“Ni una menos” dicen las paredes. “Vivas nos queremos” dicen nuestras voces. “Ni una menos” dicen los murmullos que pasan de boca en boca la contraseña del grito colectivo. “Vivas nos queremos” replican los corazones rotos, las angustias en la piel, las cicatrices del miedo.
Hace un año abrimos una puerta para que siglos de violencia contra las mujeres, las travestis, las trans, las lesbianas, las disidencias del héteropatriarcado, irrumpamos en la historia. Nos escapamos de la clandestinidad impuesta por palabras amasadas con mentiras, como “crimen pasional”, “por algo será”, “se la buscó”, “la amaba demasiado”. La puerta no se abrió sola. La supimos abrir con nuestras manos, con nuestros cuerpos, con nuestros silencios incluso -tan llenos de dolor, pero también de resistencias-. La puerta se abrió con una llave maestra que hizo saltar simultáneamente todos los candados impuestos, las rejas, las cárceles que nos hicieron vivir vidas prestadas, amenazadas, enajenadas en nuestros propios cuerpos.
“Ni una menos” decimos nosotras. Estamos hablando de los femicidios, sí, pero también de las tantas violencias que nos niegan en vida que nos hacen corrernos, que nos niegan un mismo salario por el mismo trabajo, que nos quitan el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y sobre nuestros proyectos. De esos machos que les gusta cuando callamos porque estamos como ausentes, y creen que su gusto resulta poético.
“Vivas nos queremos”, decimos nosotras. Y estamos hablando de María Soledad, y de Marita Verón, de Diana Sacayan, y de muchas que no sabemos sus nombres, pero que las hemos buscado o las seguimos buscando. Estamos hablando también de las desaparecidas de Ciudad Juárez. Hablamos de Bertha Cáceres, asesinada en Honduras, y de Maricela Tombé, asesinada en Colombia, y de Bety Cariño, asesinada en México. Todas por luchar contra las políticas extractivistas del colonialismo capitalista y patriarcal.
Estamos diciendo con las mujeres hondureñas y paraguayas, y brasileñas: “ni golpes de estado, ni golpes a las mujeres”. Estamos diciendo que “vivas nos queremos”, pero vivas y libres. Porque estamos hablando de Belén hoy, y de Reina Maraz, como ayer de Romina Tejerina. Y de las miles de mujeres que llenan las cárceles, como consecuencia de la feminización y penalización de la pobreza. Y decimos, gritamos con rabia, que no puede ser, no aceptamos, no permitimos que el monstruo patriarcal nos trague en vida.
La puerta se abrió, la abrimos con nuestra energía puesta en una misma dirección. La abrimos con nuestro deseo multiplicado en revoluciones. La abrimos con nuestra capacidad de resistir y soñar mundos nuevos. Ahora no hay que dejar que la cierren.
El 3 de junio, estaremos en las plazas, en las calles. Marchando. Bailando. Cantando. Dibujando nuestros cuerpos, los de todas, así como son. Diversos, revueltos, deseantes, intensamente libres y rebeldes. El 3 de junio es la cita. La contraseña es Ni una Menos. La consigna es Vivas Nos Queremos.
El encuentro es en clave de revoluciones, de ganar las calles. Nuestro compromiso es con la historia, con nuestras ancestras, con todas las mujeres que resistieron el golpe y los golpes. Con las Madres que nos enseñaron que nuestro lugar es la plaza, y que en los momentos más difíciles reafirmaron: Ni un paso atrás. Con las feministas que nos entregaron la clave para entender que lo personal es político. Y con nosotras mismas, con nuestra pasión y nuestra rabia. Vivas nos queremos. Vivas y libres nos nacemos y crecemos en nuestro andar.
Editorial de Espejos Todavia