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Turquía, Siria, y una catástrofe con responsabilidades humanas

Joan Cabasés Vega

Miles de rescatistas nacionales e internacionales continúan trabajando en Turquía y en Siria en un último intento por encontrar cuerpos con vida bajo los escombros. El impacto del seísmo ha dejado por ahora alrededor de 20.000 personas muertas y una crisis humanitaria con decenas de miles de personas sin techo. Aunque el cataclismo tiene un origen natural evidente, las miradas se vuelven también sobre algunas responsabilidades humanas que agrandan la tragedia.

En la Palestina histórica, autoridades y colonos israelíes continúan el ciclo de violencia dos semanas después de que un palestino abriera fuego y matara a siete israelíes en las inmediaciones de una sinagoga en Jerusalén. Mientras, hombres armados secuestran el mayor activista medioambiental iraquí, por el que por ahora no han pedido rescate.

Más de 20.000 muertos en Turquía y Siria a causa del terremoto

Nadie ahorra esfuerzos en la lucha por encontrar cuerpos con vida bajo las ruinas. Los expertos advierten de que hallar supervivientes debajo de los escombros es prácticamente imposible pasados cuatro días desde el cataclismo que sacudió el territorio fronterizo entre Turquía y Siria, pero miles de rescatistas nacionales e internacionales no cesan por ahora en el intento. Aunque los equipos de rescate siguen encontrando algún milagro en forma de superviviente, los cuerpos que sacan de debajo de las ruinas son ya cadáveres en prácticamente todos los casos.

El terremoto de 7.8 puntos que la madrugada del lunes hizo temblar el extremo oriental del Mediterráneo ha provocado por ahora 20.000 muertos. Aunque se trata de la misma cifra que la Organización Mundial de la Salud auguró días atrás, parece que se quedará corta, puesto que quedan por analizar los escombros de miles de edificios. El seísmo tuvo su epicentro en el municipio turco de Kahramanmaras, ubicado en el sur del estado turco, causando su máxima afectación en el sur de Turquía y en el norte de Siria, un territorio sacudido por la guerra y el conflicto.

La zona afectada por el terremoto en la parte siria se divide entre territorio controlado por el régimen de Bashar al-Ásad y la región del noroeste de Siria, el último bastión de resistencia opuesto a Damasco. Este enclave acoge miles de familias que antes de terremoto ya estaban familiarizadas con el desastre, puesto que durante la última década habían huido de otros puntos del país para escapar de la guerra y del régimen de al-Ásad. 

El noroeste de Siria, último bastión de resistencia frente a Damasco, acoge a miles de familias que antes de terremoto ya estaban familiarizadas con el desastre, puesto que durante la última década habían huido de otros puntos del país para escapar de la guerra

Según ACNUR, territorios como Alepo o Idlib, fuertemente golpeados por el seísmo, acogen —a menudo en campos de refugiados— alrededor de un millón y medio de sirios originarios de otras regiones del país. El conflicto les hizo abandonar su primer hogar. Ahora, el terremoto les quita el segundo. El terremoto también fue letal contra refugiados que tampoco encuentran descanso al otro lado de la frontera. Algunos cálculos revelan que el sur de Turquía, la zona afectada por el cataclismo, acoge buena parte de los 3,5 millones de sirios que se refugian en el país.

Las autoridades turcas han informado de la movilización de más de 100.000 profesionales para impulsar las tareas de búsqueda y rescate, y han añadido que hasta 70 países han ofrecido su apoyo, lo que se traduce en algunos miles de rescatistas más, 2.400 de los cuales están aún por llegar sobre el terreno. A pesar de eso, las enormes distancias de territorio turco y el nivel extraordinario de destrucción, con más de 6.000 edificios hundidos en el país, hacen que el esfuerzo parezca insuficiente. Tanto en Turquía como en Siria, se propagan los testimonios de residentes que expresan frustración ante la imposibilidad de salvar a sus seres queridos con sus propias manos, lo que sugiere la incapacidad de los equipos de rescate de llegar a todos lados.

“Aquí no viene nadie”, decía Deniz, un superviviente turco, desesperado ante la prensa: “Estamos desolados”, repetía una y otra vez: “nos gritan ‘salvadnos’, pero cómo lo haremos? Aquí no viene nadie”, insistía. En Idlib, en el noroeste de Siria, Muhammad se expresaba entre lágrimas asegurando que “la casa se movía como las olas del mar”. Este sirio, que huyó de su Homs natal con sus ocho hijos para dejar la guerra atrás, explica que “la casa empezó a deshacerse en pedazos” mientras salían del edificio. Él resultó herido mientras protegía a su nieta. Dos familias no fueron capaces de abandonar el inmueble a tiempo.

Una tragedia con responsabilidades humanas

El terremoto del pasado lunes, junto con los centenares de réplicas que ha tenido, ha provocado la peor catástrofe por causas naturales que el mundo haya conocido desde 2011, cuando un tsunami en Japón mató a 20.000 personas. El seísmo, que hizo temblar a 23 millones de residentes en países como Turquía, Siria, Egipto, Iraq, Líbano y Chipre tiene en realidad poco de sorprendente.

El sur de Turquía, junto con parte del Oriente Medio, descansa sobre lo que los expertos conocen como un territorio de alto riesgo sísmico. La faz de la tierra está fragmentada en placas tectónicas que se mueven a diferente velocidad, y el frotamiento entre ellas produce temblores. En aquel punto se encuentran la placa arábiga, la africana y la euroasiática, condenando a la zona a sufrir terremotos de magnitud considerable cada pocas décadas.

A pesar de eso, muchos en Turquía acusan estos días a las autoridades turcas de haber contribuido a que la catástrofe sea mayor de lo que podría haber sido. Desde hace más de medio siglo, múltiples gobiernos turcos han aprobado “amnistías de construcción”, unos permisos para que las empresas constructoras incumplan las regulaciones de seguridad a cambio de una tarifa. La última amnistía de este tipo se aprobó en 2018 y pocos días antes del seísmo, en la prensa turca aparecían algunas referencias que indicaban que la próxima amnistía estaba por llegar.

Desde hace más de medio siglo, múltiples gobiernos turcos han aprobado “amnistías de construcción”, unos permisos para que las empresas constructoras incumplan las regulaciones de seguridad a cambio de una tarifa

“La máxima intensidad del terremoto fue violenta, pero no lo suficiente como para destruir un edificio bien construido”, declaró David Alexander, experto británico en planificación de emergencias, a la BBC. “En la mayoría de lugares donde el seísmo tuvo lugar, el temblor fue inferior al máximo nivel, así que podemos concluir que casi todos los edificios que se han caído incumplían los reglamentos de construcción y previsión de terremotos que sería razonable esperar”, añadía Alexander. Sindicatos de ingenieros y arquitectos turcos calculan que hasta 75.000 edificios ubicados en la parte del país afectada por el terremoto habían recibido ese tipo de amnistías.

En el norte de Siria, la crisis humanitaria se multiplica ante la ausencia de infraestructuras médicas causada por la guerra. El terremoto castigó territorios repetidamente bombardeados durante el conflicto, haciendo que el 65% de clínicas médicas de la zona estuvieran ya destrozadas antes del cataclismo. De hecho, fuentes militares y civiles sobre el terreno aseguraron a Middle East Eye que el régimen de Bashar al-Ásad bombardeó territorio afectado por el terremoto dos horas después del seísmo. Ocurrió en Marea, donde no hubo que lamentar víctimas mortales provocadas por aquellos misiles.

El presidente sirio no solo ahoga a la región rebelde del noroeste de Siria con bombardeos, sino también con el aislamiento humanitario. El régimen de al-Asad exige que toda ayuda humanitaria que entre en territorio sirio pase antes por sus manos. Otros envíos anteriores que tuvieron lugar durante la guerra o durante la pandemia se perdieron de vista sin llegar a los destinatarios, algo que desalienta la cooperación con Damasco.

Con todo, la ayuda humanitaria no llego al noroeste de Siria hasta el cuarto día. Fue ayer, cuando el primer convoy de la ONU pasó el paso de Bab al-Hawa, el único corredor humanitario que conecta Turquía con la parte rebelde de Siria con el permiso del Consejo de Seguridad de la ONU. Representantes de la organización internacional se habían excusado alegando que las carreteras del sur de Turquía estaban en mal estado, impidiendo el acceso de la ayuda humanitaria. Trabajadores del paso fronterizo desafiaron el contenido de tales declaraciones, asegurando que los vehículos cargados de sirios muertos en Turquía durante el terremoto circulaban por el paso de Bab al-Hawa sin cesar.

Continua el ciclo de la violencia en la Palestina histórica

Las autoridades israelíes prosiguen con su campaña de venganzas contra la población palestina. Los dirigentes de Israel han anunciado que trabajarán para facilitar la obtención de armas por parte de ciudadanos israelíes, lo que algunos defensores de los derechos humanos han considerado un castigo colectivo contra el pueblo palestino. El primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, también ha anunciado la construcción de nuevos asentamientos ilegales en la Cisjordania ocupada mientras se impulsaban nuevas demoliciones de residencias palestinas, en ocasiones forzando a las mismas familias expulsadas a destruir sus propias casas si no quieren pagar el coste de la operación.

Estos actos de represión, que se suman a los recurrentes asesinatos que soldados israelíes perpetran contra residentes de la Cisjordania ocupada, se han presentado como una respuesta al atentado que un vecino palestino de Jerusalén lanzó el viernes 29 de enero. Khairi Alkam, de 21 años y sin antecedentes policiales, se presentó en las inmediaciones de una sinagoga ubicada en un asentamiento judío y abrió fuego hasta que la pistola dejó de disparar. Mató a siete personas y murió disparado durante la huida. A su vez, aquél ataque se interpretó como una respuesta a la intervención militar que el ejército israelí había lanzado el día antes contra la ciudad de Jenin, en al Cisjordania ocupada, matando a 10 personas palestinas. Estos actos de violencia se enmarcan en el año número 55 desde que Israel ocupa ilegalmente los territorios que algún día deberían conformar un hipotético estado palestino.

Netanyahu ha anunciado la construcción de nuevos asentamientos ilegales en la Cisjordania ocupada mientras se impulsaban nuevas demoliciones de residencias palestinas, en ocasiones forzando a las mismas familias expulsadas a destruir sus propias casas

Mientras la política israelí vive un momento convulso, con un nuevo gobierno anclado a la derecha que amenaza la supuesta fortaleza de la democracia israelí, algunos de sus miembros más destacados reiteran la intención de impulsar la pena de muerte. Lo hizo el ministro de Seguridad Pública, el reconocido supremacista Itamar Ben-Gvir, quien declaró de nuevo su voluntad de llevar a la silla eléctrica a los “terroristas” palestinos, concepto con el que buena parte del espectro político israelí conoce a quien se oponga al sistema de apartheid.

El atentado contra ciudadanos israelíes lanzado en Jerusalén ha desatado múltiples ataques contra ciudadanos palestinos. La policía israelí investiga 35 supuestos crímenes de venganza que colonos israelíes habrían lanzado contra palestinos en Cisjordania. Algunos de estos ataques incluyen la quema de vehículos o el lanzamiento de piedras contra coches en movimiento. Las investigaciones, sin embargo, no han llevado a ninguna detención.

Secuestran un activista medioambiental en Iraq

“Él se dirigía a Bagdad, cuando dos vehículos los detuvieron cinco kilómetros antes”, explica su hermano: “hombres armados y vestidos con ropa de calle le esposaron las manos, lo pusieron en uno de los vehículos y se lo llevaron a algún lugar desconocido”. El relato, explicado por su hermano Nadim, retrata los últimos segundos del conocido activista medioambiental iraquí, Jassim al-Asadi, antes de que desapareciera con sus secuestradores.

El pasado 1 de febrero fue secuestrado Jassim Al-Asadi, experto y activista cofundador de la ONG iraquí Iraq Naturaleza, una organización que trabaja en la protección, restauración y preservación del medio ambiente en el país

Los autores del secuestro, que tuvo lugar el 1 de febrero, no se han puesto por ahora en contacto con la familia al-Asad. Este experto y activista, una de las voces de referencia para la prensa en cuestiones relativas al medio ambiente, es el cofundador de la ONG iraquí Iraq Naturaleza, una organización que trabaja en la protección, restauración y preservación del mundo verde iraquí. En concreto, al-Asadi es conocido por su trabajo en relación con los menguantes pantanos del sur del país, y se ha mostrado públicamente crítico con la actuación del gobierno, a la que ve insuficiente para salvar las balsas de dicho territorio de las consecuencias de la crisis climática.

Durante los últimos años, el país ha sufrido temperaturas récord a nivel global, y la ONU considera Iraq el quinto país más vulnerable del mundo ante los efectos del cambio climático. La creciente desertización ya afecta el 39% de territorio nacional y el porcentaje de tierra cultivable se reduce a causa de la salinidad del suelo, del decrecimiento de las lluvias y del crecimiento de nivel del mar, pero también por la falta de políticas públicas que traten de adaptarse a los nuevos retos para proteger el campo.

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