les ha tocado vivir una historia particular dentro de la historia general del Pueblo Mapuche. Las confesiones de las mujeres ponen en contacto la historia íntima con la historia oficial, sometiendo esta última al juicio del otro. Así, al hacerlo, las historias de vida abren espacio para nuevas formas de interpretación de los procesos sociales, logrando así, como dicen los antropólogos chilenos Guerra y Skewes, infiltrarse en el discurso hegemónico y desafiando sus supuestos.

Esto es precisamente lo que hacen las mujeres mapuche que alzan su voz en este libro, desafiar la historia oficial, poner rostro femenino a la historiografía del malon (la rebelión mapuche) y hablar con total crudeza de la cotidianidad de la pobreza, la naturalidad del sufrimiento y la potencia del enojo –el ulkun- como motor de un proceso político.

El cambio social tiene miles de nombres anónimos, pero también está repleto, como este libro, de nombres propios: Isabel Cañet, Millaray Garrido, Mireya Manquepillán, Elisa Loncón, María Lara Millapán, Adriana Paredes Pindatray, Petronila Catrileo, Anita Epulef. No sólo los pueblos indígenas han comenzado a hablar desde lo más profundo de la Historia y a proponer nuevos relatos y nuevos textos acerca de lo que ellos han sido, son y quieren ser, sino que son también ahora las mujeres las que susurran, responden, afirman o gritan desde las entrañas de la Historia, exigiendo ser reconocidas como mujeres, como mapuche, como sujetos con derechos, con sueños y con voz propia.

Este texto es un acto de reconocimiento del poder creativo y transformador se las mujeres mapuche del que habla Margarita Calfío, que insta a sus hermanas a salir a la luz pública: ya está bueno de guardarse, vamos saliendo.

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