La guerra ya es abierta en Ucrania. Vístase como se quiera, de una parte está la Ucrania fascista representada por la junta filonazi de Kiev, respaldada por quien se presenta como nuevo presidente, Piotr Poroshenko, y ambos no hacen nada sin el beneplácito y los planes de Occidente, especialmente de EEUU- y de otra la Ucrania antifascista que hay que situar principalmente en las proclamadas repúblicas independientes de Donetsk y Lugansk. Desde la elección de Poroshenko, el 25 de mayo, la guerra ha adquirido un nivel desconocido: bombardeos de la fuerza aérea, ataques con artillería pesada, helicópteros de combate, tanques, francotiradores y tropas de asalto fascistas están afectando a diferentes ciudades como Slaviansk, Kramatorsk y a barrios de Donetsk, la quinta ciudad más grande del país.
Junto a esta constatación, otra: cada vez es más evidente la internacionalización de la guerra. Mientras que la junta filofascista de Kiev cuenta con el apoyo de mercenarios occidentales y nazis polacos y lituanos, la resistencia antifascista cuenta con el apoyo de chechenos. Pero hay un dato nuevo: las constantes revueltas en el ejército ucraniano negándose a cumplir las órdenes represivas y que en unos primeros momentos hicieron que la ofensiva de Kiev contra el Donbáss fuese muy limitada se han paralizado ahora, especialmente en la aviación, con la presencia cada vez más segura de pilotos georgianos. Entender lo que ocurrió en Georgia en 2008 y su intento de parar la secesión de Osetia del Sur y Abjasia, lo que llevó a la intervención rusa, es vital para entender lo que está sucediendo ahora en Ucrania y el por qué Rusia está aguantando todo lo que puede ante la extensión de la guerra contra los pro-rusos.
Esta internacionalización de la guerra ha dado un vuelco a la situación y provocado un aumento sustancial del número de muertos entre la resistencia dado que los ataques contra sus ciudades ya son abiertos. Hasta este momento los pilotos ucranianos se habían negado a bombardear las ciudades del Donbáss, por lo que la tesis de la presencia de georgianos cobra cada vez más fuerza. El dato no es baladí. Demuestra que el acierto de la resistencia al derribar un helicóptero ucraniano el pasado 29 de mayo, en el que iba el general que reorganizó la Guardia Nacional incluyendo en la misma a los batallones nazis del Maidán, fue un duro golpe para la junta filonazi, quien busca desesperadamente la revancha y sabe que sólo es posible con la contratación de mercenarios y la cada vez mayor presencia de nazis, que no dudan en ejecutar a los soldados que se niegan a disparar contra sus conciudadanos.
Pero eso, al mismo tiempo, hace emerger las contradicciones en la Ucrania pro-occidental. Se están extendiendo las manifestaciones, pequeñas aún, en toda esa parte del territorio contra la guerra en apoyo de los destacamentos militares que se niegan a cumplir las órdenes. Este ha sido el caso de Volhinia, Rivne, Lviv y Poltava. Un vídeo de la revuelta militar en esta última ciudad de puede ver aquí (1). En Volhinia soldados del tercer batallón de la 51 Brigada se negaron a ser utilizados en operaciones de combate y contaron con el apoyo de 200 madres y esposas expresando que su postura era una muestra de protesta clara porque ya seis de sus compañeros de armas habían muerto en operaciones en Donetsk; en Rivne fueron soldados de la 24 Brigada Mecanizada; en Lviv los familiares de los reclutas cortaron árboles e hicieron barricadas para bloquear la autopista Lviv-Fratovets e impedir el traslado de los jóvenes al Donbáss. Es un hecho: está creciendo la frecuencia de las rebeliones de soldados ucranianos que se niegan a combatir.
Quienes tenían alguna esperanza en que Poroshenko hiciese algún movimiento para parar la guerra tras ser proclamado presidente se han llevado un chasco. Incluso en Rusia se pensaba que era el menos beligerante de todos los candidatos. Pero su discurso de toma de posesión no deja dudas: el ucraniano será el idioma único aunque permitirá el ruso, acuerdo de asociación política y económica con la UE, consolidación de las fuerzas patrióticas [es decir, aceptación de los fascistas] en favor de una Ucrania en la EU, la gente ya ha hablado cuando la revolución [en referencia al Maidán] y rechazando la agresión [en referencia a Rusia].
No sólo mantiene en sus cargos a la totalidad de integrantes de la junta filonazi, con cuatro ministros de los partidos fascistas Svoboda y Sector Derecho, sino que alienta la presencia de nazis en la Guardia Nacional, utiliza el lenguaje de terroristas para referirse a los resistentes antifascistas del Donbáss, rechaza el uso del idioma ruso en las regiones en las que es mayoritario y niega el plebiscito de Crimea por el que la población decidió solicitar su adhesión a Rusia. Una buena muestra de cómo se tolera y alienta a los fascistas lo muestra este vídeo, donde un grupo de la Guardia Nacional (pertenecientes al llamado Batallón Azov), dependiente del Ministerio del Interior, aparece con la bandera nazi y realiza el juramento mencionando expresamente a seis héroes de la revolución ucraniana que son los líderes de los movimientos fascistas que colaboraron con las tropas alemanas en la II Guerra Mundial (2).
El nuevo presidente, que alardea de demócrata y de alta participación en las elecciones según las cifras oficiales fue del 60%, pero en ellas aparecen cifras más que cuestionables como que en Donetsk y Luganks la participación fue inferior al 40 y en Járkov y Odesa entre el 40 y el 45% (sic)- ha decidido seguir el guión estadounidense y busca desesperadamente que Rusia envíe tropas, poniendo al mismo tiempo al Kremlin en una encrucijada: las envía o pierde por completo las simpatías de los resistentes del Donbáss porque la guerra se incrementa hasta extremos desconocidos hasta ahora.
El salto cualitativo de la resistencia popular
A mediados de mayo el principal dirigente de las entonces milicias de Donetsk ahora denominadas Fuerzas Armadas de Novorossia- hizo un dramático llamamiento a que la población se incorporase a la resistencia armada ante el más que previsible ataque a gran escala del Ejército de Ucrania. Dicho ataque ya se está produciendo, con un incremento sustancial de las víctimas civiles y ello ha provocado un auge del alistamiento y de la decisión de resistir cueste lo que cueste.
Esto ha provocado que la resistencia popular haya logrado algunos avances significativos en el frente militar, como la toma de puestos fronterizos con Rusia en Luganks (Dolzhansky, Chervonopartizansk, Krasnaya Mogila, Novoborovtsy y Severny) y en Donetsk (Marinovka), con lo que se facilita el paso de refugiados hacia Rusia y el tránsito de voluntarios internacionalistas antifascistas, como los chechenios, hacia el Donbáss aunque Putin ha dado la orden de cerrar la frontera en esos lugares para evitar el paso de grupos ilegales. Un mal síntoma por parte de Moscú.
Junto a ello hay un dato que supone un salto cualitativo y que lo pone de manifiesto: el 28 de mayo los trabajadores de al menos cinco minas de carbón en Donetsk (Skochinsky, Abakumov, Cheliuskinsky, Trudovskaya y Makeeva) se pusieron en huelga exigiendo el fin de los ataques y la retirada del Ejército y de la Guardia Nacional. Sus carteles son bien expresivos de lo que está pasando en la cuenca del Donbáss. Dicen, el fascismo no pasará.
En el momento de escribir este artículo, los mineros siguen en huelga y han dado un paso más que pone de manifiesto la lucha de clases existente (3): exigen al gobierno provisional de Donetsk la nacionalización de las empresas que son propiedad de los magnates que apoyan al gobierno filofascista de Kiev, de forma especial las de Rinat Akhmetov, el oligarca de la zona. Es muy significativo que el primer ministro de la República Popular Democrática de Donetsk se oponga tajantemente a dicha nacionalización argumentando que tal pretensión es comunista y que supone un ataque a la propiedad privada. Pero claro, al mismo tiempo, y consciente de cómo se están moviendo las cosas en la cuenca del Donbáss, afirma que Akhmetov ha hecho declaraciones erróneas, como oponerse a la RPD o rechazar pagar impuestos en la entidad independiente (4).
El gobierno de Donetsk está ante un dilema de clase puesto que no puede mantener las industrias existentes sin nacionalizarlas porque Poroshenko ya ha dicho, siguiendo los dictados del FMI, que se tienen que terminar los subsidios estatales a las empresas que no sean rentables. El siguiente paso de los trabajadores del Donbáss será ocupar sus empresas y hacerse cargo de las mismas, por lo que los gobiernos de Donetsk y Lugansks estarán, también, en una encrucijada: o con los oligarcas o con el pueblo.
La guerra impuesta por Kiev siguiendo los mandatos de EEUU y sus títeres europeos- hace las condiciones más difíciles en el Donbáss porque el movimiento popular está teniendo que optar por la guerra o la revolución. El pueblo del Donbáss necesita ahora, de inmediato, el surgimiento de un fuerte movimiento de solidaridad internacional de claro corte antifascista. Es probable que en los próximos días haya algún movimiento para parar la guerra, así sea provisional, una vez que Poroshenko haya demostrado que puede exhibir músculo con los antifascistas y para evitar un incremento mayor el el rechazo al envío de tropas por parte de la población del Oeste de Ucrania. Pero también es probable que siga los designios de EEUU y Occidente quienes, a través del FMI, imponen como condición para las ayudas económicas que se termine pronto con la rebelión en el Este de Ucrania. Y ello sólo puede ser a sangre y fuego.
Todo es posible, pero lo que es una evidencia es que, hoy por hoy, Poroshenko y sus valedores han realizado una declaración de guerra al pueblo del Donbáss a la que hay que responder. Y rápido. Por solidaridad antifascista y de clase, puesto que en la cuenca del Donbáss hay un fuerte componente antifascista, anti-oligárquico y anti-capitalista que es mucho más avanzado que el existente en Europa.