Desde 2011, en Cherán no entran políticos. Tienen prohibido el paso. Hasta el presidente de la República. Desde 2011, en Cherán no hay partidos políticos. Una generación de niños no conoce la propaganda. El movimiento –le llaman– ha impuesto sus reglas.
Desde el movimiento, esta comunidad purépecha –guardiana del bosque y de sí misma en la región central del estado de Michoacán– cerró sus fronteras con barricadas e instauró una forma de autogobierno comandada por un Consejo Mayor.
Desde el movimiento, una fuerza interna cambió totalmente la vida en esta localidad; el hacer, le llaman. Fuerza creadora: uinapikua.
Cinco artistas
Uinapikua: la voz da título a la obra mural con que el Colectivo Cherani despliega –hasta el 3 de julio en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC)– parte de su historia reciente, del orden recuperado, de sus luchas, de sus costumbres arraigadas a la tierra y al trabajo.
La pieza fue comisionada por el museo a cinco artistas del colectivo. Cuatro de ellos fueron de los primeros en salir de Cherán para formarse en la plástica en la Facultad Popular de Bellas Artes de Morelia, y volvieron para trabajar en su localidad.
“Siempre hemos trabajado de manera colectiva. Es nuestro interés que la comunidad se refleje a sí misma en lo que hacemos”, dice Alain Silván Guardián.
Todo empezó con el movimiento, cuentan los artistas. Cuando el pueblo, de unos 18 mil habitantes, retomó su autogobierno y depositó la seguridad en manos de su gente. El 15 de abril de 2011 Cherán se sublevó ante la violencia del crimen organizado que arrasaba el bosque sin que las autoridades hicieran nada al respecto. Se sentían abandonados ante la corrupción.
Al olor de la resistencia, los jóvenes, que más tarde formarían el Colectivo Cherani, cruzaron las barricadas para convertirse en artistas. Giovanni Fabián tenía 18 años cuando hizo su primer rondín comunitario. “Estábamos sitiados. Era muy tensa la situación”, recuerda. “El movimiento me dio el empujón para irme. Y para volver. Porque mucha gente estaba pensando en irse para siempre. Sin el movimiento, quizá estaríamos en otro lado”.
Ahora el Colectivo Cherani lleva su relato fuera de sus fronteras.
En purépecha no existe la palabra artista. Ese oficio no existe como en el español. No es un quehacer que apuntale, como otros, la estructura interna de la comunidad. No todavía.
A quienes ejercen el trabajo creador se les reconoce como uri. Tierra rica en artesanos –próxima a Paracho, cuna de músicos y lauderos-, los acoge como hacedores. Pero estos artistas no tienen aún un sitio definido en el hacer de la comunidad. Ellos son, apenas, los que pintan.
En el bloque del mural que le tocó pintar, Alain Silván escribió la palabra uri. En su collage, donde domina la imagen de un hombre con máscara de viejo –espíritu del sabio, el Taré; hacedor infinito–, pegó fragmentos de tejamanil, un material de madera fundamental en las construcciones locales, elaborado por un tsampani uri. “Somos lo mismo”, afirma. Como su abuelo, hacedor de trompos y baleros. “Me cuesta decir soy artista; somos uris, hacedores creativos”.
El mural que el Colectivo Cherani presenta en Ciudad de México es también un registro de la irrupción del arte en la comunidad.
¿Cuál es la función del arte? El reflejo en ese espejo devuelve también situaciones incómodas…
El mural Uinapikua abre con la imagen de una mujer desnuda. Está sentada en flor de loto. La cubren pieles de venado que la autora, Betel Cucué, pegó sobre el panel. La joven, que lleva el cabello en un bob corto –como ella–, está envuelta en lo que parecen alas. Líneas negras se le superponen, como barrotes. Betel dice que quiere presentar la pieza en Cherán. Sabe que el desnudo femenino y el reclamo de alas no serán tomados a la ligera por el resto de la población. “Sí, será una provocación…”.
El relato femenino que inicia el recorrido por la obra culmina con una pieza también política.
En gran formato despliega la mitad del rostro del presidente Andrés Manuel López Obrador, contrapuesto a la mitad de la cabeza de un Taré, una deidad guardiana. Abajo, la mitad del rostro del exgobernador Silvano Aureoles, a quien el autor de la pieza, Francisco Huaroco, describe como un represor.
Ambos personajes figuran en el cuadro por ser políticos de máximo peso a los que Cherán les negó la entrada.
Recuerda que, en 2020, cuando el presidente López Obrador anunció una visita a Cherán, de la que el Consejo Mayor no tenía solicitud, el pueblo determinó que no pasaría.
Publicado originalmente en Gaceta UNAM