Todas somos (una) vos

La Tinta

Fotos: Julieta Ferrario

Este 11 de diciembre se paró el tiempo. No fue la primera vez que las mujeres e identidades disidentes lo logramos, pero sí fue la primera vez que todes estuvimos frente al televisor sintiendo, por unos breves minutos, que ésta era una compañera más. Sólo estaban las voces de Actrices Argentinas, una colectiva feminista que reúne a las integrantes del arte y del mundo de la televisión y el cine. Eran ellas, estaban juntas. Era SU mundo, revolucionado. Nosotres, fuimos espectadoras de una fuerza más grande que se condensaba. Una voz colectiva que al fin resonaba en la TV.

Todavía estamos en shock, intentando escribir y describir lo que pasó el martes por la tarde. Hubo mucha expectativa en las horas previas, cuando Actrices Argentinas anunció que tenían algo para decir. Algo que iba a cambiar la historia. Los medios masivos, aves de rapiña del morbo televisado, ensayaron todas las conjeturas posibles. Casi todas sospechábamos que el abusador que iba a ser denunciado era Juan Darthés. Circulaba por lo bajo, nadie lo nombraba en voz alta. Ya había sido denunciado tantas veces antes. La pregunta que nos hacíamos era, ¿por qué ahora iba a ser distinto?

Hace unos años la actriz Calu Rivero se animó a denunciarlo públicamente. Hace poco, otra actriz cordobesa, Natalia Juncos, puso en palabras lo que había sufrido con él. Antes de ella, Ana Coacci. Todas, y cada una de ellas, fueron masacradas en la televisión abierta. Fueron juzgadas por no contarlo antes (la mayoría de las denuncias eran de hechos sucedidos muchos años antes), obligadas a mostrar pruebas y a contar cada detalle del hecho. Como no lo hicieron, no les creyeron. “Si no lo dice, algo tiene para ocultar”, fue la premisa de los programas de TV. Entonces, apareció Juan Darthés, padre de familia, marido “ejemplar” y galán, con una voz muy calma a contar su versión. No dijo mucho, claro, pero se jactó de ser un “hombre de bien”, y sus amigotes cómplices en el medio lo defendieron: Guillermo Francella, Facundo Arana, Estevanez (padre e hijo) y Adrián Suar, quien hasta lo contrató para protagonizar una novela ese mismo año.

Lo de este martes dejó boquiabiertos a les periodistas. ¿Por qué? no esperaban un relato tan crudo, tan detallado. Morbo a la carta, para elles. La pura realidad, para nosotres. Quienes sufrimos sistemáticamente la violencia sobre nuestros cuerpos no necesitamos un mapa detallado de lo que sucedió. La consigna #YoTeCreo no es sólo un eslogan vacío, es lo que nos pasa: nos identificamos con las historias de otres, y con sólo decirnos “me pasó algo”, ya lo sabemos y lo sentimos en el cuerpo, sin necesidad de tanto detalle. El relato de Thelma Fardín, la denunciante actual, no fue para nosotres, fue para les periodistes, les miembres de la industria de la TV y el cine, para la sociedad. Para que lo sientan en carne propia, y para que no se animen a dudar de nuevo.

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(Imagen: Julieta Ferrario)

REvictimizar

Al fin las historias de tantas son escuchadas. Al fin muchas más se van a animar a hablar. Thelma pudo contar su historia porque estaba sostenida por más de 400 actrices que se unieron este año a partir de la lucha por el aborto legal, y que se encontraron desde su lugar reconociéndose en las historias de violencias de otras. Thlema habló, porque estamos todes detrás, sosteniéndola. Thelma habló, a pesar de las reacciones machistas y cómplices de los medios cuando las otras tres mujeres se animaron a hacerlo. ¿Por qué ahora? Porque somos muches, estamos juntes y nuestra bronca está organizada.

Tenemos bronca contra aquellos medios que se ocuparon de bastardear a las que lo denunciaron. Bronca contra quienes se ocuparon de encontrar justificativos perversos en las vidas de las víctimas del abusador en lugar de indagar en la vida del victimario, la que se sostuvo impoluta. Bronca contra los medios que negaron la voz a las actrices que denunciaron, diciéndoles que “si no contaban todo, nadie les iba a creer”. Bronca contra les periodistas que, frente al pedido de las propias denunciantes de “estar a la altura de las circunstancias” eligieron indagar en testigos, formas, acciones y omisiones de la víctima y de la situación. Bronca contra ustedes, reproductores constantes de la violencia, que se llenan la boca preguntándose luego por qué no denunciamos. No denunciamos porque ustedes existen, para poner el foco acusador en las víctimas y nunca, pero nunca, en el victimario, escudados en principios constitucionales que sólo sostienen para aquelles que les sirvan a sus discursos de odio y machismo.


Ahora, sin embargo, a eses mismes periodistas les resuena y moviliza quizás porque hay una denuncia penal por detrás, porque hay un relato lleno de morbo para desarmar durante días en la TV. Porque la actriz tiene otro perfil, otra personalidad que no les incomoda tanto, porque se expuso a sus preguntas, porque salió en el prime time. No lo sabemos, quizás por todo eso junto. Nosotres sí sabemos, sin embargo, que la denuncia penal no es garantía de nada, que un proceso judicial no nos ampara, sólo logra revictimizarnos, desarmar nuestras vidas para que todes vean y opinen, y ni siquiera posee algún resultado que nos satisfaga. Miremos sino la sentencia sobre el caso de Lucía. Prendamos la tele sino, y miremos las novelas, los programas de chimentos, los de entretenimiento. Hay que cambiarlo todo.


Lo que pasó este martes salió de ese escenario para abrazarnos a todes. Agradeciendo el camino preparado por tantes que no pudieron hablar. Reconociendo las luchas previas como pilares de apoyo compañere frente a los embates del patriarcado. El apoyo no es el movimiento estadounidense #MeToo, que con toda la fuerza surgió y se desarrolló en otro contexto y con otras lógicas, alimentado incluso por nuestras luchas tan potentes. No quieran extranjerizar nuestras luchas, no quieran aislarnos. El movimiento de mujeres y disidencias sexuales de América Latina está parado bien erguido frente al machismo imperante.

Esto recién comienza. El miedo ha cambiado de bando. Por nuestra parte, como medio, esperamos estar a la altura de las circunstancias. Porque no se va a caer, lo vamos a tirar.

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(Imagen: Julieta Ferrario)

 

Publicado originalmente en La Tinta

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