Túnez, el fuego que no se apaga

Davide Carnemolla Traducción: Daniele Fini

Sidi Bouzid, Túnez. “Nuestras espadas son la lengua y la pluma. Es con ellas que luchamos. Si nos cortaran las manos para no dejarnos escribir, escribiremos igualmente, con la sangre”. Con estas palabra de Kasima empieza nuestra pequeña pero intensa aventura en el sur de Túnez, en Sidi Bouzid, la “cuna” de la revolución, en donde Mohamed Bouazizi el 17 de diciembre de 2010 se prendió fuego para protestar en contra de los acosos de la policía en su contra.

Kasima es un volcán de ideas, acciones y poesía; ha estado varias veces a Italia y con un italiano perfecto cuenta la revolución permanente de todas las mujeres como ella. “Tener memoria es el único modo para enfrentar el futuro. Tenemos que recordar cómo ha surgido nuestra revolución porque de lo contrario todo va a volver como antes. Recordar las luchas libradas es la única manera para seguir luchando. Es como en Italia respecto a las luchas de los partisanos (los que lucharon en contra de la ocupación de los nazis durante la segunda guerra mundial, n.d.t.]. Si se olvidan aquellas acciones y aquellas personas, se vuelven a abrir las puertas al fascismo”. Kasima está también en pie de lucha como mujer y fue una de las promotoras de la manifestación “anti-complementariedad”. Un artículo de la nueva Constitución aprobado por una comisión de la Asamblea constituyente tunecina afirmaba que “el Estado garantiza la protección de los derechos de la mujer, bajo el principio de la complementariedad al hombre dentro de la familia, y en calidad de asociada al hombre en el desarrollo da la Patria”. Gracias a la movilización de muchas mujeres esta parte fue borrada en el texto definitivo.  Pero las luchas serán todavía muchas más, debido sobre todo al riesgo de un giro fundamentalista del gobierno tunecino gobernado por el partido Ennahda.

La misma noche del primero de abril conocemos a Alí, un activista de medios que vive en Túnez y que cuenta que su mejor amigo ha desaparecido después de salir por Lampedusa (isla en el sur de Italia, donde han llegado y siguen llegando muchos migrantes indocumentados desde África, n.d.t.). Alí sueña con un Túnez que ofrezca oportunidades a los jóvenes. “Debemos entender que Europa no puede darnos un futuro y que lo que queremos hacer al exterior podemos hacerlo muy bien también aquí”. Luego nos hace escuchar unas canciones del grupo de aficionados de fútbol Curva Sur Tunis. “Durante el régimen de Ben Alí el estadio era el único lugar donde podíamos expresar nuestro disenso en contra del gobierno y de la policía”. Alí ha editado muchos vídeos durante y después de la Revolución de los Jazmines. Su principal objetivo fue desde el inicio lo de dar voz a los “invisibles”. “Hay muchas familias que viven en condiciones terribles en el Sur de Túnez. Hace unas semanas me contactaron pidiéndome contar sus problemas. Y yo con los vídeos voy logrando dar a ellos la voz que nadie quiere darles”. Su canal en Youtube y sus cuentas en Twitter y Facebook se vuelven bocinas para difundir los vídeos, pedacitos de una lucha cotidiana hecha de compromiso y coraje.

Cerca de Sidi Bouzid está Menzel Bouzaiene, otra de las ciudades donde ha surgido la chispa del cambio que han invadido todos los países árabes. “Aquí todo es autogestionado por los ciudadanos. La policía no tiene ningún poder represivo. Los únicos policías están cerrado en su oficina y se limitan a cumplir meras formalidades administrativas”, cuenta Safoin, un joven miembro de UDC (Unión de Desempleados Graduados), una asociación acosada por Ben Alí y ahora no bien vista por el gobierno de Ennahda. “Intentamos realizar aquí lo que hemos visto que hacen los obreros argentinos en el documental La Toma, : ocupar y autogestionar en forma totalmente compartida un espacio, ya sea una fábrica o una ciudad. Nuestro sueño es exportar este modelo y que nazcan muchas Menzel Bouzaiene en Túnez y en todo el mundo”.

Pero rebelarse y resistir tiene su precio: “yo y mis compañeros no podemos salir de Menzel Bouzaiene porque nos arriesgamos a ser detenidos y agredidos”, confiesa. Y enseguida señala la herida en la mano de su amigo Mohamed, otro miembro de UDC, quien sufrió dos agresiones en pocos días. “La última vez intentaron matarme con un cuchillo pero logré huir”, cuenta Mohamed. Las amenazas vienen tanto de la policía como de los salafitas, grupos de ultraconservadores que está creciendo en Túnez gracias también a su cercanía (poco formal pero muy sustancial) con el gobierno actual. Otro joven de la cercana ciudad de Regueb dice: “los salafitas no son muchos, aquí en la ciudad son como treinta. Pero están bien organizados y cuando tienen que castigar a alguien llaman a los de otras ciudades cercanas y en poco tiempo llegan a ser 80 o 90”. Frente a él hay un amigo, un chico miembro de la asociación Istehlel (“chispa”) golpeado dos días antes por un grupo de salafitas. “Aquí la gente es pobre, no hay trabajo y los derechos no son para todos. Muchos hablan de los salafitas pero los problemas son también otros, comenzando por las políticas erróneas del gobierno Ennahda”, afirma Jaster, de ACUN, otra organización de luchadores tunecinos.

Historias de lucha y resistencia diaria. Vidas de luchadores desde las cuales tenemos mucho que aprender. Chicos y chicas que cada día luchan para mantener vivo el fuego de la revolución, para que las muchas luchas que se han enfrentado no sean vanas y que hay para ellos un futuro mejor.

Para hacerlo usan el poder de la palabra y la creatividad. “La palabra a ustedes” e “Imagen”, son los dos manifiestos pegados en la pared de la radio comunitaria 3R (Radio Regueb Revolution) de la ciudad de Regueb. Y con esos mensajes volvemos a casa, al otro lado del mar Mediterráneo, con la buena suerte de haber conocido a quien realmente ha cambiado el mundo. Y sigue cambiándolo.

*Reportaje realizado durante la Caravana Libertad y Democracia, organizada por la Asociación Ya Basta, a finales de marzo de 2013.

Publicado el 15 de abril de 2013

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