Cuando una joven indígena “corre al monte”, los vecinos de la comunidad quedan en estado de alerta. Ella puede desaparecer durante varios días y volver herida. O no volver. O volver y cometer suicidio ahorcándose.
El fenómeno ocurre entre los matsés, a cada tanto, desde los años 1970, cuando fueron contactados por una misionera de Summer Institute of Linguistics (SIL). El pueblo Matsés vive en la región de frontera de Brasil con Perú, en tierra indígena de Vale do Javarí, en el extremo oeste de Amazonas, región que abriga a la mayor concentración de pueblos indígenas aislados en todo el mundo.
El impacto de la entrada de los misioneros evangélicos a esas aldeas fue tema de la tesis de doctorado de la antropóloga Beatriz de Almeida Matos, de la Universidad Federal de Pará. Ella explica que los episodios de “carreras al monte” comenzaron a ocurrir a partir del momento en que hubo la interrupción de un ritual de iniciación que hacía parte de la tradición religiosa y cultural de los matsés: la visión de los espíritus.
“En ese ritual, la mujer (participante) no podía ver los espíritus sin antes vestir una capa hecha con la cáscara del árbol envira. La misionera llevó a una mujer al lugar en que los hombres estaban preparando la vestimenta de los espíritus, un ritual muy importante para ellos”, describe la antropóloga.
A causa de la interferencia en el ritual, los matsés interpretaron que los espíritus se enfurecieron y pasaron a “perseguir y capturar” a las personas. Y, a partir de entonces, se inició una “epidemia” de personas que “corren al monte”. Luego de días corriendo, algunos cometen suicidio. “Estuve allá en 2005 y presencié surtos. En 2010, vi casi a diario jóvenes ‘corriendo al monte’”, relata.
Con las misioneras, también llegó una serie de enfermedades y muertes, lo que causó conflictos entre los propios indígenas: había los que se habían unido a las religiosas y los que las rechazaban. “La enfermedad generó mucha desconfianza entre los propios parientes y hacia la misionera. Y, si mucha gente enferma, se sospecha que haya un poder muy grande en acción. Y, como la extranjera llegó en avión y destaca mucho, es considerada como alguien de poder, que puede manipular espíritus”.
De los indígenas que convivieron con la misionera, “parte se convirtió, los que quedaron del lado de Perú. Y los que quedaron del lado brasileño crearon una relación de pavor a la mujer y rompieron relaciones entre ellos”.
El Estado brasileño, representado por la Funai, no considera esas situaciones, explica la antropóloga, “pues estamos hablando de espiritualidad y, para el Estado, eso es superstición”.
Ataque a la identidad para “salvar almas”
Las consecuencias de la interferencia evangélica van más allá de cuestiones políticas y culturales. “Hay un ataque a la forma como se constituyen”, explica la antropóloga. “Una persona indígena está constituida por sus almas, sus espíritus, sus relaciones familiares. Y las prácticas que los evangélicos condenan, como aspirar rapé, no pueden ser sustituidas por otras. El rapé, por ejemplo, hace parte de la constitución de la persona Matsé, en especial, la masculina. Es como cazar. Quitarle eso los desestabiliza. Es cortar el modo de constituirse como persona”.
Los misioneros también condenan a la maloca -vivienda colectiva-, considerada por ellos como “promiscuidad”. Hecha a base de madera y paja, en la maloca viven muchas personas, en algunos casos, incluso toda la comunidad. “Para los indígenas, la maloca es la representación del cuerpo colectivo, del parentesco. Lo que los misioneros hacen es muy profundo”, contextualiza la antropóloga.
Como paradoja, los misioneros llevaron enfermedades, pero también medicamentos para curar las nuevas enfermedades. “Ellos llevan la enfermedad espiritual y el remedio espiritual, eso es explícito. Desestabilizan espiritualmente a las personas e intentan domesticarlas, diciéndoles que el canto para Jesús va a apaciguar un mal que ella misma causó, intentando, de esa manera, convertir a las personas”, explica.
Aunque los Matsés que quedaron del lado brasileño hayan resistido a la conversión, la investigadora evalúa que ellos también sufrieron impactos. “Los daños son terribles. El ritual (de iniciación) que fue interrumpido por las misioneras se volvió tabú. No se puede ni mencionarlo porque los espíritus tienen rabia, cortaron relaciones con los matsés”, comenta.
La experiencia con la misionera de SIL hizo que los matsés se volviesen muy reacios a los asedios de los misioneros. Por eso, no permitieron la entrada del entonces pastor Ricardo Lopes Dias, en ese momento integrante de la organización Nuevas Tribus, a una de las comunidades de la etnia. Hoy, él es coordinador en la Coordinación General de Indios Aislados y de Reciente Contacto (CGIIRRC por sus siglas en portugués) de Funai, la institución encargada de toda la política indigenista de Brasil.
Impedido en aquel momento, él adoptó otra estrategia para intentar la conversión de los indígenas. Construyó una iglesia del lado de afuera de la tierra indígena, en la aldea Cruzeirinho, en Atalaia do Norte, donde actuó entre 1997 y 2007. De esa forma, logró atraer a algunas familias matsés, que se convirtieron. “Era una comunidad fuera de la tierra indígena y eso es grave porque expone a las familias y vacía esa tierra”, observa la antropóloga.
En aquel momento, el objetivo del ex misionero en la región era “desarrollar un programa de evangelización de los matsés en Brasil”, lo que resultaría de un trabajo “demorado, meticuloso y sufrido, que involucraría jornadas de estudios para adquisición del idioma matsés, recolección de material cultural para análisis y progresivamente una elaboración de material lingüístico, didáctico, informativo y religioso, como se describe en la disertación de maestría ‘Las traducciones’ matsés del contacto histórico con misioneras de Summer Institute of Linguistics – SIL”, presentada en la Universidad de São Paulo en 2015 por Ricardo Lopes.
En febrero, cuando fue anunciado el nombramiento del ex misionero para ocupar el cargo en la coordinación de pueblos aislados, liderazgos matsés escribieron la siguiente carta de repudio: “Quisiera relatar aquí que el señor Ricardo nunca tuvo permiso para entrar a nuestra aldea. Él manipuló parte de la población matsés para que fuese fundada una nueva aldea, llamada Cruzeirinho. Los liderazgos intentaron ir hasta esa nueva aldea, buscando el diálogo, pero fueron expulsados con violencia. El señor Ricardo se aprovechó de los matsés, se apropió de nuestra cultura y vendió su casa en la aldea a la iglesia. Además, no hubo autorización que el mismo realizase su tesis de doctorado acerca de nuestro pueblo matsés. Más de una vez, él intenta ingresar en nuestro territorio. No queremos nuevos abusos, por eso, no permitiremos el ingreso del señor Ricardo”.
El señor Ricardo siguió avanzando, con o sin permiso, hasta el 27 de noviembre, cuando fue finalmente despedido de la Funai.
Imagen de portada: Mario Vilela / FUNAI.
*Esta investigación forma parte de una serie de reportajes producidos por la red de periodismo Bocado.
Tomado de La Tinta