El infectólogo Alejandro Macías Hernández, integrante de la Comisión Universitaria para la Atención de la Emergencia del Coronavirus de la UNAM, y el doctor Guillermo Domínguez Cherit, especialista en terapia intensiva, conversaron sobre las verdades y patrañas en el tratamiento y manejo crítico de la COVID-19.
Domínguez Cherit explicó que los pacientes asintomáticos, con síntomas leves y sin deterioro deben tomar únicamente paracetamol, tener vigilancia activa y recuperarse en casa, “es mentira que múltiples medicamentos ayuden a que la COVID-19 no se complique”.
Sobre la importancia de tener un oxímetro en casa, los especialistas dijeron que es verdad y además es la mejor inversión que se puede hacer, porque ayuda a revisar los niveles de oxígeno en la sangre.
Los valores normales son de 91 a 92 para los habitantes de la Ciudad de México, y de 90 a 92 al nivel del mar, niveles entre 80 y 70 se consideran hipoxemia y es momento de pedir atención médica para no evolucionar en algo más grave, “sobre todo porque se están volviendo a saturar los hospitales tanto públicos como privados”.
Los expertos en salud pública señalaron que los pacientes conectados a un ventilador no siempre salvan su vida. Lo anterior por dos razones, “la primera y más sencilla porque no hay personal capacitado en el manejo del ventilador” y la segunda, “porque los enfermos llegan en muy malas condiciones de salud a terapia intensiva, con abundantes citocinas, con grandes afecciones pulmonares causadas por el virus (SARS Cov-2) y por el esfuerzo respiratorio”.
En ése contexto, Guillermo Domínguez, subdirector de Medicina Crítica en el Instituto Nacional de Nutrición Salvaldor Zubirán, indicó que en terapia intensiva hay tres grupos de pacientes: “el que se tardó en llegar y llega muy malo, hagamos lo que hagamos no lo vamos a rescatar. Este grupo tiene una gran mortalidad en los primeros cinco días”.
El segundo grupo es el de los pacientes promedio, “están hospitalizados entre 10 y 21 días, requieren muchos cuidados pero no tienen tanta afección, evolucionan lentamente pero egresan después de dos o tres semanas y son el grupo con mayor sobrevida”.
El tercer grupo, son los que pasan de los 21 días, “con ellos es muy importante la labor de todo el personal de salud porque se rompen protocolos y los pacientes adquieren infecciones hospitalarias”.
Con respecto a la situación de la terapia intensiva en hospitales de todo el país durante la pandemia, Domínguez evidenció que “no había una reserva estratégica de instrumental biomédico, ni monitores o ventiladores, y los especialistas en terapia intensiva están concentrados en las grandes ciudades porque es donde hay más trabajo”.
Por otro lado, “siguen existiendo circunstancias, como las que se vivieron en la pandemia de 2009 (H1N1), donde a algunos pacientes no se les permite el traslado a terapia intensiva por políticas internas de los propios hospitales. Falta coordinar y cambiar la mentalidad y poner al paciente donde más se puede beneficiar”.
Es una verdad absoluta que es necesario impulsar y evolucionar la terapia intensiva a nivel nacional con la capacitación y formación de más especialistas para tener, a futuro, centros de reacción hospitalaria”, concluyó.
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