Foto: Detalle del mural «La historia de México» de Diego Rivera
El 14 de febrero de 1918, un años después de promulgada la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y uno antes de que fuera asesinado a traición por el militar carrancista Jesús Guajardo, desde su cuartel en Tlatizapán, Morelos, el general Emiliano Zapata escribió dos cartas al general zapatista Jenaro Amezcua, quien se encontraba comisiondo en la Habana, Cuba, para establecer relaciones con los centros y agrupaciones obreras de Europa y América para explicarles “las finalidades de la Revolución Agraria de México, así como su íntima solidaridad con los movimientos de emancipación que en otras regiones del mundo realiza en la actualidad el proletariado”. De la misma manera el comisionado debería estimularlos “para que en interés de la causa común, propaguen en pro de la gran masa de los campesinos, generalmente descuidada y poco atendida por los protagonistas obreros”.
La comunicación que el general Emiliano Zapata envío al general Jenaro Amezcua consta de dos cartas: una, corta, donde lo instruía a iniciar la propaganda de la lucha zapatista por América y Europa, y otra más amplia donde expone sus reflexiones sobre la importancia de la lucha que los zapatistas sostenían, a pesar de que ya se había expedido la nueva Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, con la cual, en la concepción del carrancismo, la lucha armada ya no tenía razón de ser. Con esto conincidían algunos jefes zapatistas regionales que abandonaaron la bandera por la que durante mucho tiempo empuñaron las armas.
A noventa y ocho años del asesinato del general Emiliano Zapata, pensamos que es importante difundir dicho documento, sobre todo porque varios de sus postulados centrales, a pesar del paso del tiempo, siguen siendo de actualidad. El documento puede ser consultado en el Centro de Estudios de Historia de México.
Francisco López Bárcenas
Carta del General Emiliano Zapata al General Jenaro Amezcua
Estimado amigo.
Me refiero a las gratas de usted, fechadas en 1º y 15 de enero último.
Por ellas veo que ha continuado usted, con actividad y con éxito, la ardua labor que la Revolución le ha encomendado. Veo también con gusto, que en esa tarea es usted eficazmente ayudado por entusiastas e inteligentes colaboradores, que fungen ya como agentes colaboradores, que fungen ya como agentes de propaganda.
Por los recortes que se sirve adjuntarme, quedo impuesto de la benévola acogida que en la prensa de esa Capital han tenido las declaraciones hechas por usted, acerca de las finalidades que perseguimos; lo que es un indicio cierto de que la intelectualidad cubana se da cuenta de la importancia de este movimiento regenerador y simpatiza con él abiertamente, al reconocer su indudable justicia.
De todas veras celebro que en ese interesante país hermano del nuestro, repercutan y dejen hondas huellas las reivindicaciones gallardamente sostenidas por el pueblo campesino de esta República de México.
Era de esperarse que así sucediera, era de augurarse esa cordial hospitalidad para nuestros anhelos de reformas y para nuestros empeños de radical renovación; pues lo mismo tienen que pensar y que sentir dos pueblos de igual raza y de igual historia, que sufren y han sufrido idénticos a los, que en su seno sienten agitarse los mismos problemas y que es lógico, por lo mismo, sientan análogos ideales y vibren con los mismos entusiasmos.
Mucho ganaríamos, mucho ganaría la humana justicia, si todos los pueblos de nuestra América y todas las naciones de la vieja Europa comprendiesen que la causa de México Revolucionario y la causa de Rusia la irredenta son y representan la causa de la humanidad, el interés supremo de todos los pueblos oprimidos. Aquí como allá, hay grandes señores, inhumanos, codiciosos y crueles que de padres a hijos han venido explotando hasta la tortura, a grandes masas de campesinos. Y aquí como allá, los hombres esclavizados, los hombres de conciencia dormida, empiezan a despertar, a sacudirse, a agitarse, a castigar.
Mr. Wilson, el Presidente de los Estados Unidos, ha tenido razón al rendir homenaje, en ocasión reciente, a la Revolución rusa, calificándola de noble esfuerzo por la
consecución de libertades y solo sería de desearse que a este propósito recordase y tuviese muy en cuenta la visible analogía, el marcado paralelismo, la absoluta paridad mejor dicho, que existe entre ese movimiento y la revolución agraria de México. Una y otro van dirigidos contra lo que León Tolstoi llamará “el gran crimen”, contra la infame usurpación de la tierra, que siendo propiedad de todos, como el aire y como el agua, ha sido monopolizado por unos cuantos poderosos, apoyados por la fuerza de los ejércitos y por la iniquidad de las leyes.
No es de extrañar, por lo mismo, que el proletariado mundial aplauda y admire la revolución rusa, del mismo modo que otorgará toda su adhesión, su simpatía y su apoyo a esta revolución mexicana, al darse cabalmente de sus fines.
Por eso es tan interesante la labor de difusión y de propaganda emprendida por usted en pro de la verdad, por eso deberán acudir a todos los centros y agrupaciones obreras del mundo, para hacerles sentir la imperiosa necesidad de acometer a la vez y de realizar juntamente las dos empresas: educar al obrero para la lucha, y formar la conciencia del campesino.
Es preciso no olvidar que en virtud y por efecto de la solidaridad del proletariado, la emancipación del obrero no puede lograrse si no se realiza a la vez la liberación del campesino. De no ser así, la burguesía podrá poner estas dos fuerzas la una frente a la otra, y aprovecharse v. gr., de la ignorancia de los campesinos para combatir y refrenar los justos impulsos de los trabajadores citadinos; del mismo modo que, si el caso se ofrece, podrá utilizar a los obreros poco conscientes y lanzarlos contra sus hermanos del campo. Así lo hicieron en México, Francisco I. Madero en un principio y Venustiano Carranza últimamente; si bien aquí los obreros han salido ya de su error y comprenden ahora perfectamente que fueron víctimas de la perfidia carrancista.
Todo lo que ustedes hagan para obtener la colaboración de los centros obreros de Europa y América, será poco, si se considera la trascendencia de la labor y la magnitud del resultado.
Debe usted, excitar a esas agrupaciones a que propaguen en sus diferentes países los ideales del agrarismo, el programa de la revolución mexicana y los grandes triunfos alcanzados en el terreno de las realidades por nuestros modestos luchadores indígenas, incansables y firmes después de ocho años de lucha.
A esto y a la labor de prensa deben tender por ahora preferentemente los esfuerzos de usted, sin que sea posible en la actualidad entrar en pláticas serias con la mayor parte de los gobiernos extranjeros en virtud de estar reconocido por ellos oficialmente, el gobierno de Carranza. Por esta razón no creo necesario por ahora, la credencial a que usted se refiere, autorizándolo para tratar con los gobiernos de otros países.
Una gira de propaganda por Sud-América y Europa, sería muy útil a no dudarlo, y ojalá que usted pudiese realizarla; pero para ello sería preciso el apoyo de algún sindicato o corporación obrera de ese país; pues todavía no es posible para la Revolución sufragar los gastos consiguientes, si bien todo hace suponer que muy pronto tendrá fondos bastantes.
Respecto al asunto de los cereales a que usted se refiere, existen hoy algunas dificultades por cuestión de las vías de comunicación; de tal suerte de que cuando haya mejores oportunidades, avisaré a usted.
Le adjunto una credencial para sus trabajos cerca de las organizaciones obreras, así como varios ejemplares de “El Sur” y otros documentos de propaganda.
Espero que usted y sus compañeros seguirán trabajando con el mayor empeño y sin desmayar.
La situación política, económica, financiera y militar del carrancismo, es desesperada. La mayor parte de los antiguos partidarios de Carranza han acabado por conocerlo y lo han abandonado en masa. Ahora sólo están con él unos cuantos politicastros totalmente desprestigiados y sin influencia alguna sobre la opinión. La caída de este régimen abominable es solamente cuestión de días. La unificación revolucionaria será pronto un hecho.
La Revolución netamente popular y agraria ha ganado considerable terreno, y hoy domina no sólo Morelos, Guerrero, Tlaxcala, México y Puebla, sino también en Hidalgo, Guanajuato, Michoacán, Jalisco, San Luis Potosí, Zacatecas, Durango y Coahuila, y en la parte sur de la República, además de haberse extendido a Veracruz y Oaxaca, ha penetrado hasta el fondo de los Estados de Tabasco y Chiapas, quizá los más oprimidos del país.
Saludo a usted y le deseo todo bien su amigo y atto. S. S.
EMILIANO ZAPATA
(Rúbrica)
Gracias por su trabajo y valioso tiempo por dar a conocer tan extraordinaria carta de gran valor histórico.
NO CABE DUDA DE LA GRANDEZA DIDEOLOGICA DE ZAPATA. HONRÉMOSLO