El último sábado de noviembre la Coordinación de Naciones Originarias, nacida durante el estallido, convocó un trawün (encuentro en mapudungun), en el centro ceremonial de Lo Prado, en la periferia de la ciudad.
Acudieron mapuches de diversos barrios de Santiago (Puente Alto, Ñuñoa, Pintana, entre otros), donde ya han realizado varios trawün locales. El encuentro se inicia con una ceremonia dirigida por tres longkos, seguida con cánticos y rezos por unas sesenta personas bajo un sol vertical. Luego de que la pachamama les concediera permiso, se inician los debates en dos grupos para abordar cómo deben posicionarse frente a los debates sobre una nueva Constitución.
Las mujeres engalanadas con trajes tradicionales, participan tanto o más que los varones, ataviados con vinchas azules. Rápidamente se constatan dos posiciones. Una propone participar en las elecciones para la Constituyente. Como los partidos que firmaron el pacto denegaron la posibilidad de que los pueblos tengan un distrito electoral especial, con el 15% de los elegidos, porcentaje similar al de los nuevos pueblos que viven en Chile, el debate se traslada a debatir los caminos a seguir.
Esta posición viene creciendo durante el estallido, aunque nació hace casi dos décadas, y recibe el nombre de “plurinacionalidad”. Como los mapuche no quieren ser elegidos en los partidos existentes, algunas participantes (varias de ellas mujeres) proponen la formación de un partido mapuche electoral.
He observado que esta corriente de pensamiento tiene mayor arraigo en las ciudades, particularmente en Santiago donde viven cientos de miles de mapuche. Pero tiene su núcleo en las y los universitarios que emigraron de Wall Mapu y hoy están establecidos en la ciudad. Puede emitir un discurso coherente y potente, y argumenta que “hay poco tiempo” para tomar este camino, ya que la convocatoria para elegir constituyentes se concreta en abril.
La otra corriente defiende la autodeterminación y la autonomía, posiciones tradicionales de las comunidades mapuche del sur. Son las más afectadas por la represión del Estado de Chile, por la militarización de sus territorios y por el despojo de las empresas forestales. Pero son también las comunidades que resisten y recuperan tierras y, sobre todo, las que mantienen viva la llama de la nación y la identidad mapuche.
Una mujer de mediana edad recuerda que “ya tenemos nuestro propio gobierno y nuestro parlamento, no necesitamos de los políticos”. Y un joven vehemente se pregunta: “Queremos tener un escaño dentro de la política winka (blanca)?”.
Si es cierto que la revuelta de octubre de 2019 cierra el ciclo iniciado el 11 de setiembre de 1973 con el golpe de Estado de Pinochet, también debe ser cierto que se abre un nuevo ciclo, del que aún no sabemos sus características principales. Por lo que se puede ver en las calles de Santiago, este ciclo tendrá dos protagonistas centrales: el Estado Policial, brazo armado de las clases dominantes, y los sectores populares afincados en sus poblaciones y en Wall Mapu. El pulso entre ambos configurará el futuro de Chile.
Foto tomada de CIPER