Foto: Gerardo Magallón
8M: una vez más, las mujeres tomamos las calles, nos apropiamos del espacio público, lo hicimosnuestro y reivindicamos las demandas que llevamos gritando desde hace décadas. Somos muchas y ya no nos quedamos calladas: nos acuerpamos, nos tomamos de la mano, nos cuidamos, porque sabemos que no estamos solas y porque tenemos claro a dónde queremos llegar.
Paralelamente, como todos los años en torno a esta emblemática fecha, han proliferado los eventos académicos, los reportajes periodísticos y las declaraciones de personalidades del mundo de la política en torno al significado del Día Internacional de la Mujer.
Es difícil quedar fuera de la inercia que provoca el 8M, todo el mundo se sube a la cresta de la ola. Durante unos días, temas como la violencia contra las mujeres (cis y trans); las brechas salariales; la precariedad de las condiciones de vida de muchas mujeres, mucho más cuando son atravesadas por otros factores como la raza, el nivel socioeconómico, la etnia o la orientación sexual; la pobreza del tiempo y las dobles y triples jornadas a las que están sometidas las mujeres; o las discriminaciones que sufrimos en distintos espacios, se vuelven tema central y acaparan la agenda pública.
No es ninguna novedad, es la historia que se repite año con año: cifras van y vienen, declaraciones de apoyo a la lucha emprendida por las mujeres aparecen por doquier en redes sociales y medios de comunicación, los temas de género monopolizan -por un día o una semana- la atención de casi todo el mundo. El 8M es “nuestro día”, se nos aplaude y se reconoce nuestra lucha, se visibilizan las desigualdades que vivimos y se reclaman acciones para poner un alto a las violencias y a las injusticias.
Pero permítanme un cierto escepticismo hacia todas estas expresiones que se hacen visibles en estos días. Sobra decir que este recelo no va dirigido hacia las colectivas, las distintas organizaciones, las morras que no están dispuestas a callarse, que gritan “Ni una más”, que están hartas de tener miedo. No, mi aprensión va hacia el circo mediático (así lo veo yo) que se monta en torno al 8M, hacia los discursos políticamente correctos, hacia los juegos de simulación en donde, por un día, todo el mundo (o casi todo el mundo) apoya a las mujeres, pero, terminada la marcha y, en su caso, pasado el día de la huelga, volvemos a donde estábamos.
Lo que ocurre en estos días me recuerda a un programa de televisión que había en España en los años sesenta (quizá, el primer reality show que se hizo en España); se llamaba “Reina por un día”, en donde las mujeres que participaban (amas de casa, por supuesto, no se puede esperar otra cosa de la España franquista) tenían la posibilidad de ver cumplido su sueño (un viaje, la adquisición de un electrodoméstico, quizá reencontrarse con algún familiar), al tiempo que eran coronadas como reinas, en una ceremonia simbólica. Desde mi punto de vista, lo relevante no era lo que pasaba en ese día de esplendor y gloria en donde sus deseos eran satisfechos; para mí, la historia interesante hubiera sido saber qué pasaba con esas mujeres en el momento en que se despojaban de sus coronas y tenían que volver a la vida cotidiana, a los problemas y a las dificultades que seguirían enfrentando, por mucho que hubieran sido reinas por un día.
Así me ocurre con el 8M: es “nuestro día”, en el que somos coronadas, todo el mundo nos escucha, todo el mundo nos reconoce. Pero pasada la vorágine, nos toca volver a nuestra realidad. Poco cambia. Quienes habían defendido los derechos de las mujeres se olvidan de sus proclamas, y mantienen la postura de “yo estoy a favor de la igualdad de las mujeres”, siempre y cuando, claro, eso no implique una amenaza a su posición de poder. Reinas por un día, pero luego toca volver a lidiar con las dobles y triples jornadas, con la precarización en servicios básicos como salud o educación, con la pobreza, con las violencias cotidianas, con los tratos discriminatorios, con los golpes y las humillaciones, con el miedo.
Todas las supuestas muestras de apoyo que recibimos durante estos días, quedarán en el olvido, hasta el próximo 8M, cuando nuevamente saldrán a la luz los discursos políticamente correctos, las cifras y las declaraciones, para que no se vaya a poner en duda que se está a favor de los derechos de las mujeres.
Lo más preocupante de esta situación es que el vacío dejado por todas aquellas personas que durante estos días alzaron la voz en defensa de los derechos de las mujeres, tratará de ser ocupado por los grupos más conservadores, que quieren imponer una agenda en la que no se reconoce la violencia de género, que se opone abiertamente a la posibilidad de que las mujeres tengamos el control de nuestros cuerpos a través de los derechos sexuales y reproductivos, que piensa que eso del feminismo es una moda pasajera, y que descalifica la lucha de los movimientos feministas con términos como ideología de género, feminazis o supremacismo hembrista; esto, sin mencionar aquí los términos más despectivos e insultantes que sólo reflejan un discurso de odio contra todo lo que signifique acabar con las estructuras de dominación existentes.
Mientras tanto, los movimientos feministas no cejarán, tendrán que aguantar los embates ultraconservadores, pero no se rendirán. Se han logrado avances, de eso no cabe duda, pero todavía queda un largo camino por recorrer. Por muy frágil que sea nuestra existencia, tenemos agencia, tenemos la capacidad de seguir poniendo el cuerpo, tenemos voz que seguirá alzándose frente a las injusticias. El 8M es una oportunidad de hacerse visible, pero la lucha va más allá de un día. Porque nuestro objetivo no es hacernos virales a través de una frase mediática en las redes sociales. No queremos ser reinas por un día, lo que queremos es poder salir a las calles sin miedo los 365 días del año, decidir si queremos o no tener un hijo y cuándo tenerlo, que no nos desaparezcan, que nuestros cuerpos no sean tratados como mercancías, queremos una vida digna sin tener que vivir en la precariedad constante. Y después del 8M, ¿qué? Después del 8M, seguiremos luchando.
*Coordinadora del Doctorado en Estudios Críticos de Género
Red de Politólogas #NoSinMujeres
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