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Un grito por la igualdad en los derechos de libertad de las mujeres

Verónica Sofía Campos Huerta*

Qué mejor momento para hacer una reflexión sobre la igualdad de género que después de haber leído el capítulo ‘Igualdad y Libertad’, del libro La idea de la justicia, de Amartya Sen (Taurus, México, 2010). Como bien señala el autor, a lo largo de la historia siempre han existido movimientos que buscan la exigencia de la ‘igualdad de algo’, ‘algo particularmente importante’.

Así, el análisis ético de la igualdad que realiza el economista de la India plantea dos cuestiones: I) ¿Por qué la igualdad? y II) ¿Igualdad de qué? Ambas, son cuestiones distintas pero completamente interdependientes. Sen menciona que no podemos comenzar a defender o criticar la igualdad sin saber realmente de qué estamos hablando, es decir, ¿qué tipo de igualdad? (por ejemplo, de ingresos, patrimonio, oportunidades, realizaciones, libertades, derechos).

En las discusiones contemporáneas sobre filosofía política, es evidente que la igualdad desempeña un papel importante en las propuestas de John Rawls (igualdad de libertades e igualdad de distribución de ‘bienes elementales’), Ronald Dworkin (‘tratamiento como iguales’, ‘igualdad de recursos’), Thomas Nagel (‘igualdad económica’), Thomas Scanlon (‘igualdad’) y otros autores que se suelen relacionar con un punto de vista de ‘pro igualdad’. Pero ¿en dónde queda la igualdad de género?, ¿en qué parte de la lectura el autor habla de la igualdad ante la ley entre mujeres y hombres? En ninguna parte.

En ese sentido, resulta importante analizar esta lectura desde la perspectiva de género, porque el grito y la voz que exigimos las mujeres, entre otras cosas, radica en exigir la igualdad en los derechos de libertad, traducido en que estamos cansadas de, a la mujer, desde antes de nacer, objetivizarla simplemente por el hecho de ser mujer.

Lo anterior es así porque desde siglos se ha conceptualizado a la mujer como un ser inferior al hombre, alguien que no tiene acceso a las mismas oportunidades, privándola de sus derechos políticos, económicos, profesionales, de libertad, entre muchos otros más. Lo cual ha generado que exista una gran desigualdad en todos los ámbitos de la sociedad.

Resulta indignante pensar que a pesar de la lucha inagotable de décadas pasadas, las mujeres no disfrutamos de las mismas oportunidades que los hombres, y ni siquiera gozamos del mismo reconocimiento con relación a nuestra aportación profesional.

Es indiscutible que la mirada al presente refleja injusticia para la mitad de la población mundial, la cual la conforman mujeres. Somos nosotras, sobre todo las jóvenes, el principal fermento de la justicia de género. La formación en el conocimiento y esencia de las cosas nos da legitimidad para defendernos y desmontar los estereotipos negativos que inhiben nuestro empoderamiento.

De esta manera, es necesario evaluar la igualdad en la actualidad, porque no basta con compararnos con nuestras antepasadas para demostrar cuánto hemos avanzado, sino hay que dejar a un lado la mirada histórica y enfocarnos en la evaluación de la justicia, porque la igualdad no es otra cosa que la manifestación de justicia en sus dos vertientes, a saber: justicia distributiva, todos tenemos derecho a las mismas oportunidades; y por otro lado, justicia retributiva, la cual exige que se debe reconocer lo mismo por los mismos méritos.

Así, este comentario no debe confundirse con la equidad que también buscamos, sino en destacar la importancia de que exista una verdadera igualdad ante la ley. Entendida ésta como el derecho inherente que tienen todos los seres humanos a ser reconocidos como iguales ante la ley y de disfrutar de todos los demás derechos reconocidos, de manera incondicional.

La igualdad de género es una lucha que aún persiste. Su importancia radica en otorgar derechos humanos fundamentales a millones de niñas y mujeres.

*Alumna de la Licenciatura en Derecho

Este material se comparte con autorización de la IBERO

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