Transformaciones para la Paz: el único camino posible para superar la violencia

Julián Alvarán y Wilmar Castillo*

El pasado 3 de agosto se instaló oficialmente el Comité Nacional de Participación (CNP); instancia creada en el marco de los diálogos de Paz entre el Gobierno Nacional de Gustavo Petro y Francia Márquez, y la insurgencia del Ejército de Liberación Nacional (ELN), y que tiene la tarea de construir un modelo de participación de la sociedad, un plan de participación y unas recomendaciones a la mesa. El diseño de la participación será construido a partir de nueve encuentros regionales y 15 encuentros nacionales temáticos-sectoriales durante los próximos meses, para escuchar a la sociedad sobre cómo consideran que debe ser la participación en torno a «Democracia para la Paz» y “Transformaciones para la Paz», que conduzcan a un Acuerdo Nacional para las transformaciones.

Participaron delegaciones de las comunidades y movimiento social de diversos territorios del país; junto a la guardia campesina, indígena y afro se pintó de colores la instalación, haciendo referencia a la diversidad que yace en su esencia el CNP. También estuvieron ministros, el expresidente Samper, la comunidad internacional que acompaña la mesa de diálogos y una parte de la oficialidad y sub-oficialidad de las fuerzas militares y de policía. Además, estuvieron medios alternativos y privados cubriendo desde el 02 de agosto este acontecimiento.

¿Por qué la jornada se cuenta desdeel 2 de agosto? Porque en el país se hicieron diversas protestas en contra del paramilitarismo y sus expresiones en los territorios y por ende exigiendo al gobierno nacional que desmonte estas estructuras paraestatales que van en contra vía de los procesos organizativos y planes de vida digna impulsados por las comunidades. Este actor no ha desaparecido desde el pacto de Ralito en el segundo régimen de Álvaro Uribe, y por el contrario ha mantenido su poder militar, político y económico a nivel local, regional y nacional, mutando además a diversas formas de operar y expresarse, como sucede hoy con las denominadas disidencias de Iván Mordisco y otras exfarc-ep, que actúan en el marco de una política de exterminio contra los movimientos sociales.

Esta exigencia también se llevó a la instalación del CNP por parte de algunas delegaciones territoriales y de Pablo Beltrán, vocero de la delegación de diálogos del ELN, quien la mencionó en su intervención durante el evento. Por otro lado, otros mensajes fuerza en las palabras de los delegados del CNP giraron en torno a la “participación de la sociedad en la construcción de la nación”, “ampliar la credibilidad en los territorios” (Anyie Páez); “la libertad de los/as detenidos/as políticas” y de la primera línea (1L) (Oscar Sánchez de la Unión Sindical Obrera); “la paz no es solo acabar la guerra, la paz es también levantarnos y haber comido bien, descansado bien, tener educación, salud” (Yolanda Perea de la CNP).

La voz contradictoria la representó José Felix Lafourie, presidente de la Federación Colombiana de Ganaderos (FEDEGAN) que resaltó en su intervención el silencio de las armas, la apropiación cotidiana de la construcción de la paz y se refirió a recuperar la fe por lo fundamental en la sociedad. A lo cual propuso que el Catatumbo (Norte de Santander) sea el territorio donde se implemente un plan piloto de desarrollo integral y producción agropecuaria, basado en inversión privada, seguridad e inversión de presupuesto tributario. Comprometió a la federación en la consecución de la reforma agraria integral para buscar que Colombia sea una potencia agropecuaria.

Estas intervenciones y la naturaleza de las delegaciones que constituyen el CNP, resaltan que están sintonizados en que estamos ante el reto de incluir la diversidad social colombiana en la construcción de la paz y en la solución política al conflicto armado, sustentado en resolver integralmente las desigualdades e injusticias históricas por medio del debate y las propuestas dentro de una ruta en común y con unas mínimas garantías de seguridad. A primera vista, se puede entender cómo la mesa de diálogos intentará incluir la compleja y conflictiva diversidad de la sociedad colombiana como un tercer actor negociador.

Los negociadores

A diferencia de los expresidentes de la derecha colombiana, Petro es un contendor en el debate al que se le argumenta no exclusivamente con estadísticas, él exige a su adversario apropiar críticamente la historia al tiempo que se problematiza la realidad actual; hay otras exigencias que pone Petro, pero a lo largo de este artículo los señalaremos a tráves de los temas que nos parece las ideas fuerza de su intervención en la instalación del CNP.

La primera idea fuerza fue la supuesta sensibilidad humana actual, enfatizando en las fuerzas sociales y populares de izquierda mundial, basada en la vida. Explicando con ayuda de la consigna que viene del siglo pasado, “libertad o muerte” o “patria o muerte”. Destacó que hoy en día la vida debe reemplazar estas consignas. Debido al punto decisivo en que se encuentra la civilización humana para no perpetuar la destrucción total y girar hacía el cuidado de la vida en general (guerras, contaminación, explotación de minerales, acumulación de bienes naturales, extinción de especies, derretimiento acelerado de los polos, pandemias, etc.) dentro de la ruta de humanizar al capitalismo.

No obstante, el modelo capitalista es el causante de esta crisis civilizatoria pero su destrucción y transformación en otro modelo no cabe en la visión del compañero presidente. Primera idea fuerza y paradoja al mismo tiempo, pues como modelo o sistema, todo lo que implica la forma de vida capitalista está en función de la muerte para enriquecer a sus beneficiarios capitalistas, por lo que humanizar alguna pieza de ese sistema no provocará cambios sustanciales en el conjunto del sistema. Las armas son una parte del sistema, utilizadas para proteger las riquezas-privilegios, invadir comunidades y territorios, para imponer el mercado capitalista y robar los bienes comunes materiales e inmateriales, así que, la exigencia de dejar las armas no puede ser exclusivamente para uno de los actores en conflicto, de hecho, la exigencia debe también dirigirse al Estado por ser quien sustenta el monopolio de las armas en un país y por ahí derecho exigir que se acabe la industria mundial de armamento.

La otra idea que se resalta de Petro fue el papel de la Constitución de 1991 y la incorporación a esta de los acuerdos de paz anteriores a la actual mesa de diálogos. Desde lo pactado con el extinto m-19 hasta el acuerdo del teatro Colón con las extintas farc-ep, se refuerza a la Constitución, pues el presidente recalca la idea que esta nace de un acuerdo de paz, y posteriormente va incluyendo los siguientes acuerdos de paz, olvidando, o quizás eludiendo, que dicha constitución también es resultado de un proceso de reacomodamiento institucional para adaptar al aparato del Estado a la lógica neoliberal que se abría paso en el país desde los años 80’s. La pretensión explicita de este gobierno es entonces que lo pactado en la actual mesa también se introduzca en la carta magna para que sea vinculante. Una cosa es lo que quiere el jinete y otra cosa el caballo.

Este objetivo tiene detrás una ruta preestablecida en el Congreso de la República como órgano decisorio del Estado colombiano, cuya historia no lo pone como ejemplo ideal de democracia y legislación. De hecho, se antepone un primer conflicto en el cómo lograr la paz, porque la ruta que se pretende con el CNP sobrepasa el limitado –y manipulado- esquema representativo del senado y la cámara de representantes cuya hegemonía de derecha, aleja más las posibilidades de cumplimiento de lo acordado con la sociedad civil.

En este sentido, el CNP podría ser un ejercicio más real de participación democrática que el Congreso de la República sin salirse de la democracia burguesa en general. Pues la diversidad de voces está más explícita, hay una intención de vincular a los territorios y el pago de favores políticos y económicos no marca la agenda de trabajo; sin embargo, en el CNP no culmina las reales intenciones democráticas de los pueblos de Colombia, pues su esencia sigue siendo la democracia burguesa y en los sectores populares la democracia va más allá de la normatividad e institucionalidad vigentes. Sintonizar estas dos realidades también es un reto que se le suma a el CNP.

Como todo reto exige una solución, para el anterior y los otros que tendrá la participación de la gente en este proceso, será la movilización popular una de sus opciones para salir adelante. Lo dijo Petro: “que no es la participación sino la movilización popular”, este reconocimiento por parte del mandatario a las comunidades, evidencia que tanto para defender como para posicionar las propuestas de sociedad de los sectores populares, se tendrá que intensificar-cualificar-articular la movilización popular, sin importar cuanto gas y bolillo anteponga el ESMAD o cuantas amenazas y plomo manden los paracos.

La guerrilla del ELN

Gustavo Petro ya nos ha acostumbrado a sus intervenciones llenas de un derroche de oratoria en las que, de manera elaborada, hila sus argumentos que suelen divagar entre el ideal transformador y la complacencia con los intereses de cierto capitalismo, convirtiendo su discurso en una expresión de su moderación política. Aunque deslumbrante, no resulta siempre comprensible para sus oyentes. En contraste, escuchar a Pablo Beltrán, es como asistir a una clase con el profesor que ama su labor porque se esfuerza en explicar sencillamente un tema complejo. La intervención del vocero insurgente pareció una clase sobre el CNP y el papel de la sociedad en esta mesa de diálogos, por lo que a continuación expondremos las ideas que nos parecieron las principales de su intervención.

La participación de la gente, de las organizaciones sociales, de los territorios, es el principal argumento de Beltrán. En la construcción de la “visión común de paz” no puede quedarse nadie por fuera, porque la participación social trae consigo el control social en los asuntos comunes de la sociedad, garantizando que se acabe la corrupción por ejemplo, la cual hizo metástasis y promueve a que pocos se roben lo público sin que ese público se preocupe por lo de todos y todas. Otro efecto de ese control social, según Pablo, es el de ser veeduría social al gobierno nacional y a las demás entidades del gobierno en los territorios; revelando así que el control social que ejerce la democracia burguesa vigente a través de su institucionalidad (consejo municipal, asamblea departamental, congreso de la república, procuraduría, contraloría, rama judicial) no cumplió ni cumplirá el rol de velar por lo común de la sociedad, por el contrario, desde la colonia, el periodo republicano hasta nuestros días se ha demostrado que la veeduría social de las instituciones occidentales está presente solo en el discurso y su trasfondo es el enriquecimiento privado de los funcionarios que se ponen a la cabeza de esas instituciones.

Otro detalle expuesto por la visión de la participación social en la construcción de la paz, es la limitada, o nula, incidencia real de la sociedad en el modelo democrático vigente en Colombia. A pesar de las reformas constitucionales y los logros alcanzados por la movilización social en materia de derechos sociales, prevalece un modelo social representativo, es decir, unos pocos son elegidos por las mayorías para reemplazarlos en sus intereses y aspiraciones, cuyos espacios de decisión política se reducen a burócratas, técnicos y representantes de los sectores adinerados del campo y la ciudad, así como de las empresas privadas que también consiguen sus fichas en el país.

La segunda idea fuerza fue la caracterización del Estado colombiano, resumido en “perseguir y exterminar” a su adversario político. Este Estado responde a un régimen que continúa pisando a las comunidades, a pesar de haber elegido a un gobierno progresista. Una frase dejó el comandante insurgente para describir dicho contexto: Hay un nuevo gobierno de cambios pero continúa el viejo régimen. Así mismo, este régimen cuenta con fuerzas fuera del gobierno que persiguen y exterminan a las voces críticas, exponiendo la falta de garantías que tenemos en los territorios para participar plenamente en esta mesa de diálogos. Tanto paramilitares como disidencias, junto a sectores de las fuerzas militares y de policía, bandas de microtráfico y pandillas responden a estas fuerzas paraestatales vigentes. Recientemente Indepaz ha señalado que van 167 líderes y lideresas sociales asesinadas durante un año de gobierno. Este hecho lo que evidencia es que, pese a la existencia de un gobierno al que no se le puede atribuir la responsabilidad directa de la violencia de clase, este no tiene la fuerza suficiente para confrontar y frenar a las clases históricamente dominantes que han hecho del Estado un aparato de muerte contra las clases populares.

Frente a esta realidad, Pablo Beltrán insistió en que las soluciones están en pensar y actuar como país, dejando de lado el parroquialismo. El pensar en conjunto para conseguir bienestar común, desprende la visión egoísta de buscar el bien para mí, sin importar que el vecino aguante hambre; pareciera que las propuestas de unidad y proyecto de nación de Camilo Torres se desempolvaran en esta mesa, ya que la primera tiene que ver con enfatizar en lo que nos une y la segunda en construir la sociedad acorde a la compleja y diversa realidad que somos como comunidades, cosa que nunca hizo la oligarquía criolla por dedicarse a ser simples comerciantes, de dudoso prestigio, con las potencias capitalistas mundiales.

El vocero de la delegación insurgente expuso que hay tres sifones por donde se pierde la plata de la producción nacional: la burocracia, la guerra y la deuda externa. A lo cual propuso tres soluciones a cada una, respectivamente: austeridad, solución política y prioridad en el pago de la deuda social. Con este último aporte de la intervención de Pablo Beltrán, se denota que la almendra de la postura y propuesta del ELN, son los pueblos y sus territorios, pero el beneficio común de los pueblos no lo conciben dentro de una ruta asistencialista o representativa, sino por el contrario plantean una ruta propia, colectiva y en la que participe la mayor cantidad de sociedad civil.

Retos

Los enemigos de la paz popular siguen existiendo dentro y fuera del gobierno del cambio. Siguen usando las armas para frenar los ríos de gente que construyen planes de vida para traerlos a la mesa de diálogos como parte de la sociedad civil y ahí está el reto, en esquivar esas balas, acabar con esas armas y sus ejecutores.

Tal vez otro reto sea el tiempo que rige al gobierno nacional y al régimen en general, pues es notorio el afán de Petro y sus aliados por desarmar y desmovilizar al ELN para acelerar la modernización del capitalismo en Colombia. Ni lo uno ni lo otro pueden ser medidas de presión para la insurgencia, ni ahora para el CNP, ni mucho menos para la sociedad y su rol protagónico en la Participación, que se la jugará como el tercer actor en la mesa de diálogos.

En esta medida, la sensibilidad del actual periodo histórico no es lo único que se problematiza. El Estado, la democracia colombiana, la consecución de la paz, el mismo régimen político-económico serán problematizados en esta nueva mesa de diálogos, exponiendo causas estructurales y propuestas de futuro que prevengan repetir dichas causas que nos tienen todavía en un conflicto social y armado. Hoy tenemos la oportunidad real de asistir a un proceso de Paz que atienda a las causas estructurales que han originado el conflicto. Limitarlo al desarme sin resolver dichas causas, es abrir el camino para nuevos ciclos de violencia. La Participación de la Sociedad en este nuevo proceso, pretende ser la posibilidad de por fin resolver lo que hay que resolver.

Aunque los pueblos y los territorios son la esencia de la participación, no se puede ignorar que no son pocos los y las empobrecidas que aplauden, siguen y apoyan a la burguesía, a las fuerzas militares-policía e incluso engrosan las fuerzas para estatales; anteponiendo un conflicto e intereses contradictorios en el interior del pueblo colombiano cuyos antecedentes derechosos (victoria del No en el referéndum del acuerdo de La Habana, nivel real de participación social en el paro nacional del 2021) hay que tener en cuenta para no idealizar a nadie y desarrollar estrategias de participación con los pies sobre la tierra.

*Miembros del Congreso de los Pueblos

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