Virgelina Chará y la Unión de Costureros. El arte de arropar

Raúl Zibechi

Fotos: Aura Mora

Nos recibe sentada y sonriente en medio de un mar de telas, en el primer piso de la Casa de la Paz en la carrera 13, muy cerca del centro de Bogotá. Despliega una risa acogedora y astuta. Entre sus dedos, una aguja enhebrada dispuesta a atravesar la tela, con enérgica delicadeza, con la precisión de quien lleva tanto tiempo bordando que no necesita siquiera mirarla.

Virgelina Chará es fundadora de la Unitierra de Bogotá, cuyo nombre completo es Universidad de la Tierra y la Memoria Orlando Fals Borda, una propuesta de su amiga Aura Mora, deslumbrada cuando visitó el Cideci en San Cristóbal de las Casas, media década atrás. Al mismo tiempo conocía la Unitierra de Oaxaca participando en un seminario que, en esa época, coordinaba Gustavo Esteva.

Nació casi siete décadas atrás en el departamento del Cauca, uno de los más violentos de Colombia. Fue obligada a desplazarse de su comunidad negra, porque una empresa minera pretendía explotar ese territorio. Denunciaron al ejército por violaciones, venta de drogas y esclavización sexual. Desde ese momento los pobladores se convirtieron en objetivo militar. Denunciar es, casi, una sentencia de muerte en Colombia.

Como toda la población negra que llega a la gran ciudad y que no tiene vivienda, fue golpeada en la calle, abusada por la policía y sufrió un secuestro durante varias horas. En 2005 llegó a Bogotá luego de pasar por Cali, donde continuó con su trabajo en derechos humanos. Desde 2008 participaba en un colectivo denominado Costurero de la Memoria que se propuso “arropar” el Palacio de Justicia para 2020, donde se produjo una de las mayores masacres de las guerras colombianas.

Las fuerzas armadas ejecutaron el 7 de noviembre de 1985 a 101 personas, entre ellos once magistrados, y hubo más de diez desparecidos, para desalojar a la guerrilla del M-19 que había tomado el edificio.

En 2014 surge la Unión de Costureros. Para Virgelina, el bordado pretende revitalizar la memoria a través de las telas. En el colectivo participan entre 20 y 50 personas, de los más diversos sectores sociales y colores de piel, incluyendo algunos varones.

Quieren mostrar que los varones también pueden hacerse cargo de tareas domésticas como tejer y bordar. El Costurero se empeña en retratar en las telas la complejidad del conflicto armado, atravesado de múltiples actores, y de rescatar el dolor desde la vida cotidiana.

“No estamos remendando un pantalón o una camisa, estamos remendando un país que está roto. Remendamos un continente que a gritos está pidiendo un cambio del modelo político, económico y cultural. Y, muy en particular, la transformación del modelo educativo”, dice su voz ronca, sin soltar la aguja.

Desde la Unitierra quiere reflexionar sobre los objetivos del colectivo a través de la aguja. “Se trata de unir a las familias, desmembradas por la guerra, de articular los procesos y la palabra”. Allí donde van, siguen cosiendo sus telas, ya sea en una charla pública, en un debate universitario o en reuniones con otras organizaciones. “Donde vamos, allí estamos cosiendo y arropamos los sitios simbólicos del país, donde han pasado hechos que ha dejado víctimas, masacres y violaciones”.

Las y los costureros se juntan en torno a mesas de trabajo, bordando en colectivo, formando telas que no tienen ni autor ni firma. Realizan Tongas de la Memoria, nombre que representa aun viaje a través de la diversidad musical y cultural, en las cuales los relatos y aprendizajes generan procesos de autogestión.

Virgelina mueve su inmensa humanidad engalanada con los más diversos colores, canta con voz ronca y no deja de mentar la palabra “paz”. Sostiene que los costureros y bordados son una “forma de sanarnos”, porque la aguja, la tijera, la tela conforman “terapias sanadores” que no se quedan en lo individual sino que abordan los problemas desde lo colectivo.

Los espacios de bordado permiten diálogos entre generaciones, en los que la recuperación de la memoria va la mano de la apertura emocional a las demás personas. “Es un ejercicio simbólico de reivindicación de derechos y de memoria”, insiste. “Arropamos desde instituciones hasta las casas de pique, que eran centros de desaparición forzada y esclavización sexual”. La última acción que realizaron fue arropar la Comisión de la Verdad, porque Virgelina repite, una y otra vez, “no tenemos justicia en Colombia”.


El arropar como acción política de abajo

La Unión de Costureros enhebró una colección de libros de tela, incluyendo alguno sobre la pandemia, en el que destacan el despojo que sufren las comunidades negras, indígenas y los sectores populares. Son “libros” sin letras, “impresos” con hilo y aguja. Aunque Virgelina ha diseñado unos cuantos, los libros son hechos por muchas manos de modo que se trata de libros comunitarios. “La lectura del libro siempre es colectiva, así, en círculo”.

Explica que la lectura colectiva es “un modo de disolver el miedo”, de dispersar los temores que la guerra insertó en los cuerpos. Le pregunto sobre el papel de los varones: “La gente se transforma con el bordado, porque le baja ese alto índice de agresividad y estrés. Esto una terapia colectiva que ayuda a levantar la autoestima”. La participación de varones, sigue, es muy importante porque ellos son portadores en gran medida de esa agresividad.

Un punto especial de esta transformación radica en la capacidad de concentración que, de algún modo, se vuelve contra la cultura del sistema. “La falta de concentración es muy dañina y a través del bordado la gente se concentra y se descubre a sí misma”. Un modo de nadar contra la corriente que viene imponiendo la pantalla digital.

El concepto de arropar nos vincula con el cuidado de las madres a sus hijos e hijas. Es un hecho político, femenino, de cuidados, que ellas lo convierten en colectivo y comunitario. Mientras los organismos internacionales, como el Banco Mundial, se han apropiado del vocablo “cuidados”, para estatizarlos y volverlos mercancías, las y los de abajo pueden hacer del “arropar”, un modo de reinventar esa tarea en base a los valores comunitarios.

Este material periodístico es de libre acceso y reproducción. No está financiado por Nestlé ni por Monsanto. Desinformémonos no depende de ellas ni de otras como ellas, pero si de ti. Apoya el periodismo independiente. Es tuyo.

Otras noticias de internacional  

Dejar una Respuesta