Quienes navegan por el golfo de California en busca de vaquitas marinas al localizar alguna suelen expresar: “Me preocupa que ésta sea la última vez que las veamos”. Los avistamientos se han vuelto tan escasos que ha habido quienes han anunciado ya su desaparición definitiva, aunque según los últimos registros se calcula que quedan entre seis y 22 ejemplares vivos. Para algunos conservacionistas estos números son un soplo de esperanza, para otros una señal de que estos mamíferos se extinguirán en junio.
Y la vaquita es sólo una de entre el millón de especies animales y vegetales que dejarán de existir si la humanidad no modifica su tren de vida, informa la Plataforma Intergubernamental en Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES) en un reporte difundido el 6 de mayo en París. “Así, la ONU oficializa lo que los científicos venimos diciendo desde hace tiempo: que estamos ya en la sexta extinción masiva de la vida en la Tierra y el responsable es el hombre”, señala Gerardo Ceballos, del Instituto de Ecología de la UNAM.
Apenas el 3 de enero pasado el Departamento de Tierras y Recursos Naturales (DNLR) de Hawái publicaba en su página de Facebookun curioso obituario donde se leía: “Adiós a un caracol amado… y a toda una especie”, en referencia a George, un molusco que, por ser el último de la variedad Achatinella apexfulvay no conseguir una pareja con la cual reproducirse, llegó a ser llamado el caracol más solitario del mundo, y que por haber muerto justo al sonar las campanadas del Año Nuevo se convirtió en la primera especie extinta de 2019.
Para el profesor Ceballos, de seguirse esta inercia pronto el hombre se verá en un escenario en el que con dificultades sobrevivirá. “Está cayendo de golpe el número de abejas y ellas polinizan la mayoría de nuestros cultivos; las enfermedades que padecemos aumentan con cada especie que deja de existir, y la merma en la variedad de flora y fauna interfiere con la combinación correcta de los gases atmosféricos y altera la cantidad y calidad del agua. Por ello no es exagerado aseverar que, si las cosas no cambian, la humanidad colapsará en tres o cuatro décadas y desaparecerá en un siglo”.
George vivió sus 14 años confinado en un terrario de la Universidad de Hawái. Los caracoles terrestres de su especie alguna vez fueron tan numerosos en la isla de Oahu que cronistas del siglo XIX describieron que “pendían de las plantas cual racimos de uvas”, pero rápido fueron arrasados por depredadores introducidos en su hábitat por el hombre, como las ratas. La necrológica del DNLR hawaiano dedicada a este molusco concluye con un muy optimista: “Se tomó y congeló una muestra de su tejido, la cual está bajo resguardo del Zoológico de San Francisco. Aunque hoy no es posible clonar a un caracol algún día podremos y entonces George vivirá de nuevo”.
Sin embargo, en opinión del doctor Ceballos no podemos permanecer en pausa y confiarle todo al futuro y sus avances. “El reporte de la IPBES es claro al señalar que atravesamos una crisis en la biodiversidad igual de importante que la del cambio climático. No actuar en este momento es señal de que nos estamos tardando”.
Stop Extinction
Para integrar su reporte el IPBES revisó 15 mil artículos provenientes de todo el orbe y concluyó que, de los ocho millones de especies de flora y fauna que hay en el mundo, un millón podría extinguirse de aquí a cinco décadas, es decir, el 12.5 por ciento del total, y a un ritmo hasta 100 veces más rápido que el observado en los últimos 10 millones de años, cuando el hombre aún no entraba en la ecuación.
En este marco, el laboratorio de Gerardo Ceballos trabaja en una iniciativa internacional llamada Stop Extinction, que busca establecer un convenio entre la mayoría de los países, similar al firmado para mitigar el cambio climático, pero ahora enfocado a preservar la biodiversidad, a crear conciencia entre la población y a propiciar un espacio donde se intercambien ideas y se discutan estrategias.
“Nuestro propósito es echarla a andar en 2020 con un acto que se desarrolle en México y al que asistan personajes tan importantes como el naturalista David Attenborough, el actor Leonardo DiCaprio, el premio Nobel de la Paz Al Gore, el gobernador de California Gavin Newsomo el primer mandatario de Francia, Emmanuel Macron”.
En cuanto a flora y fauna el IPBES representa lo que el IPCC es al calentamiento global, por lo que el reporte recién presentado es un llamado para que este tema encabece la agenda de todos los gobiernos. Tras conocer el documento Audrey Azoulay, directora general de la UNESCO, expresó: “La protección de la biodiversidad es tan vital como la lucha contra el cambio climático”.
Con esto —subraya el investigador— se busca arrojar luz sobre un hecho que debería encender una infinidad de focos rojos, pues nunca antes la humanidad había enfrentado una amenaza tan grave a su existencia, con excepción de cuando se temía una guerra nuclear entre EU y la Unión Soviética. De estas proporciones es el problema.
En 2017 el profesor Ceballos entregó a la revista Proceedings of the National Academy of Sciences(PNAS) un artículo que ya desde el título usaba las palabras “aniquilación biológica” para referirse al capítulo que estamos viviendo, lo cual inquietó a los editores. “Me dijeron que en ciencia es mejor no emplear términos alarmistas y yo les expliqué que mi intención no era serlo, aunque tampoco era ético suavizar el lenguaje si ello implica no transmitir la gravedad del tema. La respuesta fue un ‘¡adelante con el cabezal!, estás en lo cierto’”.
Por eso, el investigador no emplea circunloquios para expresar que, de no tomarse las medidas necesarias, en menos de un siglo el hombre podría extinguirse o al menos verse en un futuro distópico muy parecido al de la saga Mad Max. “Un niño que hoy tenga 10 años podría ver el inicio de esto al cumplir 40. Aún hay una ventana de tiempo para actuar y evitarlo, pero se está cerrando rápidamente”.
La extinción de especies —advierte el profesor Ceballos— es igual de peligrosa que el calentamiento global, pero más urgente. “Aquí hablamos del único problema ambiental verdaderamente irreversible, pues el cambio climático se estabilizará en mil o 10 mil años, y con el plástico es igual. Sin embargo, ninguna especie perdida regresará y los efectos de su partida erosionarán la capacidad de la Tierra de mantener vida (la humana incluida). Eso nos debería preocupar”.
La necesidad de poner freno al crecimiento poblacional
Días después de anunciar en Facebook la muerte del solitario caracol George, el Departamento de Tierras y Recursos Naturales de Hawái posteó otra noticia inusual: “Por primera vez en la historia había caído nieve en un parque estatal hawaiano”. La tormenta invernal que golpeó en febrero la isla tropical de Maui sólo se explica por el cambio climático, que a decir del profesor Ceballos es uno de los muchos fenómenos antropogénicos que causan la desaparición de especies.
“Hay muchas las razones detrás de esta sexta extinción masiva, como los patrones de consumo tan propios de las clases media y alta basados en cambiar de celular cada año, tener 10 pares de calzado en el armario o más de un auto en el garaje, o nuestra dependencia de tecnologías ineficientes basadas en los hidrocarburos para obtener energía, pero la principal es que somos demasiados humanos en el planeta y estos números ya no se pueden sostener”.
Según estimaciones de la ONU y el Banco Mundial, cada minuto nacen 250 bebés, así que para el doctor Ceballos todo es cuestión de contar. “Esto es 360 mil personas al día, 131 millones en 12 meses y mil millones cada ocho años. Todos estos individuos que se están sumando a la población global necesitarán grandes cantidades de alimento y muchas otras cosas, y los recursos de la Tierra son finitos”.
Cubrir está demanda tiene tales repercusiones en el ambiente que el reporte del IPBES señala que la actividad humana con mayor impacto en los ecosistemas es la agricultura, seguida muy de cerca por la ganadería, pues —como se establece en el documento— se destina el 33 por ciento de la superficie terrestre para ambas actividades, así como el 75 por ciento de las reservas de agua dulce.
“Las dos actividades se cuentan entre las principales destructoras del hábitat, pero no debemos olvidar que entre las causantes de esta sexta extinción masiva también están la cacería y sobreexplotación de especies, la pesquería, el mercado ilegal de flora y fauna, la introducción de variedades exóticas en sitios a los que no pertenecen o la transmisión de enfermedades de nuestros animales domésticos a otras variedades. Es fácil percibir la huella del hombre en todo eso”.
No obstante, para el doctor Ceballos saber que el humano es el responsable de esta crisis es a un tiempo una buena y una mala noticia: es mala porque es darnos cuenta del daño que causamos, buena porque está en nuestras manos evitar que esto siga así.
“Basta poner un ejemplo: el tráfico ilegal de especies coloca en riesgo a una inmensa variedad de flora y fauna, pero si logramos convencer a China de que no se involucre más en esta práctica la gravedad del problema descendería hasta en un 70 por ciento; así de sencillo”.
Sin embargo, aunque muchas cosas suenan incluso obvias no debemos confiarnos —advierte el biólogo—, pues incluso echando a andar los planes más ambiciosos, aplicando las ideas más vanguardistas y adoptando las políticas más efectivas, todo será inútil si no frenamos de inmediato el crecimiento de la población humana.
“Los siguientes 10 años serán críticos. Como alguna vez le dije a los editores de una revista científica, mi objetivo no es alarmar, sino generar conciencia entre la gente que su vida, y la de sus hijos, está en riesgo. Incluso esto genera en mí sentimientos encontrados, pues por un lado soy optimista debido a que sabemos a detalle todo lo que debemos hacer, soy pesimista porque no lo estamos haciendo”.
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