Universitarios rechazan uso de la fuerza dentro de la UNAM

Carolina Bedoya y Adazahira Chávez

Ciudad Universitaria, DF. La entrada de granaderos a las instalaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), independientemente de su cantidad, “es una violación a la autonomía universitaria”, califica Carolina Ledesma, trabajadora sindicalizada. El miércoles 26 de marzo, granaderos del Gobierno del Distrito Federal entraron hasta el jardín conocido como “El Edén”, ubicado en la lateral de Avenida Insurgentes y frente a la Facultad de Filosofía y Letras, persiguiendo a manifestantes que ocupan el Auditorio “Che Guevara”.  “Es algo que rechazamos absolutamente. En la UNAM tenemos nuestras propias formas de gobierno y de resolver las diferencias”, complementa Ledesma.

El profesor Fabián Bonilla, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, considera que la entrada de los granaderos está relacionada con un clima provocado dentro de la comunidad universitaria, en el que parece que es necesaria la intervención de los cuerpos represivos porque no hay otra forma de solucionar los conflictos: «Así se legitiman, tiene que ver con las supuestas firmas de la comunidad y con lo que manifestó el Consejo Universitario, exigiendo la devolución del auditorio».

Coincide la estudiante de pedagogía Guadalupe, quien advierte que el tema es complejo: “Eso demuestra hasta donde llega el rector Narro. No debe ser así, tiene que haber un diálogo de otro tipo”. La estudiante Jessica Garza señala que está mal que la policía “cause conflicto, si la manifestación era pacífica no hay por qué provocar”.

Los manifestantes, quienes realizaron una marcha por el circuito universitario para rechazar un posible desalojo del histórico recinto –después de semanas de disputas por la posesión del espacio-, acusaron que el acoso policiaco a su manifestación se dio desde el inicio. Carlos Aguirre, profesor de la Facultad de Filosofía y testigo de los hechos, manifiesta su preocupación por el mecanismo que se usa para reprimir a las marchas en la capital del país: “eran a lo sumo 20 personas las que regresaron a Rectoría; detrás de ellos venían al menos 60 granaderos y dos camiones más. Esto nos habla de que para cualquier expresión de protesta, ya hay todo un operativo, cuando hay otros mecanismos para resguardar la seguridad, si es lo que pretendían. Todo esto se pudo evitar, y es lo verdaderamente preocupante”.

A pregunta expresa, el profesor Aguirre señala que la entrada policiaca no tuvo la magnitud que en 1968 y en 1999, pero sí es indignante. La sindicalista Ledesma apunta: “Es un abuso de autoridad, y demuestra la falta de actuación de las autoridades para resolver los problemas con mecanismos de diálogo. Independientemente del número de granaderos, no compartimos la idea del uso de la fuerza”.

Alberto Betancourt, profesor de Historia, señala que las imágenes de la irrupción policiaca tienen una fuerte carga histórica que «a todos nos provoca sentimientos intensos respecto a la importancia de la autonomía -tanto para la universidad como para la cultura política del país. La dolorosa e indignante entrada de la policía y el ejército en 1968 dejó una herida tan profunda que se convirtió en un referente de que los gobiernos en turno no pueden abusar del uso de la fuerza pública».

La solución, coinciden Bonilla López y Betancourt, está en la comunidad universitaria. «La autonomía, sustentada en el aparato formal de la UNAM, no significa extraterritorialidad. Por eso es importante que la comunidad le de significado», señala el profesor de Políticas. Betancourt apunta que preservar la autonomía «es tarea de todos. Específicamente en el caso del auditorio, es importante que sea la comunidad -estudiantes, trabajadores y profesores- quien se haga cargo y tenga el papel protagónico», tanto para restaurar el uso del espacio «para todos» como para evitar las «tentaciones autoritarias» y las «salidas excluyentes» de cualquier lado.

El exterior del auditorio luce en calma. Las puertas están cerradas y se espera a una asamblea que habrá poco después del mediodía. Los estudiantes que no están involucrados manifiestan que “hay muy poca difusión de lo que ocurre, de las asambleas que se hacen, de lo que pasó ayer y todo. A nosotras sí nos gustaría ir a una, aunque sea para enterarnos de qué pasa”, manifiestan Jessica Garza y Mónica Ordaz, estudiantes de Letras Clásicas.

Daniel Villanueva, de Estudios Latinoamericanos, se enteró del suceso por el diario El Universal: “En toda manifestación siempre sale un grupo que provoca, si fue como dice el periódico. Por más que nos desagrade la burocracia universitaria, con estos hechos las autoridades se justifican”, valora. Su acompañante se niega a hablar, “pues no estuvimos y no podemos hablar a la ligera”.

La entrada de los granaderos “sí es un problema para la autonomía universitaria, pero no es un problema aislado, el auditorio no debería estar ocupado y dentro de él venden drogas”, disiente Lily, estudiante de Letras Hispánicas. La pedagoga Guadalupe contrasta: “El espacio nunca ha estado cerrado, aunque yo no he ido mucho y ahorita no sé quiénes son los que están. Pero si la gente que está ahí lucha, debe ser por algo”.

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