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Tomás Pérez Francisco, cuyo pensar, sentir y actuar era bonito

Kgatse xtakgatsin xwanit

“Su pensamiento/ sentimiento/ acción era bonito”

El primero de mayo de este año se cumplieron 31 años desde que Tomás Pérez Francisco fuera detenido y desaparecido. Para escribir esta columna, que publicaremos en tres entregas, platicamos con Guadalupe, su hijo.

II

Yo soy Guadalupe Pérez Rodríguez y por la situación de represión hacia mi familia y mi comunidad, desde el 1 de mayo de 1990 me toca ser también hijo de Tomás Pérez Francisco, desaparecido político como parte de la represión contra la comunidad La Sabana, en la Sierra Norte de Puebla.

La detención y desaparición

Nosotros no supimos inmediatamente que mi papá había sido detenido. A él lo detuvieron el martes 1 de mayo alrededor de las 5 pm, cuando estaba regresando a casa; estaba a 10 minutos de llegar, lo estaban esperando en el camino y ahí lo detuvieron hombres armados y se lo llevaron a bordo de una camioneta. Pero como el día anterior había internado en una clínica a su padre, en otra comunidad, Mecapalapa, cuando no llegó esa noche pensamos que quizás había ido a visitarlo o había tenido que llevarlo a un hospital en alguna ciudad cercana, Poza Rica o Huauchinango. A pesar de que no se nos hizo extraño que no llegara el martes sí había una preocupación por parte de mi mamá porque las amenazas de que lo iban a detener eran muy frecuentes en esos tiempos. Él siempre decía que no había hecho nada malo y que no le debía nada a nadie. De hecho la mañana del martes 1 de mayo, cuando salió de casa, no sé qué clase de sentimiento, presentimiento hubo, que hizo que mi mamá se quedara angustiada y le dijo que si se iba a ir por un camino regresara por el otro. Fue hasta el jueves cuando nos dimos cuenta de que algo había pasado porque mi abuela, que se había quedado a cuidar a mi abuelo, regresó y al pasar por la comunidad de Ameluca le dijeron que lo habían detenido.

Lo que recuerda mi abuela es que al principio ella estaba muy enojada. Porque mi papá el martes 1 de mayo había pasado a ver a su padre en la clínica y el doctor le había dicho que lo darían de alta al día siguiente; mi papá, entonces, había quedado de pasar al día siguiente a pagar la cuenta del médico. Por eso mi abuela estaba enojada, porque pensaba que cómo era posible que no hubiera pasado como había quedado. Pronto ese enojo se convirtió en angustia. Ese jueves, cuando mi abuela llegó a la casa fue cuando comenzó la parte dramática al confirmarse que lo habían detenido. La denuncia la pudo presentar mi abuela hasta el lunes 7 de mayo; extrañamente el Ministerio Público levantó el acta por desaparición de persona y en la propia denuncia se hace referencia a que él estaba participando en la lucha por las tierras de la comunidad de La Sabana.

Desde el primer momento yo supe que se lo habían llevado, que lo habían detenido. Esos primeros días nos encerrábamos con mi mamá en cuanto anochecía, sin prender los candiles de petróleo, esperando a que llegara. Los perros ladraban muchísimo y cualquier ruido que escuchábamos pensábamos que podía ser él; hasta que el sueño nos ganaba y nos dormíamos. A los pocos días de que lo detuvieron empezaron a ir los matones de los ricos a dar vueltas alrededor de la casa y eso hizo que nos tuviéramos que salir de ahí y nos fuéramos a la casa de mis abuelos. Los matones nunca nos dijeron nada, quizás sólo era una forma de tortura, ir a verlos para decirle: “vimos a tu familia, tu esposa, tu hijo están así, asá”, no sé.

Como en todas las otras historias de búsqueda se buscó en hospitales, SEMEFO, las cárceles. Se fue a buscar, se fue a preguntar, fueron mi madre y mi abuela y a mí me dejaban en casa de mis tíos. En una ocasión en la que mi madre fue a buscarlo a la cárcel de Jicotepec fingiendo que era familiar de un preso que estaba ahí y que iba a visitarlo, yo dije que quería ir; ése fue el primer momento en el que yo sentí que yo también quería ser parte de eso, de los procesos de búsqueda. Así estuvimos buscando alrededor de dos años, más o menos; Pensando que algo iba a pasar…los primeros meses pensábamos que lo iban a soltar, que en algún momento iba a llegar.

Cuando lo detuvieron ninguno de nosotros sabía que la desaparición tenía años realizándose en el país. Lo que ha sucedido es que la gente ha tenido muchísimo miedo, ni siquiera podría llamarse pánico porque es realmente terror, les cuesta mucho e incluso todavía al día de hoy siguen refiriéndose a eso en voz baja. Y es que a los pocos días, quizás el primer mes después de que lo detuvieran, comenzaron a circular rumores. Decían, por ejemplo, que lo habían enterrado vivo y daban detalles —nunca dónde había sido, por supuesto— como que lo habían hecho rascar el lugar donde después lo habían enterrado vivo. Decían que lo habían aventado a la poza más honda del Río Pantepec con una piedra amarrada. Nunca decían quién lo había hecho, de dónde había salido ese rumor…Pensamos que era con el fin de transmitir el mensaje de “ni se te ocurra ni decir, ni hacer”. Y ese miedo se quedó en la comunidad. De hecho el 23 y 24 de febrero de 2019, que por primera vez fue la CNDH, cuatro personas que iban a dar su testimonio, en el mero día me dijeron que no querían hablar. Una de ellas, esposa de un compañero que fue asesinado en el 91, me decía “estos ahí están y saben todo lo que estamos haciendo”; y lo decía porque en 2018, cuando aún estaba abierto el proceso por el homicidio de su esposo, habían ido a intimidarla empleados de los caciques haciéndose pasar por abogados del Ministerio Público. La última vez que hablé con ella me pedía “cuídate mucho cuando vienes porque ellos saben cuándo vienes…no te vayas a esperar el camión allá donde está solo.” Al día de hoy continúa ese terror pero sí, al principio nosotros ignorábamos que las desapariciones ya habían pasado en otros tiempos.

Después de ese primer par de años mi madre tuvo que migrar al Estado de México para trabajar y podernos mantener. Ella ya no estuvo tan activa en la búsqueda porque tenía un trabajo de lunes a sábado y para muchas mujeres que migran a la ciudad la única alternativa es el trabajo en el empleo doméstico. Lo que llaman “procesos de búsqueda” como tal, que te salgas y hables y así, se detuvieron. Mi abuela, la mamá de mi papá, no vivió mucho tiempo después de la desaparición de mi papá, el dolor la fue consumiendo y murió ocho años después. Y mi mamá se dedicó a trabajar, a trabajar y a trabajar. No digo que fuera una excusa, pero bueno, fue la situación que nos tocó. A pesar de que se detuvieron los procesos de búsqueda lo que continuó fue ir conociendo la historia, sobre todo con mi abuela materna, de lo que les había tocado vivir, de toda la represión, de la violencia, de la matanza, de los responsables. Porque algo particular que en nuestra historia nos tocó es que en la secundaria, muchos de mis compañeros eran hijos de los matones precisamente. Y cuando yo entro al bachillerato mis compañeros son hijos de los caciques. Yo ya sabía las historias…y así como nosotros reivindicamos lo que hicieron nuestros padres ellos reivindican lo que hicieron los suyos, porque sobre todo no podían aceptar que “unos pinches indios se les rebelaran”.

En los últimos tiempos, el proceso de mayor denuncia se comenzó a hacer a partir de 2004, 2005 que tomamos otra vez la decisión con mi familia de seguir buscando y de no olvidarnos lo que pasó. El primer ejercicio que empezamos a hacer fue tener las denuncias y posteriormente empezar a contactar con las organizaciones de familiares, en específico con el Comité Eureka. Mi primer contacto con doña Rosario fue en 2006. Después conocí a Prisci, a doña Reyna, a doña Cela, a Helda. A partir de ahí se dio el vínculo con H.I.J.O.S México. En esos años recuerdo haber leído una nota en La Jornada sobre la detención de Miguel Nazar Haro en la que se hablaba de las desapariciones que había ordenado, las torturas en las que había participado y comentábamos con mi mamá que era muy parecido a lo de mi papá aunque había elementos que eran diferentes. Ese fue uno de los procesos que realizamos al momento de participar en colectivo: ir caracterizando las desapariciones de los noventas, incluso para ir desmontando el discurso de que las desapariciones se dieron en las décadas de los setentas y ochentas y que volvieron a suceder hasta 2006.

Colectivo Huellas de la Memoria

Colectivo que registra las historias de personas desaparecidas y los procesos de búsqueda de sus familiares en México y América Latina. La propuesta es grabar mensajes de lucha y esperanza en las suelas de los zapatos, usados por los familiares durante la búsqueda y denuncia de las desapariciones, y convertirlos en objetos de memoria viva.

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