Usted disculpe, yo no me quedo en casa

Krizna Aven

Foto: Marta Karina Fuentes / Prensa Comunitaria

Siento la necesidad de escribir esto.

Soy de la generación que vivió la tragedia del terremoto del 19 de septiembre de 1985. Tenía 12 años cuando viví el pánico, la desolación, el dolor, la escasez de agua y alimentos.

Gran parte de mi familia es comerciante del mercado Jamaica, que también colapsó y fue cerrado por seguridad. Tuvimos que tomar las calles alrededor del mercado para vender, pero eso sólo duró un día y medio, porque los puercos granaderos nos desalojaron con tractores y a golpes en la madrugada.

Recuerdo que todos los comerciantes hicieron guardia afuera del mercado porque estaba el rumor de que demolerían el mercado y que no nos lo iban a entregar reconstruido, y que pretendían construir un centro comercial, otros afirmaban un hospital. Por eso todos los comerciales se turnaban para defenderlo de una expropiación.

En medio de todo esto, llegaban personas a solicitar apoyo para rescatar personas atrapadas en los edificios que cayeron por el sismo, en especial en un taller de costureras que se derrumbó cerca de ahí y donde había mujeres atrapadas.

Eran cientos si no es que miles de construcciones las que habían caído. Yo quería ir a apoyar, me dolía saber que había muchas personas atrapadas y que gritaban por que las sacarán de entre los escombros. Yo quería ir a ayudar pero mi mamá y mi familia no lo permitieron.

En una madrugada, estando en una guardia, escuché a lo lejos gritos de dolor pidiendo ayuda. Me dolía esto, ¿pero qué podía hacer?

En los siguientes días el olor a descompuesto y a muerte inundó la ciudad. Veía pasar camiones con escombros, que el gobierno prefirió remover sin ninguna intención de rescatar a los que aún estaban vivos.

Fueron días, semanas de este ambiente de incertidumbre y de dolor en el país. Desde ese momento viví con impotencia, dolor, coraje y culpa, mucha culpa. Odié el gobierno del presidente Miguel de la Madrid por ser indiferente e inepto ante está situación de emergencia.

Dolor sólo de recordar esos gritos pidiendo ayuda e impotencia porque, aun queriendo ayudar, no me dejaron ir. Culpa, porque a diario me cuestionaba, ¿pude haber hecho algo por ellos? Viví muchos años con esto, quizá no perdonaba el no revelarme con mi familia para ir a ayudar.

La ironía de la vida me permitió subsanar algo que tenía muy dentro, sarcasmo, otro temblor en la misma fecha, 19 de septiembre pero de 2017.
Ya decidía por mí, fui a la colonia Obrera en las primeras horas del terremoto, ayudé, apoyé, estuve ahí, solicité a mis amistades y familia apoyo económico y en especie para comprar herramientas para las personas que estaban rescatando a los que estaban atrapados. Organicé brigadas para llevar comida a los voluntarios que estaban noche y día tratando a toda costa de salvar vidas. Mi amiga Mercedes y mi sobrino Ilhui apoyaron incondicionalmente mi llamado paraa ayudar.

Pude hacer hasta donde me fue posible. Quedé en paz.

Ahora por el COVID-19 veo que hay personas en situación de calle o forzadas a vivir en ella. No volveré a quedarme inherte ante esto, me molesta que la GENTE que desde la comodidad de su cuarentena juzgue, critique y censure a quienes vamos por la calle tratando de ayudar en algo.

Los privilegios son para muy pocos, esos que llaman a diario «quédate en casa» , esos mismos son los que la indiferencia y el individualismo hacen acusar de inconscientes a los que no nos quedamos estáticos, a los que a pesar de esta contingencia preferimos salir a las calles sin criticar.

He leído a varios aquí en facebook, pero me llamó la atención en particular el argumento que me dió una pseudoactivista: «por eso yo trabajé toda mi vida precisamente para estar en casa y no en la calle». La ideología del «activismo clasista» no va conmigo.

Ahora es tiempo de hacer y no de llenarse la boca de argumentos patéticos en pro de «quédate en casa» y que en automático te exigen el no hagas nada. 

Si algo me queda claro fue lo que aprendí cuando tuve la fortuna de conocer a los hermanos zapatistas, su ideología de la vida, que es consciente y coherente, esta ideología que hice en mí una forma de vida:

– Para todos todo, para nosotros nada.
– Nuestra lucha es por la vida.
– Hasta la muerte si es preciso.

Por esto reafirmo:
Ustedes disculpen, pero yo no me quedo en casa.

Y un favor. Si no ayudan, no estorben.

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