Trabajadoras del hogar, un sector olvidado lleno de resistencias

Jaime Quintana Guerrero

Para las mujeres trabajadoras del hogar, “los impactos de la pandemia no han sido dramáticos, han sido trágicos y terribles, porque para ellas el trabajo del hogar es la única fuente económica para alimentar su núcleo familiar”, asegura Adriana Paz, coordinadora regional para América Latina de Federación Internacional de Trabajadoras del Hogar.

La Federación es una asociación global que reúne a poco más de medio millón de trabajadoras del hogar de manera individual. Cuenta con miembros en 84 países del mundo, y con 79 organizaciones que están asociadas en sindicatos en Norteamérica, Latinoamérica, el Caribe, Asia, África y Europa.

En entrevista con Desinformémonos, Adriana cuenta desde la Federación se realizó una encuesta a 3 mil trabajadoras de 15 países agremiadas entre abril y mayo del 2020, impulsada desde las dirigentes y las bases en plena pandemia.

En el muestreo, precisa Paz, se observó que 92 por ciento de las trabajadoras del hogar eran madres solteras y el único ingreso de la familia; se evidenció que cerca de la mitad fueron despedidas sin ninguna remuneración, y que otras se quedaron en una cuarentena obligatoria de meses con sus empleadores, sin parar de trabajar y sin poder ver a sus familiares. La encuesta también arrojó que se les estigmatizó como vectores de contagio, ya que tendrían que atravesar la ciudad, pueblo o región para llegar a trabajar. Esto significó un deterioro de los derechos laborales y las de sus condiciones de trabajo, ya que la carga se duplicó por el número de familiares que habitaban una casa, además de que se observó que se intensificó el acoso sexual por parte de los empleadores.

“Los famosos bonos de quédate en casa, que gobiernos latinoamericanos emitían según su versión de apoyo al sector informal o a la clase trabajadora, no llegaban a las trabajadoras del hogar porque no existían registros en las secretaría o ministerios de trabajo, no estaban contempladas en las ayudas de los gobiernos”, dice Paz, quien desde la Federación observó cómo los gobiernos ayudaron con bonos de protección al empleo y protección al salario, a pesar que fueran deficientes o malos, pero a las trabajadoras del hogar se les excluyó.

“Quedarse sin dinero y sin comida no sólo significo bajar de la línea de la pobreza a la línea de la extrema pobreza, sino que significó una raya más abajo que llegaba a situaciones de hambre”, agrega.

La Federación apunta que se movilizaron para enviar ayuda humanitaria a distintas partes donde existían afiliadas, sin ser una función de la organización sindical. “El momento lo exigía, las compañeras estaban pasando hambre. Por ejemplo en Ecuador, donde los medios de comunicación exhibían los cuerpos en las calles, las familias no tenían dinero ni para enterrarlos, y ahí estaban nuestras afiliadas. Así era en muchas partes de América Latina, enviamos apoyo humanitario y con ello se pudo dar comida, medicamentos y materiales de protección contra la pandemia”, explica Adriana.

En el mundo de los trabajadores y de los sindicatos, algunos reportaron bajas en el número de afiliación, ya que por no tener empleo se desafiliaban. Contrario a ello, la Federación de trabajadoras del hogar creció, pues “las compañeras estaban en las calles, en los barrios, socorriendo a sus afiliadas y no afiladas, no como un movimiento sindical típico, sino que emprendieron acciones como un movimiento social y ganaron mucho apoyo y simpatía”.

Con esta mirada de un sindicalismo comunitario, de hacer las rondas callejeras y llevar comida a las afiliadas y no afiliadas, encontraron mucha gente pobre sin ser atendida. Por ello reportaron un incremento de afiliadas aunque no tenían trabajo, y crecieron en unidad.

Las redes sociales y la comunicación fue importante en este movimiento social, dice la luchadora sindical. “De México hasta la Argentina, las trabajadoras del hogar se mantenía organizadas, establecieron reuniones de asesoría legal, de acompañamiento médico y psicológico”, explica.

A pesar de la pobreza, de salir del aislamiento en términos organizativos hubo un despliegue de estrategias transnacionales, como la campaña “Cuida a quien te cuida”, que es un llamado a gobiernos, sindicalistas y a la sociedad a tener solidaridad con ellas.

Las trabajadoras del hogar se movilizaron en América Latina, relata Paz, pues, por ejemplo, “en plena pandemia las chilenas lograron el seguro de desempleo, que allá se les da a todos los trabajadores excepto a las trabajadoras del hogar. En Perú lograron el contrato de trabajo obligatorio, que es una estrategia de salir de la informalidad, y lograron una nueva ley de trabajadoras del hogar con su reglamento. En República Dominicana lograron un bono de Quédate en Casa, ya que estaban excluidas, y la excusa del Ministerio de Trabajo era que no existía un registro. Se organizaron y en diez días presentaron un registro de 20 mil trabajadoras del hogar”.

La organización de las trabajadoras del hogar

La Federación Internacional de Trabajadoras del Hogar surge en 2013, pero diez años atrás ya era una red internacional.

En 2011, la Red Internacional de Trabajadoras del Hogar logró una victoria histórica importante para el movimiento a nivel global, ya que se elabora el Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que habla sobre el trabajo decente para las trabajadoras del hogar. “Es la primera vez desde hace cien años que la OIT reconoce al trabajo doméstico como trabajo, a pesar de que es la labor más antigua, junto con el trabajo sexual, que tiene la humanidad. Fue un logro que dio un cobijo de protección a las trabajadoras, pero no fue un logro de la OIT, sino de ellas”.

Con esta victoria, la Red se planteó el siguiente paso organizativo y decidió pasar de ser una red a ser una federación global. La diferencia, explica Paz, “es que la federación es una organización de tipo sindical que tiene voz y voto y presencia como parte constituyente de la OIT. Ahora ellas tienen una voz, un lugar en esta organización internacional del trabajo, la cual tiene una estructura tripartita donde está la parte empleadora, la trabajadora y la parte de gobierno. El que las trabajadoras tengan voz y sean visibles en la estructura de la OIT da una mayor fuerza política, muestra un músculo organizativo, y esto es un paso enorme”.

El Convenio 189 de la OIT plantea que este sector de trabajadoras tiene los mismos derechos, la misma igualdad que cualquier otro tipo de sector de trabajadores, explica la coordinadora de la Federación. “Han pasado más de 500 años de que el trabajo del hogar no ha sido considerado trabajo, y quienes lo realizan no han sido consideradas trabajadoras, por ellos es revolucionario este convenio”.

Adriana Paz explica que a la OIT le tomó 100 años hacer el convenio que reconoce este trabajo como importante y ser puesto en el mismo nivel de condiciones que cualquier otro trabajo, como el de los mineros, telefonistas, petroleros, profesores o de otro sector.

Este convenio, sin embargo, no es el resultado de una reflexión de los gobiernos o de la reflexión de la OIT, sino“es resultado de la lucha de las trabajadoras, sobre todo latinoamericanas, que en los años 80 comenzaron a plantearle y demandarle a la OIT que mire este sector de trabajo. La organización de trabajadoras del hogar es muy antigua y sobre todo en la región latinoamericana, ya que tiene cien años de tradición organizativa de base. No hay que olvidar que este trabajo es un legado de la esclavitud, del colonialismo”, recalca.

Un breve pasaje de nuestra historia

“El trabajo del hogar nace del régimen colonial y es parte de la esclavitud, lo vemos claramente donde había esclavos traídos desde África, con ellos las haciendas brasileñas y colombianas en Estados Unidos, los esclavos en las plantaciones de productos agrícolas y al interior de las casa eran las mujeres esclavas negras o mujeres indígenas dependiendo el país”, cuenta Paz en la entrevista.

Entonces, explica, “el trabajo se mira desde el patriarcado, como un trabajo natural de las mujeres. Se piensa que por ser mujer te nace cuidar a los hijos, preparar los alimentos, limpiar la casa. El patriarcado y el colonialismo configuran al trabajo del hogar en un ámbito doméstico y, además, es solamente de las mujeres”.

En el movimiento latinoamericano, se comienza la emancipación de las trabajadoras desde los años 30, con los primeros sindicatos de trabajadoras domésticas en Bolivia y Brasil. En Bolivia, en 1935, el primer sindicato se llamó Sindicato de Culinarias y Ramas Afines (que hacen de comer). Ellas estaban organizadas bajo el liderazgo de una chola (mujer indígena que vive en la ciudad), de nombre Petronila Infantes, que tenía una formación ideológica anarcosindicalista. Ella comienza a organizar a las trabajadoras culinarias en demanda de la jornada laboral con horas determinadas (8 horas), que la jornada nocturna sea reconocida y pagada, libertad de prensa y libertad de expresión, entre otras muchas más demandas.

En Brasil sucede algo similar. El primer sindicato fue en 1936, liderado por una mujer negra, Laudelina de Campos Mello, militante del Partido Comunista Brasileño/Fracción Clandestina, porque los negros no podían organizarse en partidos políticos. Ella era militante política y trabajadora del hogar, comienza a organizar en São Paulo el primer sindicato o Asociación de Trabajadoras Domésticas con demandas muy parecidas a las de Bolivia.

De los primeros sindicatos en 1930, vemos las primeras agrupaciones regionales de sindicatos de trabajadoras del hogar a nivel mundial, que es en América Latina, relata Adriana Paz. El 30 de marzo de 1988 surge la Conlactraho (Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadoras del Hogar). Convocó su primer encuentro en Bogotá, Colombia, se confederan y tienen una mirada regional e internacional del movimiento social, porque sus luchas son las mismas en cada país, y deciden que el 30 de marzo es el Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar.

La Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadoras del Hogar, con 25 organizaciones, formaría parte de la Red y posteriormente la Federación Internacional de Trabajadoras del Hogar, en 2013.

Sin embargo, y a pesar de una larga historia, las trabajadoras “estamos llenas de resistencias”, señala Adriana Paz. “Por un lado en el cumplimiento de los marcos legales, de estos progresos de más de 20 años, que no se han traducido a cabalidad en cambios tangibles y reales en la vida de las trabajadoras. Ellas siguen siendo excluidas, siguen siendo explotadas, siguen siendo discriminadas”.

La defensora y acompañante de las trabajadoras expone que “es difícil para el sector laboral, para la clase obrera, contar con leyes con fiscalización. Si una ley no tiene una manera para que se cumpla o un monitoreo está destinada a no cumplirse, entonces la belleza de los marcos legales que tenemos en América Latina son insuficientes, no tienen un diseño de implementación, no tienen dientes, y esto lo sufrimos todos, pero más en el sector del hogar. Existe un incumplimiento generalizado y una razón es la colonización y el racismo-patriarcado que se expresan hasta hoy en día”, dice.

Todavía se padece la falta de voluntad política de los legisladores y de los administradores para diseñar políticas públicas que garanticen el cumplimiento de la Ley, y de los accesos efectivos y plenos de los derechos de las trabajadoras del hogar, pero ellas continúan en esa lucha, concluye, la coordinadora Regional de la Federación Internacional de Trabajadoras del Hogar.

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